miércoles, 23 de febrero de 2022

LA CONTRACARA DE LOS DATOS DE RECUPERACIÓN ECONÓMICA PRESENTADOS POR EL GOBIERNO

 

Impulsada por un vigoroso aumento de la demanda y los precios de bienes a nivel internacional, la economía uruguaya comenzó a recomponer algunos de los indicadores macroeconómicos golpeados por la pandemia. Las cifras presentadas por el equipo económico del gobierno echaron luz sobre los números más amables para el oficialismo, en tanto otras no quedaron explícitas. Durante 2021, el ahorro que el gobierno utilizó para dar respuesta a los efectos de la pandemia recayó, mayoritariamente, sobre los ingresos de trabajadores y las pasividades. Mientras los malla oro, volcados al exterior, recompusieron sus ganancias con ingresos millonarios, el poder de compra de los asalariados se redujo por segundo año consecutivo, en términos reales, y no hay señales a la vista de que el vaso comience a derramar al resto.

Con el apoyo de una presentación nutrida de números y gráficas, el equipo del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) presentó, el martes, parte de los resultados económicos del año pasado y avanzó en las perspectivas para el presente. Por más de una hora, la ministra Azucena Arbeleche recorrió exhaustivamente aquellas variables de la economía que habían mostrado una mejora con respecto a 2020: crecimiento de la actividad, mejora del mercado de trabajo, aumento de las transferencias para atender los efectos de la pandemia, caída de la pobreza y, principalmente, su caballito de batalla, la reducción del déficit fiscal. Pero, pese al minucioso detalle de su presentación, la ministra no incluyó una explicación sobre los factores que permitieron esa mejora en las cuentas públicas y la actividad, ni tampoco para mostrar los resultados de lo que, hasta ese momento, era uno de los objetivos explícitos de la cartera: la disminución de la inflación.

Al cierre de 2021, el gobierno logró disminuir el déficit fiscal más allá de las metas que se había propuesto a principios de año. Por segundo año consecutivo, consiguió mejorar uno de los indicadores recurrentes en el ágora mediática. Aquello, además, sin «aumentar los impuestos», hizo gala Arbeleche. Sin embargo, a la hora de contestar la pregunta de un periodista sobre los motivos que explican los ahorros que habrían permitido tal proeza, la ministra no solo se mostró extrañamente esquiva, sino que retrucó la pregunta con una justificación de tintes ortodoxos: «Es ese ahorro el que nos habilita a dar respuesta y mitigar el impacto de la pandemia». De forma tajante, dejaba en claro que no era una explicación que estuviera interesada en brindar.

La mejora de las cuentas públicas es pasible de éxito, en forma genérica, a partir de una disminución en los gastos del gobierno central, un aumento de los ingresos a sus arcas, o ambas a la vez; esto último fue lo que sucedió durante 2021. La evasión en la respuesta de la ministra parece encontrar un sentido lógico al considerar que la caída del gasto público no se explicó, en forma sustancial, por una mayor eficiencia en la implementación de los recursos disponibles, sino, principalmente, por la caída del salario real de los trabajadores del sector público y de los ingresos de jubilados y pensionistas –cuyo cálculo se hace con base en el índice medio de salarios del año anterior, que también venía con pérdida–. Según las cifras analizadas por Gonzalo Zunino, director del Centro de Investigaciones Económicas (CINVE), el ahorro por estos dos conceptos alcanzó el 0,7 por ciento del producto bruto interno (PBI), lo que equivale a unos 370 millones de dólares.

Estos no fueron los únicos rubros en los que el gobierno encontró un espacio para el ahorro. Zunino explicó a Brecha que también hubo una caída de la inversión pública en 2021, mediante la cual se evitó gastar unos 53 millones de dólares –0,1 por ciento en términos de PBI–. Para el economista, este descenso debería ser circunstancial y no se podría prolongar en el tiempo si se quiere mantener la calidad de los servicios públicos y de la infraestructura que brinda el Estado. También cayeron, en términos reales, los gastos vinculados a las transferencias para las políticas sociales y las que se hacen a las AFAP,1 añadió al ser consultada por el semanario la economista Gabriela Mordecki, integrante del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y Administración de la Universidad de la República. La caída del 0,5 por ciento del PBI equivale a unos 265 millones de dólares en este rubro, de acuerdo a los datos del MEF, lo que tiene, según Mordecki, un efecto de «ajuste fiscal encubierto».

