La
excepcionalidad de la respuesta al golpe de Estado en Uruguay, las posiciones
en juego, las fallas y los aciertos de la huelga, la relación entre los
partidos políticos y los sindicatos, las condiciones del levantamiento y el
proceso posterior.
Históricamente,
la huelga general de 15 días contra el golpe de Estado del 27 de junio de 1973
fue la mayor movilización del pueblo uruguayo en defensa de la Constitución y
las instituciones democráticas del país. En la historia contemporánea, las
huelgas generales con una duración de 15 días o más han sido excepcionales. En
el siglo XX fueron cuatro: en Francia en 1968 y 1995, en Polonia en 1980 y en
Uruguay en 1973.
La
huelga general del 13 al 30 de mayo de 1968 en Francia comenzó con una protesta
estudiantil en la Universidad de Nanterre y la del 28 de noviembre al 21 de
diciembre de 1995 se debió al rechazo de los funcionarios públicos a una
reforma de la seguridad social. La huelga general del 14 al 31 de agosto de
1980 en Polonia se inició en los astilleros de Gdansk por el reclamo del
derecho de organización sindical y de huelga.
Huelgas
generales prolongadas como las mencionadas significan un gran sacrificio de los
trabajadores y la población. Salvo algunos servicios básicos, se cortan las
comunicaciones, el suministro de alimentos, de combustibles, etcétera. Por eso,
más allá del factor detonante y el desenlace, estas huelgas solo ocurren si
cuentan con un estado de conciencia colectivo a favor, es decir, causas muy
sentidas por la gran mayoría de la población.
De
ahí que no suelen comenzar con un único hecho o una sola convocatoria ni tener
todos sus aspectos planificados con anticipación. Una movilización social de
esta magnitud no es fácilmente controlable: atraviesa etapas de desarrollo con
altos y bajos hasta su inevitable declinación. Pueden decaer por agotamiento o
ser concluidas por las fuerzas sociales o políticas que tengan a esa altura la
capacidad de dirigirlas.
Algunos
atribuían los sucesos de 1980 en Polonia a agentes contrarrevolucionarios, pero
unos infiltrados no pueden gestar, por si solos, una huelga de 10 millones de
trabajadores, expuestos durante 17 días a privaciones y a una dura represión,
si no existen condiciones sociales y políticas insostenibles. La huelga condujo
al reconocimiento de Solidaridad, el primer sindicato independiente en los regímenes
comunistas de entonces.
La
rebelión en la escuela de sociología tampoco explica la movilización que
paralizó Francia en 1968. La huelga pareció causar un vacío de poder cuando el
presidente Charles de Gaulle se fue del país, pero nadie pudo o quiso
sustituirlo y comenzó a declinar. La Confederación General del Trabajo, la
organización sindical de mayor fuerza, bajo la orientación del Partido
Comunista Francés, decidió que la huelga era solo reivindicativa y la concluyó
con un acuerdo salarial.
La
huelga de 1995 en Francia se inició en el transporte y los ferrocarriles
estatales, se expandió rápidamente y se convirtió en una movilización contra el
plan neoliberal del primer ministro Alain Juppé. En el apogeo de las acciones,
con unas marchas sin precedentes en el país, el gobierno retiró la polémica
reforma. Desde entonces, la huelga fue decayendo sola hasta que, en vísperas de
Navidad, las confederaciones mayores la levantaron sin más.
La
huelga general de 1973 en Uruguay es celebrada en cada nuevo aniversario, pero
ha sido poco analizada críticamente, como ocurre con otros acontecimientos del
pasado reciente. A pesar de que las investigaciones históricas han incorporado
una gran cantidad de testimonios y documentos, subsisten versiones contradictorias
y referencias equivocadas, que causan confusión y dificultan el esclarecimiento
y el análisis de los hechos.
ACUERDOS
Y DIFERENCIAS
La
disolución del Parlamento el 26 de junio no dejó lugar a dudas sobre el
avasallamiento de la Constitución y las instituciones democráticas ni sobre la
respuesta del movimiento sindical. Algunos discutieron si la Convención
Nacional de Trabajadores (CNT) se reunió antes o después de las ocupaciones,
pero era una resolución ratificada por el movimiento sindical desde 1964 en
adelante que nadie puso en cuestión. Ahí actuó la conciencia colectiva que
mencionamos anteriormente.
Ahora
bien, la situación de ese momento requería, sin duda, una evaluación política
de sus condiciones. Es obvio que esta valoración no podía haberse hecho antes
del golpe de Estado y se tuvo que ir definiendo en el curso mismo de la huelga
general.
