sábado, 5 de diciembre de 2020

Que jugador Bigote López(!)

 


El viernes, tras derrotar a Tacuarembó FC por tres goles contra dos, Villa Española consiguió el ascenso a la primera división del fútbol uruguayo. Su capitán, el Bigote López, festejó en el estadio Charrúa con una musculosa que decía: «Un barrio autogestionado, un barrio organizado, es un barrio de primera». Los futbolistas vivieron la obtención del vicecampeonato de la segunda división con mucha intensidad, pero sabiendo que es un recorrido que hace mucho tiempo vienen disfrutando, vinculado a la construcción del club y a la forma en la que se trabaja para hacerlo. «Fue la máxima alegría. El barrio lo recibió de una manera increíble, espectacular, y eso nos pone más contentos», expresó el Bigote, que juega con la número 8. El capitán tiene claro que el fútbol es una caja de resonancia; por eso, aprovecha la televisación de los partidos para visibilizar reclamos relacionados con el deporte y otras luchas sociales.

En uno de los encuentros del último campeonato el delantero se levantó la remera para llamar la atención de las cámaras y los televidentes. «¿Usted sabe cuánto cobra un jugador de la segunda división profesional?», decía la musculosa que mostró. Indignado, se preguntó cómo puede ser que los funcionarios de la Asociación Uruguaya de Fútbol ganen más que los jugadores de la B –que perciben un salario líquido de 17 mil pesos–, cuando son los actores y quienes «mueven la maquinita». Pero, además, dijo presente cuando hizo un gol, y mostró una camiseta en la que se leía: «Todos somos familiares», con la margarita deshojada. «Entiendo que una persona pública debe comprometerse con la sociedad y más todavía con las organizaciones sociales que tienen una lucha de muchos años. Yo lo siento y milito por ahí», comentó. Para el icónico jugador, este deporte ha dejado sus orígenes de diversión para convertirse en un negocio multimillonario: «En ese camino se están perdiendo los objetivos de compromiso que deben tener los clubes sociales con el barrio». Criticó que, la mayoría de las veces, el fútbol –máxima expresión popular en Uruguay– se rija por la lógica de que ganar es todo y perder es la muerte: «A mí me parece que tiene otro costado, que se relaciona con juntarnos, vernos, tejer redes y crear comunidades, y a eso no se le está hincando el diente».

Hace más de cinco años, junto con una barra de amigos, López empezó a pensar cómo cambiar la institución de manera que el disfrute y la felicidad sean lo primero, pero siempre con la mira puesta en que el fútbol sirva como herramienta de transformación social. En el Villa se optó por ese camino, el de la autogestión, el respeto, el compromiso y el sentido de pertenencia: «Se eligió poner el foco no sólo en lo deportivo, sino también en lo social, y apostar a que ambos aspectos se potencien. Es un círculo virtuoso lo que está viviendo la institución en este momento». Al haberle dado este impulso, más gente se arrima al club, más actividades se organizan y estas salen mejor. Pensando en lo más mezquino –en dinero–, al abrir la base social el club captó nuevos socios –este año, 90– y vendió muchas más camisetas. En concreto, unas 1.100 personas compraron la indumentaria del club, que durante 2020 sacó dos ediciones especiales: una por el 20 de mayo –en apoyo a la lucha de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos– y otra con la bandera de la diversidad, para utilizar en setiembre.

El club trabaja para adentro y para afuera, conviviendo con miles de contradicciones, pero sabiendo para qué lado ir. Busca promover el intercambio, generar conciencia, priorizar la educación en las divisiones juveniles e impulsar la lectura y las salidas grupales a espectáculos culturales. El año pasado, cuando al plantel de primera división se le propuso ir a ver una obra de teatro, se descubrió que más de la mitad nunca había tenido esa experiencia. Se organizó una charla posterior con los actores y muchos de los futbolistas se entusiasmaron a tal punto que continuaron yendo por sus propios medios a ver otras propuestas. Hace casi tres meses, en setiembre, el club le abrió la puerta al periodista y relator Martín Rodríguez para que diera una charla llamada «¿Qué nos impide hablar de diversidad en el deporte, y en particular en el fútbol?». «Lo que nosotros hacemos es tirar pautas que nos parecen buenas para salir un poco de esa burbuja del fútbol. Obvio que no les podés llegar a todos ni hay que obligar a nadie, pero hay cambios que, para mí, son alucinantes», dijo el Bigote.

El Villa siempre tuvo arraigo en el barrio que lleva el mismo nombre, básicamente unido a la pelota. Los vecinos de la zona pueden ser hinchas de Peñarol, Nacional u otro cuadro, pero el amarillo y rojo no falta prácticamente en ninguna casa. Hay una identidad que viene con el barrio desde mucho tiempo atrás –por ejemplo, desde la década del 30–, atada a las luchas de los trabajadores de la fábrica Funsa, a quienes los vecinos apoyaban organizando ollas populares. «Villa Española tiene dinamita de barrio y de vínculos muy fuertes. Lo que queríamos era revitalizar eso y resignificarlo», aseguró Cazarré. Cuando todo en el mundo –en particular, en los cuadros de fútbol– tiende a funcionar promoviendo el individualismo, lo más contrahegemónico es juntarse y construir colectivamente. «Creo que esto llevó a un deterioro, que viene de mucho tiempo, de los vínculos sociales en los barrios, y Villa Española no escapaba a esa realidad. Se buscó ir en contra de eso», puntualizó.

(Extracto de la nota “El club que subió a primera y ve el fútbol como herramienta para la transformación social .Un barrio de primera”. Autor: Anaclara Trengone. Brecha N° 1828)

 

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