jueves, 26 de mayo de 2022

La seguridad social no debe ser una variable de ajuste

 El actual gobierno, al igual que el anterior, se plantea una reforma del sistema de seguridad social con el objetivo de reducir el déficit fiscal. Con ese fin, en el artículo 394 de la Ley de Urgente Consideración (LUC) se creó la Comisión de Expertos en Seguridad Social (CESS), que en noviembre de 2021 entregó al gobierno un informe con recomendaciones, aprobado por los nueve representantes del oficialismo y por la delegada empresarial, y con el voto contrario de los representantes del Frente Amplio (FA), los trabajadores y los jubilados.

El 27 de marzo, luego de conocido el resultado del referéndum sobre 135 artículos de la LUC, el presidente de la república, Luis Lacalle Pou, dio un mensaje a la ciudadanía en el que reiteró que una de sus principales prioridades era una reforma de la seguridad social: «Que tenga las mayorías más amplias posibles, pero el proyecto lo vamos a trabajar y vamos a tener una reforma […] para los próximos 30 o 40 años». Pocos días después, distintos sectores de la coalición de gobierno y del propio Partido Nacional se desmarcaron de la afirmación del presidente y advirtieron que aprobar esta reforma sin el respaldo de ciertos sectores de la oposición provocaría la derrota electoral en 2024.

Para analizar un tema de tanta trascendencia es imprescindible partir de las normas de la Constitución de la República, que en su artículo 67 determina que las jubilaciones generales y los seguros sociales «se organizarán en forma de garantizar retiros adecuados», los que deben entenderse como ingresos suficientes para asegurar una vida digna a quienes abandonan la actividad productiva, en línea con el concepto de salario justo para un trabajador activo. La Constitución también dice que las jubilaciones y los retiros se «financiarán sobre la base de contribuciones obreras y patronales y demás tributos establecidos por ley y la asistencia financiera que deberá proporcionar el Estado si fuere necesario».

OFENSIVA DE LARGA DATA DEL CAPITAL CONTRA EL TRABAJO

La primera gran reforma regresiva de la seguridad social se hizo durante la dictadura cívico-militar, que intervino el Banco de Previsión Social (BPS) y otras instituciones de seguridad social, y culminó en 1979, con la unificación de todas ellas en la Dirección General de la Seguridad Social, a través del Acto Institucional N.o 9. Con esa reforma se eliminaron causales de jubilación, se elevaron las edades de retiro y se redujeron los montos destinados a las pasividades. También se establecieron topes a las jubilaciones, fijados en el equivalente a siete veces el salario mínimo nacional mensual vigente a la fecha del cese o el fallecimiento del jubilado. A los efectos de reducir los costos nacionales de producción, se impuso una reducción de las tasas de aportes patronales y personales. Como consecuencia, el valor real de las pasividades –tomado como una variable de ajuste por la dictadura– se desplomó: en 1984, se les destinó un 26 por ciento de lo que les había correspondido en 1972. Tras la restauración de las instituciones democráticas, el Parlamento convalidó los actos legislativos de la dictadura cívico-militar a través de la ley 15.738, del 13 de marzo de 1985.

La segunda gran reforma regresiva se aprobó en 1995. Fue una respuesta del capital a la reforma constitucional aprobada en el plebiscito de 1989, que obligó a actualizar las pasividades por la evolución del índice medio de salarios, lo que eliminó la posibilidad de continuar utilizando las pasividades como variable de ajuste de los déficits fiscales. La ley 16.713 creó las administradoras de fondos de ahorro previsional (AFAP) y estableció una reforma estructural del sistema de jubilaciones y pensiones que cambió el sistema de reparto administrado por el Estado por un sistema mixto e incorporó la participación de agentes privados y obligaciones de capitalización individual definidas por niveles de ingreso. El nuevo sistema aumentó las exigencias para acceder a los beneficios: elevó la edad jubilatoria de la mujer (de 55 a 60 años en forma escalonada), modificó el período de cálculo del sueldo básico jubilatorio, rebajó sustancialmente las tasas de reemplazo (porcentajes de asignación jubilatoria basados en los aportes y los años de trabajo) y aumentó a 35 el mínimo de años de trabajo. Estableció, además, que parte de los aportes personales pasaran a financiar el sistema de ahorro individual.