A esto se suma, por el lado opuesto, que los ingresos del gobierno central mejoraron en comparación con el año anterior. El aumento fue apuntalado por una mayor recaudación de la Dirección General Impositiva. Los impuestos sobre el valor agregado que se pagan por la importación de bienes, los que se abonan por las transferencias patrimoniales o por las rentas provenientes del factor capital –rendimientos originados en depósitos, préstamos, alquileres o incrementos patrimoniales– aumentaron su recaudación por encima del 10 por ciento, en términos reales, en comparación con 2020. Si bien estos fueron los más destacados, la recaudación de «todos los impuestos que tienen que ver con las empresas aumentaron de forma muy importante», añadió la economista. La mejora en los resultados de las empresas públicas también ayudó a reforzar las finanzas del gobierno. Las exportaciones extraordinarias de energía eléctrica a Brasil fueron capitalizadas mediante un aumento de las transferencias a rentas generales por parte de UTE. Lejos quedó aquella promesa de no utilizar a los entes estatales para financiar las cuentas públicas, luego de un «aporte extra» de más de 100 millones de dólares.

El orgullo que mostró el Ejecutivo por los resultados fiscales, sin embargo, no fue de buen recibo por otros agentes que participan de la economía. Alejandra Picco, economista del Instituto Cuesta Duarte (PIT-CNT), expresó a Brecha que el sobrecumplimiento de las metas no es una buena noticia porque «gran parte del ahorro se explica con la rebaja, en términos reales, de salarios públicos, pasividades e inversiones». Para esta analista, se podría haber optado por reducir las tarifas públicas a la par de que se cumplían las metas trazadas por el gobierno. Aseguró, igualmente, que el crecimiento de la economía fue mejor al esperado y que el desafío, ahora, es sostenerlo, «pero con un correlato en los ingresos de los hogares».

(NO ES) VIENTO DE COLA

La cifra anunciada por la ministra en la conferencia del martes fue mayor a la proyectada por el propio MEF semanas antes, gracias a una mayor dinámica de la actividad en el último trimestre del año. Luego de una caída abrupta, en 2021 la economía cerró con un crecimiento de 4,5 por ciento, en comparación con lo sucedido en 2020. Si bien el dato es alentador, ya que representa que una de las peores caras de la pandemia comenzaría a quedar atrás, no muestra por si solo si ello sucede con un marco equitativo o si, por el contrario, algunos se están adelantando.

«Vemos que en el crecimiento de la economía hay una heterogeneidad muy grande entre los sectores asociados al comercio exterior y los vinculados al sector interno de la economía, que es generador de muchos puestos de trabajo y todavía están rezagados», comentó Picco. Los datos publicados por Uruguay XXI reflejan lo señalado por la economista: las exportaciones uruguayas de bienes crecieron más de un 40 por ciento en el año, alcanzaron niveles históricos para el país y superaron por un cuarto porcentual a las de 2019. En tanto, a nivel interno, los sectores mejoraron sus números con relación a lo que había sido el primer año de pandemia, pero respondiendo más a un «rebote» que a un crecimiento genuino, aclaró Zunino. Los sectores vinculados al comercio y los servicios recuperaron parte de su actividad, aunque todavía se encuentran afectados por la caída en el consumo, derivado, principalmente, de la disminución de los ingresos en los hogares. En tanto, la construcción, otro de los grandes sectores de la economía, mostró un crecimiento consolidado debido a los nuevos proyectos iniciados y al impulso de las grandes obras que venían del período anterior, indicó Mordecki.

Pero, aunque internamente la cosa esté mejorando, quien se lleva todos los elogios, y la gran porción en la torta del crecimiento, ha sido el sector exportador. A excepción del sector arrocero, que vio caer sus cifras, los principales productos agropecuarios de exportación aumentaron el porcentaje de sus ventas en más de dos dígitos. La venta de carne bovina creció en 1.000 millones de dólares –aumentó su precio y el volumen exportado–, la de celulosa en 400 millones y la de soja en poco más de 130 millones. Otros, como los concentrados de bebidas y los productos farmacéuticos, superaron en conjunto el centenar de millones de dólares. De igual forma, alcanzar niveles récord en las exportaciones, cosa que se experimenta en toda la región (véase artículo en página 4), no fue impedimento para que la gremial que nuclea a las empresas exportadoras se mostrara preocupada ante una nueva caída en el valor del dólar e instara al gobierno a tomar medidas. En épocas de vacas gordas, cada fracción de dólar perdido cuenta; todo sea por el derrame.