En
el primer día, dirigentes de la CNT recorrieron las fábricas para apreciar la
disposición de los trabajadores y algunos miembros del Partido Comunista de
Uruguay (PCU), que eran mayoría en la dirección de la convención, auscultaron
la posibilidad de que la huelga durara tres o cuatro días. Esto originó las
primeras discusiones sobre la posición de la dirección sindical.
En
la CNT se expresaron básicamente dos enfoques. Mientras que el PCU consideró
que debía ser solo una acción demostrativa del rechazo popular al golpe de
Estado, otros sectores se planteaban desarrollar el mayor potencial de lucha
posible para que los militares tuvieran que negociar una salida política. De
cierta manera, fue una continuación de las discusiones anteriores sobre el plan
de lucha de la CNT y la posible huelga general.
En
el análisis del PCU, un golpe militar constituía una crisis del aparato del
Estado y la huelga general sería insurreccional si se daban las condiciones,
que incluían la presencia de una división en las Fuerzas Armadas.1 De lo
contrario, había que continuar la acumulación de fuerzas hasta que se dieran
tales condiciones. En junio, el PCU comprobó que no había diferencias entre los
militares2 y se reafirmó en la idea de evitar una lucha decisiva.
Con
el antecedente de la dictadura de Gabriel Terra, de 1933, el PCU llegó a creer,
incluso, que no sería ilegalizado.3 Pero, al igual que otros sectores
políticos, el PCU subestimó el alcance del golpe de Estado. No lo consideró
capaz de destruir a aquel movimiento popular y en 1975, cuando llegó su turno,
era tarde para reaccionar.
Los
sectores representados por la Corriente y la Resistencia Obrero Estudiantil, en
minoría dentro de la CNT, tampoco consideraron que la huelga pudiera ser
insurreccional ni que hubiera que recurrir a la violencia. La discusión se
centró entonces en cómo y hasta dónde llevar esa confrontación en defensa de las
instituciones democráticas.
OPCIONES
TÁCTICAS CLAVE
La
CNT presentó en cinco puntos la demanda de restablecimiento de las libertades y
los derechos avasallados. Los mensajes paralelos de Liber Seregni, el Frente
Amplio, el Partido Nacional y las iglesias avalaron los objetivos y el carácter
nacional de la huelga general.
En
la discusión de la CNT surgieron situaciones y diferencias que incidieron
inevitablemente en la eficacia de la huelga. La no aplicación de decisiones que
habían sido discutidas antes del golpe y algunas decisiones inapropiadas fueron
las más importantes, además de causas imprevistas o inesperadas, que siempre
ocurren en situaciones similares.
Desde
la decisión tomada por la CNT en 1964, una comisión integrada por Gerardo
Cuesta, Gerardo Gatti, Héctor Rodríguez y Vladimir Turiansky estudió
situaciones que se podrían dar en la huelga general. Entre otras medidas, la
comisión definió la manera de actuar en el transporte y evaluó opciones con las
reservas de combustible en la refinería de ANCAP.4
En
el transporte, los ómnibus debían funcionar en las primeras horas de la mañana
para facilitar el acceso y la ocupación de los lugares de trabajo. Cumplida
esta función, los vehículos no debían retornar a los estacionamientos
habituales, sino ser guardados en fábricas ocupadas, para que no fueran usados
para restablecer las actividades.
Sin
embargo, los ómnibus volvieron a los talleres. Incluso allí los trabajadores
propusieron inhabilitarlos de alguna manera, pero la dirección sindical no lo
aceptó. A esto se agregó la deserción de dirigentes clave del gremio. El PCU
intentó subsanarlo con viejos militantes, pero fue insuficiente. A pesar de las
acciones callejeras que se hicieron para impedirlo, propietarios y soldados
restablecieron el transporte al quinto día de huelga.
La
dictadura se centró entonces en las fábricas ocupadas. Había coincidencia en
evitar el choque con los militares, pero mientras el comando de la CNT
recomendó dirigirse a los locales sindicales luego del desalojo, la Corriente
planteó reanudar la ocupación una vez que los militares se retiraran, pues en
la mayoría de los casos no podían permanecer en ellas.
La
segunda orientación fue más eficaz porque los sindicatos estaban intervenidos y
los locales, cerrados. Entre el lunes 2 y el martes 3 de julio, las fábricas
fueron reocupadas, incluso con más participantes, lo que hizo fracasar la
Operación Desalojo. El miércoles 4, la dictadura emitió un decreto que habilitó
despidos en masa sin indemnización y comenzó a organizar plebiscitos sobre la
huelga general en cada lugar de trabajo.