En abril de 1996 comenzó la aplicación del sistema mixto, con un primer pilar obligatorio de solidaridad intergeneracional, a cargo del BPS, y un segundo pilar de ahorro individual, a cargo de las AFAP. Este sistema incorporó en la seguridad social el lucro privado, a través de empresas que utilizan los aportes de los trabajadores para obtener beneficios (comisiones) y hacer inversiones que, teóricamente, multiplicarían el valor de los aportes de los trabajadores.

Los gobiernos del FA –a pesar de que en sus programas sostenían que debía eliminarse el lucro de la seguridad social– no promovieron reforma alguna que implicara un cambio de estructura del sistema y mantuvieron consecuentemente el sistema mixto y las AFAP, pese a tener la mayoría absoluta en el Poder Legislativo en cada uno de sus tres períodos. En la misma dirección favorable al capital, el FA redujo la tasa de aporte patronal en la industria y el comercio de un 12,5 a un 7,5 por ciento, lo que agravó el déficit de la seguridad social.

Por supuesto, el cumplimiento del objetivo constitucional de «garantizar retiros adecuados» no ha venido ni vendrá a través del sistema mixto. Las AFAP han causado perjuicios importantísimos; por ejemplo, la caída de la recaudación del BPS, en tanto las AFAP se quedan con los aportes de los trabajadores activos que, de otra forma, percibiría el BPS para financiar las obligaciones del régimen intergeneracional. Un caso paradigmático es el de los trabajadores que optan por aportar a las AFAP aun cuando tienen ingresos menores a los que obligan a afiliarse a ese régimen. A febrero de 2019 eran 864.753 los trabajadores activos afiliados a las AFAP, entre los que solamente 72.728 (7,7 por ciento) ingresaron por obligación legal.

Por otra parte, la jubilación futura (llamada renta vitalicia) de los trabajadores que hoy están aportando a las AFAP depende de las decisiones del Banco Central del Uruguay, que fija la tasa de interés técnico, ajustada a la baja, semestralmente, desde 2018 hasta el primer semestre de 2021. Desde el segundo semestre de ese año, se utiliza como referencia para fijar esa tasa una curva de rendimiento en unidades previsionales, basada en el índice medio de salarios nominal, que repercute en un incremento de su valor. Ese cambio fue contrarrestado con un aumento de un 0,75 a un 1,5 por ciento en el margen que pueden aplicar como comisión las aseguradoras, rol que actualmente solo cumple el BPS.

La tercera gran reforma regresiva, actualmente bajo el análisis del gobierno, es la que propone la CESS. Su principal recomendación es que «todos los nuevos trabajadores que ingresen al mercado de trabajo se incorporen en un régimen mixto como el vigente en el BPS», cualquiera sea el sector de actividad en que se desempeñen. Los cambios paramétricos que propone van en detrimento de los derechos de los trabajadores: aumentan la edad de retiro a 65 años, reducen el salario básico jubilatorio (mediante la ampliación de la base de cálculo a los mejores 300 meses), sustituyen la tasa de reemplazo por una tasa de adquisición de derechos que será mucho menor y reducen las prestaciones por incapacidad laboral.

La ofensiva del capital contra los derechos de los trabajadores se profundiza. Como contrapartida, se fortalece la resistencia popular: el XIV Congreso del PIT-CNT resolvió: «Reafirmar nuestro inclaudicable compromiso en la defensa irrestricta e integral de la seguridad social solidaria […] [y rechazar] la vigencia, la extensión y la profundización del régimen mixto, así como a toda intención de imposición de esquemas de capitalización individual privado y lucrativo». Solamente la resistencia del pueblo organizado en todos los ámbitos podrá frenar este proceso regresivo.

(Esta columna tendrá una segunda entrega, que profundizará en la propuesta de los trabajadores para reformar la seguridad social.)

 Extraido de Brecha N° 1903. titulo original: “Sobre la reforma de la seguridad social Autor: Antonio Elias13 de mayo, 2022

jueves, 12 de mayo de 2022

Gobierno versus sindicatos

 

Por detrás de los gestos amables del presidente y las palabras de cortesía de los dirigentes sindicales en vísperas del encuentro formal en la Torre Ejecutiva el martes de tarde –que terminó en un intercambio de reproches– parece gestarse la gran tormenta entre capital y trabajo, una vez que la pospandemia y el resultado del referéndum por la Ley de Urgente Consideración (LUC) dejaron en evidencia la sideral distancia que separa al gobierno del 99 por ciento de sus gobernados, que son quienes pierden capacidad adquisitiva y sufren la inflación desbocada.