Así y todo, por ahora parece que el Ejecutivo no les va a dar el gusto y dejará que la evolución siga su curso. La ausencia de gravámenes sobre el sector exportador en el peor momento de la pandemia es un crédito con el que todavía cuenta el gobierno. Ciertamente, incluso con el incumplimiento de la promesa de campaña sobre el aumento del precio de los combustibles, la situación de los agremiados empresariales tampoco da lugar a mucha queja. En la presentación del MEF, la ministra omitió explicar el motivo detrás del explosivo aumento de las exportaciones. Quizás con ello se pretenda dejar de manifiesto que el impulso de la economía fue posible gracias al virtuosismo del equipo económico. En los hechos, el repunte responde a un nuevo auge en la demanda y los precios internacionales de los commodities, valores que recuerdan un lejano 2013, tiempos en los que el ahora oficialismo abundaba en lo fácil que era distribuir siendo empujado por un viento de cola favorable.

SUJETOS OMITIDOS

Si bien el crecimiento de la economía promovió una reactivación en el mercado laboral, durante el año pasado la heterogeneidad de la recuperación no solo se observó entre sectores de actividad, sino también en el de los ingresos laborales. En 2021 se recuperaron casi 50 de los 60 mil empleos perdidos el año anterior. La activación del empleo fue impulsada en forma importante por la creación de 15 mil puestos de trabajo a partir de la implementación de los jornales solidarios. También producto del dinamismo de la construcción, sustentado, en buena medida, por el avance de la planta de UPM y las obras del ferrocarril central –que explicaría el empleo de unas 8 mil personas–, sostuvo en diálogo con el semanario el economista Federico Araya. A esto se suma el repunte generalizado de los sectores vinculados al comercio y los servicios, y un porcentaje menor responde al aumento en el sector público y a los derivados del vigoroso crecimiento de las exportaciones.

La reactivación del mercado laboral seguramente impactó en la caída de la pobreza, sostuvo Araya, aunque todavía no están disponibles los datos cerrados para saber su alcance. Pese a la mejora de la cifra, de concretarse la finalización del programa de jornales solidarios y el cierre de la etapa de construcción de UPM, se corre peligro de que se genere un sensible retroceso en la recuperación del empleo y «podrían perderse 20 mil puestos de trabajo en algunos meses». Dado que los jornales solidarios que llevan adelante las intendencias se focalizaron en aquellas personas de bajos ingresos y, para el economista, fueron uno de los motivos que contuvieron el aumento de la pobreza, su cierre podía revertir parte de la mejora de 2021. Esa posibilidad adquiere mayor relevancia si se tiene en cuenta que es mucho más costoso sacar a alguien de la pobreza que evitar que caiga.

En tanto, el equipo económico anunció que proyecta la creación de 40 mil nuevos puestos de trabajo para este año, cifra que es analizada con cautela en el Cuesta Duarte, ya que no solo implicaría volver a niveles prepandemia, sino un avance importante en relación con los que se habían perdido en el último quinquenio. «Parece bastante complicado», enfatizó Picco. Sin embargo, en su presentación el gobierno quiso dar seguridad y estimó que 7 mil de esos nuevos empleos se crearían con base en las inversiones que se concretarán con el impulso de las herramientas de promoción. Sobre ello, Mordecki señaló que es un cálculo hecho «arriba de proyectos de inversión» y que por el momento no se sabe si se van a llevar adelante, además de que se toman como referencia las cifras que presentan las propias empresas.

En contraposición a la mejora del mercado laboral, el comportamiento de la evolución de los salarios no fue mencionado por la ministra. Es que los datos del pasado año marcaron un segundo año consecutivo de caída del salario real, acumulando un descenso del 3 por ciento en el poder de compra de los asalariados. De los convenios que se comenzaron a negociar en julio, correspondientes a la novena ronda de salarios, cerca de la mitad siguieron los porcentajes de recuperación propuestos en los lineamientos del gobierno. Esto significa que, para mediados de 2023, «recién estarían recuperando un tercio de esa caída», sostuvo la integrante del Cuesta Duarte. Esa recuperación, además, se encuentra atada a la evolución de la inflación y los correctivos durante el año. Como antecedente inmediato, «la inflación del segundo semestre del año pasado fue más alta de lo proyectado por el gobierno; a pesar de incorporarse un porcentaje de recuperación, el salario real volvió a caer», redondeó.