Una
Cronología documentada publicada por el PCU en 1989 le adjudicó erróneamente a
la CNT el boletín titulado A los trabajadores en lucha, en el que se planteó la
reocupación de las fábricas.5 En su recopilación sobre la huelga, el
historiador Álvaro Rico constata que hubo diferencias entre la CNT y la
Corriente en este tema, pero reitera el error.6
La
referencia sobre la autoría de ese boletín se encuentra en un libro publicado
en Buenos Aires en 1974, bajo la firma de Hugo Lustemberg,7 elaborado con los
volantes, los boletines y los documentos recogidos por los Grupos de Acción
Unificadora durante la huelga general. La redacción del boletín A los
trabajadores en lucha estuvo a cargo de militantes sindicales de esta
organización integrante de la Corriente.
DECISIÓN
SINDICAL O DE PARTIDO
En
la madrugada del 27 de junio, los trabajadores de ANCAP ocuparon la refinería
de La Teja, que tenía en ese momento los tanques de gasolina llenos. Una
cuestión clave de la huelga era quién controlaba, cómo y para qué el suministro
del combustible.
El
Ejército necesitaba la nafta para sus vehículos y, sobre todo, para el desalojo
de las fábricas. En las previas de la huelga, se manejó la posibilidad de
mezclar el combustible refinado con el crudo para impedir su uso inmediato,
algo que no implicaba un enfrentamiento violento con los militares y tampoco lo
inutilizaba para el futuro.
«En
el nivel de confrontación definido en ese momento por la dirección de la
huelga, no estaba planteado llegar a ese tipo de medidas», expresó el entonces
dirigente de la Federación ANCAP Daniel Baldassari, integrante del PCU. Para
Baldassari, «la mezcla habría favorecido la represión, sin un resultado
favorable para el movimiento en su conjunto».8
El
sábado 30, en una operación muy planificada y cautelosa, el Ejército entró y
tomó el control de la refinería. Los trabajadores intentaron apagar
gradualmente la planta, pero fueron detectados por los militares y obligados a
mantener la producción.
El
martes 3, un cortocircuito en el exterior de la planta interrumpió la
refinación y apagó la llama de la chimenea. Al sonar todas las alarmas y desconocer
el motivo, los militares huyeron del lugar. De vuelta, los funcionarios fueron
militarizados y buscados casa por casa para reanudar la actividad, que demoró
una semana en ser restablecida. El apagón de la llama de la refinería, visible
desde varios puntos de la capital, y el fracaso de los desalojos fueron dos
acontecimientos que fortalecieron la huelga general.
Las
publicaciones existentes presentan diferentes versiones sobre la historia del
apagón de la refinería. Baldassari afirmó más de una vez que fue una decisión
del comando de la CNT,9 pero ahora se lo presenta como una acción decidida y
ejecutada por el PCU.
En
la recopilación de Rico, «Anónimo» (sic) cuenta que la decisión fue tomada por
el dirigente Jaime Pérez, porque los comunistas estaban quedando ante los
trabajadores como reacios a la paralización de la refinería.10 En el último
libro sobre el PCU, Rico confirma esta versión y describe con lujo de detalles
la operación del partido, incluyendo el traslado de los autores del apagón a
Colonia, luego a Buenos Aires y, por último, al exilio en Europa.11
Además
de ser fiel a los hechos, es relevante saber si fue una acción sindical o del
PCU. La confusión entre el sindicato y el partido político es discutida hasta
hoy en el movimiento sindical. El sindicato como apéndice de un partido
político pierde el apoyo de los trabajadores que no comparten esas ideas y se
debilita ante los gobiernos y el sistema político.
REFLEXIÓN
CON PERSPECTIVA
Tras
la manifestación de todas las fuerzas antigolpistas, el 9 de julio, en el
centro de la capital, la declinación de la huelga se hizo inevitable. El 11 de
julio, la mayoría de la CNT votó el levantamiento incondicional de la huelga
general, sin que se hubieran alcanzado, total o parcialmente, sus objetivos. Se
dijo que se pasaba a «una nueva etapa de lucha» y que la dictadura había nacido
«herida de muerte» por el amplio rechazo popular.
Las
federaciones de la salud (Federación Uruguaya de la Salud [FUS]) y la bebida
(Federación de Obreros y Empleados de la Bebida) junto con el sindicato de
FUNSA no acompañaron la manera como fue tomada aquella decisión. En su
criterio, «para resolver el levantamiento de la huelga general, debían
establecerse previamente, a través de una negociación desde las posiciones de
lucha en que se encuentran los trabajadores, las garantías mínimas de
funcionamiento y respeto de las organizaciones sindicales».12
Las
tres organizaciones sostuvieron que las carencias evidenciadas por algunos
gremios se debieron a la falta de planes de lucha apropiados, a la ausencia de
una estructura sindical adecuada y de suficientes cuadros intermedios
arraigados en la base, así como a la práctica de un sindicalismo economicista,
desvinculado de aspectos programáticos.13 «Ningún gremio fue derrotado, fue
derrotado un estilo, un método, una concepción del trabajo sindical»,
concluyeron estos sindicatos, que expresaban la orientación minoritaria en la
CNT.