La Cámara de Industrias y la Cámara de Comercio se aprestan a dar la batalla y apuntan sus misiles a la ley de negociación colectiva, el principal estorbo para sus intereses. Los representantes de los grandes industriales y comerciantes obtuvieron un señalado triunfo en la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que acaba de considerar el sistema de negociación colectiva tripartita como una limitación a la libertad, pero se sintieron decepcionados porque, en un proyecto de ley enviado al Parlamento, el gobierno solo recogió cinco de las siete recomendaciones del organismo de las Naciones Unidas y postergó, para otra ocasión, la limitación de instalar las comisiones tripartitas solo para fijar los salarios mínimos. Para lo demás debería actuar exclusivamente el ámbito bipartito, reclaman los empresarios. El presidente del PIT-CNT, Marcelo Abdala, opinó: «En realidad, ellos apuntan contra la columna vertebral de la negociación en el sector privado. En la OIT hoy manda la Organización Internacional de Empleadores. Vamos a defender la negociación colectiva en la OIT y acá».

La decepción no es sinónima de depresión. Los industriales perciben que la homologación parcial de las recomendaciones de la OIT es una punta de lanza para desactivar el sistema tripartito y obligatorio. Y las señales son auspiciosas: tres senadores nacionalistas impulsan la aprobación de normas sobre el voto secreto en las decisiones sindicales, que haya consentimiento previo y escrito para el descuento de la cuota sindical, y que se pueda acceder públicamente a la situación económica y financiera de cada sindicato. Los empresarios no deberían inquietarse y menos albergar dudas sobre la preferencia del Partido Nacional entre capital y trabajo. Los discursos del PIT-CNT del 1 de mayo desencadenaron una serie de reproches que anticiparon el frío polar de la reunión presidencial. Al presidente le molesta la conclusión de la central obrera de que «el modelo económico que impulsa el gobierno es excluyente y tiende a la desigualdad».

Así, el tono se encrespa y las posturas se polarizan en un proceso previsible. El senador nacionalista Sebastián da Silva –marido perfecto, políticamente hablando, de la senadora Graciela Bianchi– reiteró su denuncia de que «los dirigentes sindicales, fundamentalmente de los organismos públicos, tienen por conducta no trabajar». Desde hace tiempo el legislador tiene entre ceja y ceja al presidente de la Federación ANCAP (FANCAP), Gerardo Rodríguez, víctima de «acusaciones, injurias y agresiones». En la última confrontación de FANCAP con la mayoría del directorio del ente, su presidente, Alejandro Stipanicic, dijo: «Creemos que no es admisible que las reivindicaciones pongan de rehén a la población. Quiero que el sindicato reflexione sobre esta situación y que volvamos al diálogo». La respuesta del presidente de FANCAP («Nos provocan para que respondamos y después atribuirnos la culpa del desabastecimiento») solo es entendible en el contexto de un tortuoso proceso: una distorsión en la red eléctrica de UTE, que provocó microcortes en el suministro eléctrico de la refinería de La Teja, indujo a Stipanicic a atribuir a las medidas de lucha sindical un «probable» desabastecimiento de supergás. Esa remota eventualidad impulsó, no obstante, que se ejecutara la decisión de importar 60 camiones de supergás de Argentina y dos barcos para mayo, lo que sugiere que los «inconvenientes» ayudan a la estrategia de desgaste de los entes públicos.

No hay que ser muy perspicaz para advertir que todas las decisiones importantes de este gobierno causan la reacción de los sindicatos, a los que se les atribuye un espíritu malévolo e insano de oposición por oposición. A modo de inventario: los docentes de Secundaria se movilizan por el «recorte millonario que el Estado propinó a la educación»; los trabajadores del puerto reclaman soluciones para los 150 despedidos de Montecon como consecuencia directa de la increíble concesión del monopolio portuario a la competencia, Katoen Natie; la Asociación de Bancarios del Uruguay critica la reforma de la seguridad social impulsada por el gobierno, que califica de regresiva y de la que asegura que «provocará daños».