Hasta el martes, la reducción de la inflación era uno de los objetivos explícitos del equipo económico. Sin embargo, luego de un habilidoso manejo discursivo de la ministra, pasó a ser responsabilidad casi en solitario del Banco Central del Uruguay (BCU). Los motivos al respecto no fueron explicados, aunque es posible aproximar varias hipótesis. La principal es que el gobierno no ve como una posibilidad cercana encorsetar a la inflación dentro del rango meta –que en setiembre se fijaría entre 3 y 6 por ciento– debido al contexto internacional. El aumento en los precios de consumo del país es un fenómeno histórico, pero actualmente también se extiende a nivel mundial, por efecto del precio de los combustibles, la flexibilización en la política monetaria de los países y el boom de precios de bienes y alimentos (véase columna de Joseph Stiglitz en Mundo). Por ello, más allá de los vaivenes internos, el contexto tampoco ayudaría a facilitar el objetivo.

 

La otra posibilidad es que para intentar hacerlo estuviera dispuesto a disgustar al vigoroso sector exportador. La suba de las tasas de interés, herramienta de la política monetaria formulada por el BCU, busca fortalecer el peso uruguayo y atraer inversores desde la moneda estadounidense hacia instrumentos en moneda local. También entra en el menú del gobierno la posibilidad de que asuma que no podrá bajar la inflación y busque amortiguar el costo político ante una nueva caída del poder de compra durante este año. La proyección de CINVE va en esta línea y se proyecta en un punto de caída salarial en términos reales para 2022, estimó Zunino. Desde el ángulo del costo político, ese panorama no sería del todo negativo para el gobierno, en tanto el ajuste salarial podría ser uno de los factores que hiciera ceder, finalmente, a la inflación. Mientras no lo haga, que los salarios se sigan ajustando por debajo de su evolución le permitiría al gobierno «licuar» parte de sus gastos y seguir mejorando las cuentas públicas. Uno de los mayores, sino el principal, de sus objetivos.

1. Las transferencias para las políticas sociales se ajustan mediante la base de prestaciones y contribuciones, esta se puede actualizar según el índice medio de salarios o el índice del precio al consumo. El gobierno decidió ajustarlo mediante el primero, cuyo valor es menor al segundo, por tanto el ajuste fue menor. Esto impactó, además, en el valor monetario del mínimo no imponible, y de las franjas del impuesto a la renta de las personas físicas y del impuesto de asistencia a la seguridad social.

ODIOSAS COMPARACIONES

En la presentación de los resultados económicos de 2021, la ministra Azucena Arbeleche afirmó que la pobreza en menores de 6 años se encontraba en los valores más bajos de la serie desde 2006. La comparación con datos anuales –tal como se hizo en la presentación– no resultaba procedente y era necesario un análisis de la serie entre semestres. La afirmación de la ministra se constata desde el punto de vista técnico, aunque estadísticamente no es significativa, sostuvo el economista Federico Araya. En el primer semestre de 2021 la pobreza en niños menores a 6 años se ubicó en 16,1 por ciento, lo que representa una diferencia de 0,3 por ciento con respecto a los datos del primer semestre de 2019. La elección del tramo de edad para destacar no parece ser casual. Si se observa al siguiente, que comprende a los niños de 6 a 11 años, en el primer semestre de 2021 la pobreza ascendió al 17,8 por ciento, lo que representa un aumento del 2,1 por ciento con respecto al primer semestre de 2019. En el tramo de edad de 12 a 17 la diferencia es aún mayor –19,2 por ciento en el primer semestre de 2021, contra 15,2 por ciento en el primer semestre de 2019.

(Luciano Costabel, 18 febrero, 2022, Brecha edición 1891)

 


sábado, 12 de febrero de 2022

El debate económico detrás de la caída por segundo año del salario real

 

La pérdida de poder de compra de los trabajadores es para el Cuesta Duarte consecuencia de “la política salarial del gobierno”, que se aferra a que la recuperación de la economía y el empleo llevará a una mejora de las remuneraciones.

El concepto de salario es tan antiguo como el de trabajo, e incluso antecede la existencia de una palabra que lo defina, ya que nos remite a los inicios de la humanidad cuando todavía el dinero no existía en la forma en que hoy lo conocemos. Luego de la caza o la recolección de los alimentos, se repartía lo obtenido a modo de remuneración por el tiempo dispensado; un acuerdo que luego fue evolucionando y comenzó a retribuirse, ya no con el fruto del trabajo realizado, sino con otros elementos valiosos, como por ejemplo la sal. En la Antigua Roma los soldados recibían como recompensa bolsas de sal, que servían para diversos usos domésticos y además les permitían intercambiar por otros bienes y servicios. De ahí el origen de la palabra salario. Los siglos pasaron y el concepto se mantuvo, ocupando siempre un lugar privilegiado entre las problemáticas abordadas por las ciencias sociales: ¿cómo se reparte la torta entre los distintos actores que participan en el proceso productivo?