Tras
el levantamiento de la huelga general, el golpe de Estado fue más lejos de lo
previsto por todos los sectores políticos y desmanteló al movimiento popular,
que, sobre todo desde 1968 en adelante, había luchado sin pausas contra el
cambio regresivo en el país.
El
desconocimiento en la izquierda y los partidos tradicionales, en el Partido
Nacional en particular, sobre la evolución de las Fuerzas Armadas uruguayas
hizo pensar a muchos que los golpistas no desestimarían una convocatoria a
elecciones nacionales en 1976. Sin embargo, a pesar de haber desarticulado a
esa altura a todas las organizaciones de izquierda existentes en el país, la
dictadura se prolongó por nueve años más.
No
fue el desvarío de algunos militares, sino la misión asignada a las Fuerzas
Armadas en los manuales del Pentágono.14 Estratégicamente, la dictadura apuntó
a destruir la organización y la conciencia política alcanzadas por el pueblo
uruguayo. La teoría de los dos demonios intenta ocultarlo, como si la causa del
golpe hubiera sido el extremismo militar y la guerrilla, que ya había sido
derrotada, y no la resistencia popular al ajuste conservador.
No
podemos saber cuál sería el resultado de la huelga general de no haber existido
las carencias indicadas, pero el peso que tuvieron en su desenlace es
indudable. Al registro de la resistencia a la dictadura hay que sumarle, con
similar rigor, las luchas anteriores, con los errores y las fallas que
influyeron en las derrotas sufridas. La finalidad no es juzgar el pasado, sino
aprender para mejorar la reconstrucción presente del movimiento popular.
1. Entrevista a León
Lev en «La huelga general. El 9 de julio. El asalto a El Popular», Colección
Popular n.º 1, serie Hechos de la Vida Nacional, fascículo de El Popular, 1988,
pág. 53.
2. Declaraciones de
José Luis Massera en Las historias que cuentan. Testimonios para una reflexión
inconclusa,de Víctor L. Bacchetta, Editorial Instituto del Tercer Mundo, 1993,
pág. 43.
3. Álvaro Rico
menciona este hecho en El Partido Comunista bajo la dictadura. Resistencia,
represión y exilio (1973-1985), de Álvaro Rico et al., Fin de Siglo, 2021, pág.
24.
4. Las historias que
cuentan…, óp. cit., pág. 51.
5. Óp. cit., pág. 59.
6. 15 días que
estremecieron al Uruguay. Golpe de Estado y huelga general 27 de junio-11 de
julio de 1973, de Álvaro Rico, Fin de Siglo/Sudamericana, 2006, págs. 212 y
670.
7. Uruguay:
Imperialismo y estrategia de liberación. Las enseñanzas de la huelga general,
de Hugo Lustemberg, Buenos Aires, Achával Solo, 1974, pág. 221. Colección
Materiales de la Huelga General, Sitios de Memoria Uruguay, disponible en
https://sitiosdememoria.uy/recurso/3554.
8. Las historias que
cuentan…, óp. cit., pág. 55.
9. 15 días que
estremecieron al Uruguay…, óp. cit., pág. 320, y Las historias que cuentan…,
óp. cit., pág. 55.
10. 15 días que
estremecieron al Uruguay…, óp. cit., pág. 321.
11. El Partido
Comunista bajo la dictadura…, óp. cit., pág. 156.
12. «Condiciones del
levantamiento y conducta a seguir», FUS, 11-VII-1973. Colección Materiales de
la Huelga General, Sitios de Memoria Uruguay, disponible en
https://sitiosdememoria.uy/material/3535.
13. 15 días que
estremecieron al Uruguay…, óp. cit., pág. 610.
14. La doctrina de la
seguridad nacional, elaborada por Estados Unidos para la Guerra Fría, promovió
la intervención de los Ejércitos en los asuntos internos de sus países. Los
movimientos sociales de protesta eran considerados por esa doctrina una amenaza
potencial a la seguridad.
EXTRAIDO DE BRECHA N°
1899. TITULO ORIGINAL: “LA HUELGA
GENERAL DE 1973 Mas allá de las recopilaciones” Autor: Victor Baccheta, 13 de abril, 2022