El documento que el PIT-CNT le entregó al presidente de la república, Luis Lacalle, el miércoles reclama: que se eleve un 10 por ciento el impuesto al patrimonio; que se eleve un 10 por ciento el impuesto a las rentas de las actividades económicas para aquellas empresas que tengan una facturación neta igual o mayor a 1 millón de dólares; que se les cobre un impuesto a aquellos sectores que aumentaron los precios. Su aplicación tendría un efecto más permanente (también más justo) que una reducción temporal del impuesto al valor agregado en los precios de productos básicos de consumo. Impulsar estas medidas supondría una formidable e inesperada metamorfosis de la concepción que inspira al gobierno de coalición, pero todo sugiere que el esfuerzo se centrará en construir ejércitos de rompehuelgas, como se establece en la LUC, a cuenta de otras estrategias para frenar el malestar popular que se avecina.

Extraido de Brecha N° 1902. titulo original: “GOBIERNO VERSUS SINDICATOS” Autor: Samuel Blixen,  6 de mayo, 2022

 

lunes, 9 de mayo de 2022

4 de Mayo de 1922, 100 años del Congreso Obrero Comercial en la ciudad de Salto (Uruguay).

 

Durante la primera mitad del siglo XX el departamento de Salto desarrolló un movimiento obrero que fue de los más aguerridos del interior uruguayo.

En 1918 se consolida la Federación Obrera Local, la principal federación obrera del interior, la cual protagonizará importantes huelgas. Para 1919 agrupaba tres federaciones sindicales, seis gremios y dos agrupaciones anarquistas. Al poco tiempo logra comprar una imprenta tipográfica para editar un semanario obrero el cual se denominará “La Tierra”, y presentado por acuerdo unánime de los gremios como un periódico anarquista.

La Federación Obrera Local Salteña tuvo una importante actividad cultural en sus años de existencia (1918-1925), realizando infinidad de picnics, articulando cinco centros de estudios sociales, una biblioteca obrera, un cuadro filodramático y distintos comités barriales anti políticos para contrarrestar la propaganda electoral en tiempos de elecciones.

En 1921 el debate en torno a la dictadura proletaria y la organización sindical que ya habían producido hondas divisiones en Montevideo y Buenos Aires estalla en Salto. Luego de la realización de un Congreso Obrero en Paysandú en febrero de 1922, donde tras fuertes incidentes los gremios comunistas logran embanderar la FOL sanducera con sus postulados ideológicos, lxs anarquistas de Salto se proponen disputar la orientación obrera regional y salen al cruce con la realización de un Congreso Obrero Comarcal realizado entre el 1 y el 4 de mayo.

Participaron unas 20 asociaciones provenientes de Paysandú, Salto y Concordia, junto a delegados de la Federación Obrera Regional Uruguaya y la Federación Obrera Regional Argentina.

Entre los acuerdos del congreso pueden mencionarse tanto la solidaridad con los presos por cuestiones sociales; Simón Radowitzky, los anarquistas presos por el gobierno Soviético Ruso y Sacco y Vanzetti. Como la definición ideológica del mismo; “declarándose abiertamente partidarios del Comunismo Anárquico, basado en el Sistema Federalista descentralizado y libertario que bosquejara Miguel Bakunin y por lo tanto, declarándose contrarios a todo poder de estado ya sea político o proletario u obrero y a todo intento de perpetuar la lucha de clases reemplazando en el poder o gobierno a los que actualmente lo detentan.”

La realización del Congreso Comarcal, desconocido en la actualidad, evidencia el importante legado anárquico que la historia de nuestra región posee, como el fértil potencial de las propuestas anarquistas para solucionar los problemas de la sociedad en cualquier rincón habitable que exista.

Antonio Vidal, quien participó como delegado de la F.O.R.A. señaló “Hay que hablar con franqueza. El Congreso obrero salteño fue una de las asambleas obreras que revisten mayor importancia no solo en el Uruguay sino en casi toda la América del Sud, Centro y Norte América”. (ACLARACION: No ha sido posible establecer las fuentes exactas, particularmente en lo que tiene que ver a la autoria del material que se presenta )