Sin embargo, al día de hoy sigue sin existir consenso en torno a sus diversas implicancias, su relación con el resto de las variables de la economía y su impacto sobre los niveles de bienestar social. Esta falta de consenso volvió a emerger durante la última semana, luego de conocidos los datos de la evolución salarial y la caída por segundo año consecutivo del poder de compra de los trabajadores.

El resultado fue cuestionado con señalamientos al gobierno por parte de la oposición política y el PIT-CNT, bajo el entendido de que hubo una política expresa para dejarlos caer como forma de procesar el ajuste económico con foco en la dimensión de las cuentas públicas -la evolución salarial determina el porcentaje de ajuste anual de las jubilaciones-. El poder de compra venía de un proceso ininterrumpido de 15 años de crecimiento anual, aunque con una desaceleración hacia el final del período.

En contraposición, y como muestra de la pugna de visiones económicas que atraviesa el debate al día de hoy, hay una postura -respaldada por jerarcas del gobierno- que no pone el foco en la caída salarial. Por el contrario, lo plantea como una consecuencia del funcionamiento del resto de la economía que, a partir de ahora, se revertirá con la recuperación del empleo.

Un bienio de retroceso

El lunes el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó los datos de cierre para el índice medio de salarios (IMS), que releva lo ocurrido con los salarios corrientes del sector público y privado: en el año 2021 el IMS subió 6,3%. Sin embargo, como la inflación se ubicó en el entorno del 8,0% en 2021, el resultado es una caída del salario real o poder de compra de 1,6%.

El viernes el Instituto Cuesta Duarte del PIT-CNT divulgó un informe en el que analiza el balance salarial del año. En términos acumulados, el salario real cayó cerca de 3,2% durante el último bienio. Hasta acá la parte descriptiva. La visión crítica señala que “a lo largo de este período de 21 meses [desde marzo de 2020], solamente en abril y mayo de 2021 los porcentajes de variación interanual del salario medio y los precios al consumo estuvieron alineados. En el resto de los meses la inflación se ubicó siempre por encima de la evolución del salario”.

El instituto indicó que se observó alguna mejora del índice salarial, producto de los acuerdos de la ronda de Consejos de Salarios que comenzó a mitad de 2021 -el año anterior no hubo negociación por la pandemia-, pero aun así el ajuste de las remuneraciones no pudo ganarle a la inflación, ni en el sector público ni en el privado: en el bienio los trabajadores del Estado tuvieron una caída real de sus ingresos de 2,1% y los contratados por empresas de 3,6%.

 

Los privados sufrieron por “la fuerte aceleración de la inflación” en los meses de inicio de la pandemia. Posteriormente, “la principal explicación de la caída del poder adquisitivo de las remuneraciones fue la política salarial llevada adelante por el gobierno”, con la postergación de la ronda salarial de 2020. Esa decisión “implicó la reducción deliberada y generalizada del salario real privado”, dado que los ajustes acordados tiempo atrás estaban “claramente por debajo de la inflación”.

Distinta es la situación de los públicos, de acuerdo al informe, ya que en 2020 tuvieron una mínima retracción del salario real (-0,22%), producto del ajuste recibido en enero, que provenía de la ley de presupuesto del gobierno anterior. Sin embargo, durante el año pasado tuvieron una baja de 2,1% -superior a la del sector privado-.

Al pasar raya al cierre de 2021, de los 12 sectores de actividad relevados por el INE, sólo en el caso de la intermediación financiera los salarios nominales se ubicaron por encima de la inflación. Por su parte, fueron los trabajadores del gobierno central quienes experimentaron la mayor retracción de sus ingresos medidos en términos reales.

En ese sentido, el Cuesta Duarte subrayó que “la evolución del salario real tiene una incidencia importante en lo que sucede con el ingreso de los hogares”, que también acumula dos años de caída, sumándose a otros fenómenos que impactan negativamente sobre el nivel de vida, como el “importante” número de trabajadores que durante varios meses estuvieron en seguro de paro y recibieron “prestaciones por debajo de sus ingresos corrientes”.

La masa salarial

Como eje central de la discusión en torno a la evolución de los salarios emerge el empleo, dado que estos dos factores se retroalimentan -cómo lo hacen es parte de la discusión que se reedita regularmente-. Por un lado, los salarios representan la parte de los precios en el contexto del mercado laboral. Por el otro, el empleo ocupa el lugar de las cantidades. Si se consideran conjuntamente precios y cantidades surge el concepto de la masa salarial. En concreto, la masa salarial surge de contemplar el devenir del número de ocupados y del índice de salario real, y se vincula a su vez con la evolución del producto interno bruto (PIB).

Este concepto había sido destacado meses atrás por parte del Observatorio de Coyuntura Económica de la Universidad Católica, que señala que, bajo las lógicas de la oferta y la demanda, ante un menor precio (salario) habrá un incremento de la cantidad (empleo) demandada por el mercado, y ante un incremento de los salarios por encima del PIB será el empleo el que se afectará.

A este respecto, el CED señaló: “La tónica de 2020-2021 ha sido la contraria a la observada en el quinquenio 2015-2019. En dicho período, la masa salarial crecía porque aumentaba el salario real a pesar de la caída del empleo. Esa pérdida de puestos laborales fue la contracara de salarios reales creciendo a mayores tasas que la productividad”. En el último período, con recuperación del empleo y caída del poder de compra, “la economía experimentó una ganancia de productividad”, según analizó esta institución.

Si bien el salario real viene con dos años de retroceso, la masa salarial se recupera, impulsada por el empuje del empleo. Sin embargo, como advirtieron desde la consultora CPA Ferrere, la masa salarial “se mantiene aún por debajo del nivel prepandemia debido al rezago en la evolución de los salarios”.

De acuerdo al reporte del CED, el año pasado la masa salarial creció 1,7% -resultado que surge de una suba de 3,2% del empleo privado y de una baja de 1,4% de los salarios-, en línea con la expansión del PIB. Que el nivel de actividad y la masa salarial tengan “variaciones de igual signo denota estabilidad de la participación de las remuneraciones del trabajo en el ingreso”, indicó el centro de estudios.

 

En la misma línea, el Observatorio de Coyuntura Económica de la Universidad Católica había señalado meses atrás que “en los últimos 14 años (desde 2007) el PIB y la masa salarial tuvieron variaciones del mismo signo en 12 oportunidades. Se venía de un quinquenio (2015-2019) con muy escaso crecimiento económico (4,2% en cinco años) en el que, en cada uno de esos años, había subido el salario real y bajado el empleo, acumulándose una pérdida de 54.000 puestos de trabajo en cinco años”.

Siguiendo esta lógica, los salarios recuperarían parte del poder de compra durante este año. “A diferencia de los últimos años, el diferencial entre el crecimiento del PIB y los salarios reales estuvo alejado del crecimiento promedio del empleo. Lo anterior supone que existe un espacio importante de mejora para la recuperación salarial tras dos años consecutivos de caída”, sostuvo el CED.

La visión de las autoridades

En línea con diversas manifestaciones de jerarcas del gobierno, la idea principal que guía las decisiones es que la recuperación de la economía traerá consigo una mejora del resto de los indicadores. De hecho, el director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), Isaac Alfie, dijo días atrás que lo salarial “no parece ser un problema hoy día”, dado que “un resultado lógico” es que “en la medida que la economía crezca los salarios van a subir”. En una entrevista con radio Oriental, planteó como una señal que parte de los empresarios y trabajadores hayan resuelto, durante la presente ronda de negociación colectiva, un ajuste por encima de las pautas del gobierno: “Están viendo lo que está pasando en el mercado de trabajo”.

Alfie repasó que “crece el empleo” mientras que “no crece la oferta de trabajo, un fenómeno que ocurre en todo el mundo tras la pandemia, y en ese mercado [bajo la lógica antedicha de oferta y demanda] los salarios van a subir; en el fondo es eso, si hay más actividad, los salarios suben y eso está claro”.

 

También el ministro de Trabajo, Pablo Mieres, auguró una mejora salarial para los años venideros y mantuvo el compromiso de que al final del período los trabajadores no sufrirán una caída de ingresos -es decir, al menos estarán en igual situación que en 2019-. En entrevista con El Observador, sostuvo que los acuerdos salariales de la última ronda que se ciñeron a la pauta del gobierno tendrán una recuperación de “alrededor del 40% de la pérdida” del salario real “al final de los dos años”, mientras que “otros van a terminar con una recuperación total” y “en algún caso sin pérdida”, producto del acuerdo entre partes.

“Debería darse un proceso de recuperación [salarial], todavía no completo. La ronda se extiende hasta mediados de 2023. Entonces, dependiendo del sector, hay algunos que recuperan más rápido y hay otros que recuperan menos rápido. Y no todo, en muchos de los casos. Lo que uno puede estimar a fines de 2022 es que va a haber una recuperación del salario real, pero todavía no completa con respecto a la pérdida ocurrida en el período puente (2020-2021)”, concluyó el ministro de Trabajo.

No obstante, pese al optimismo de las autoridades en torno al efecto arrastre que tendrá el crecimiento económico sobre los salarios, debe tenerse presente que los mecanismos no son automáticos o pueden operar con mayor rezago. Como advirtió Bruno Giometti, economista del Cuesta Duarte, “no es cierto que crecimiento económico y evolución de los salarios vayan de la mano. Entre 1990 y 1999 el producto bruto interno creció 37% y el índice medio de salarios reales 5% en todo el período”.

(Publicado en La Diaria el 7 de febrero de 2021)

martes, 8 de febrero de 2022

UNA BATALLA POR EL SENTIDO

 

La Ley de Urgente Consideración (LUC), como dispositivo político, fue concebida esencialmente como una blitzkrieg herrerista. Se trataba de romper las líneas defensivas del entramado batllista acumulado (el verdadero adversario de la derecha) con un golpe rápido y concentrado, aprovechando la sorpresa y la dispersión, y el crédito político de un gobierno de coalición recién estrenado. Tan es así que los estrategas del gobierno decidieron que ni el estado de incertidumbre que provocó la pandemia iba a impedir la aprobación de 476 artículos que nada tenían que ver con la situación de crisis que vivía el país.

Pretender pasar por la ventana y en medio de la conmoción todo un programa de gobierno, afectando aspectos medulares de las instituciones y los marcos de convivencia política y social de Uruguay, más que un síntoma de fortaleza, indica lo contrario. La propia LUC, así como su posterior impugnación parcial con la convocatoria al referéndum, parece remitirnos a un fenómeno más de fondo: la incapacidad del polo de poder «antibatllista» (la articulación entre herrerismo, riverismo, coloradismo liberal o «jorgismo», gremiales del gran capital y el ruralismo de masas) para restablecer una hegemonía contundente y duradera.

Es que este viejo bloque de poder, que históricamente antagonizó con el batllismo y creyó haber logrado una victoria definitiva hacia los noventa del siglo pasado en plena fiesta neoliberal, con la inestimable ayuda de la dictadura, que diezmó gran parte de la izquierda, ahora se enfrenta a una extraña y fastidiosa coparticipación política con los derrotados del último cuarto del siglo XX. Más aún, se enfrenta a que estos últimos tienen la capacidad de bloquear políticamente los componentes más agresivos de su programa. Esta es la clave de la situación de empate e impasse estratégico en la que gravita la política nacional. La disputa en torno a la LUC es expresión y se enmarca en ello.

Como sea, los cálculos fallaron y el movimiento relámpago ahora está empantanado, a la espera del desenlace electoral del referéndum, lo que obliga a la coalición a demorar varias de sus reformas, dilatar los juegos de perfilismos en su interna y pausar la aplicación de la propia LUC, como en el caso de la postergación de sucesivas subas de los combustibles.

¿Por qué no funcionó el golpe rápido? El gobierno dirá que porque el Frente Amplio (FA) y los sindicatos quieren sabotear su gestión. Eso no explica las 800 mil firmas. La LUC, como conjunto, se orienta a la rotura de lo público, entendido lo público en un sentido amplio. No contaron con que aún hay un amplio sentido político de defensa de lo público, que, si bien es encuadrado organizativamente por el FA y el movimiento sindical y social, y otrora lo fue esencialmente por el batllismo y segmentos minoritarios del Partido Nacional, es mucho más que esas fuerzas. Esa entelequia, ese capital político de la sociedad uruguaya, es lo que se ha manifestado. Amparo Menéndez-Carrión lo sintetizó de la siguiente manera: «Una polis golpeada no es una polis vencida».

Según Oscar Bottinelli, el sí tiene por delante el desafío de trepar una «montaña de 240 mil votos», lo que necesita sumar para alcanzar las 1.200.000 voluntades necesarias para derogar la ley si tomamos como referencia la base electoral de la izquierda en la primera vuelta en octubre de 2019 de aproximadamente 950 mil votos. Otro dato relevante para calibrar el escenario es la segunda vuelta de noviembre de 2019, en la que el FA obtuvo 1.150.000 votos (49,21 por ciento), apenas 30 mil menos que Luis Lacalle.

Probablemente la estrategia del gobierno se inclinará a convertir la elección en un plebiscito sobre sí mismo y, principalmente, llegado el caso, sobre la figura presidencial. Al mismo tiempo intentará encapsular el referéndum en una confrontación del gobierno con los sindicatos y el FA.

La estrategia de la derogación debe evitar ese cerco. Es clave, en ese sentido, esquivar los códigos discursivos de una identidad política atrincherada, que circula exclusivamente por los lugares comunes del «ser de izquierda» y de las camisetas políticas o gremiales propias. Esto no es sencillo, porque los reflejos nos llevan hacia esos lugares. La clave está en diagramar un espacio discursivo y de sentido capaz de convocar una mayoría social lo suficientemente amplia para ganar el referéndum, y eso exige una apertura de las fronteras de la identidad política.

A pesar de las distancias, es útil mirarse en los espejos de las mayorías sociales que se produjeron en las diferentes instancias de democracia directa que frenaron el proceso de privatización de los noventa e inicios de los dos mil: el referéndum para la anulación de la ley de empresas públicas de 1992, 1.293.016 votos (el 65 por ciento de los votos emitidos); la derogación de la ley de privatización de ANCAP en 2003, 1.201.626 votos (el 60 por ciento de los emitidos); el plebiscito para la gestión monopólica por parte del Estado de los servicios de agua potable y saneamiento de 2004, 1.440.000 votos a favor (el 65 por ciento del padrón de habilitados). En esas batallas cívicas, que tienen grandes paralelismos con la que tendremos el 27M, fue clave el papel de la izquierda y el conjunto del movimiento social y popular como promotores y dinamizadores, pero lo que se expresó fue la conciencia social arraigada sobre el valor estratégico del patrimonio público. Es una conciencia que viene de lejos y que es tributaria de diversas tradiciones políticas e intelectuales, en las que sobresale el papel de varias generaciones de batllistas. Y en las que también es destacable, y conviene recordarlo en esta hora, la sistemática oposición del linaje herrerista a esta perspectiva.

Indirectamente, toda confrontación política nacional está atravesada por la cuestión de quién representa lo particular y quién, el interés general, y, de otro modo, quién, lo foráneo y quién, el «ser nacional». Tal vez lo que está en el incómodo «afuera» de lo que significa Uruguay y de lo que son las mejores construcciones institucionales de nuestro país no son las ideas de la izquierda, que, según repite el general retirado Guido Manini Ríos, responden a «intereses inconfesables y foráneos», ni el propio FA, «que no se sabe ni quién es», según lo que dijo el presidente Lacalle hace pocos meses. Tal vez lo foráneo y lo extraño, y, por tanto, lo que pueda quedar encerrado en la retórica del afuera, sea, por forma y contenido, la propia LUC, más precisamente los 135 artículos sometidos a referéndum.

La LUC va a contramano del fortalecimiento de un Estado activo, con resortes estratégicos para nivelar la cancha y promover el desarrollo, y nos aleja de la posibilidad de construir modelos que apelen a la igualdad, la coparticipación y los procesos de integración social. Por tanto, choca de frente con aquello que hace singular a Uruguay y lo distingue positivamente en el mundo y la región.

Esta será una campaña en la que habrá que tener mucha memoria y conciencia histórica de lo que está en juego. Quienes han militado y militarán por el sí en este referéndum, más allá de sus afinidades partidarias o gremiales, tendrán sobre sus espaldas la defensa de lo mejor de las tradiciones políticas de Uruguay. Felizmente hay otra cosa que también hace singular a Uruguay: la democracia directa, por medio de la cual la gente sencilla y corriente puede ubicar y marcar los límites a su gobierno.

Quién iba a decirlo, las paradojas de la historia uruguaya: el partido de don Pepe, el de los independientes «socialdemócratas» y el de los «nacionalistas artiguistas», todos apoyando la ley del herrerismo neoliberal. Mientras tanto, el legado batllista y las mejores creaciones de la historia nacional, en los hombros de unos nadies trillando pueblos y barrios con una lapicera y tres banderitas rosadas.

(Rodrigo Alonso, Brecha, 20 enero, 2022)

 

                       

           

           

jueves, 3 de febrero de 2022

EL NAUFRAGIO DEL «GRAN HERMANO» DEL TRANSPORTE

 

Gente bien colocada

Detrás de la informalidad del sector del transporte de carga, que ni el presidente Lacalle ni las autoridades del Ministerio de Transporte y Obras Públicas (MTOP) deciden enfrentar, se mueven poderosos intereses vinculados a la soja, el arroz, la madera y los frigoríficos.

Las cifras son elocuentes: los camiones de transporte de carga que se desplazan por las rutas nacionales son el 6 por ciento del total de vehículos que circulan, pero representan el 20 por ciento del total de accidentes; el 95 por ciento de los transportistas no están regulados; en 2020-2021 se duplicó la venta de camiones cero quilómetro como consecuencia del crecimiento exponencial de las exportaciones agrarias; la masa salarial mínima para los 40 mil trabajadores del transporte de carga ronda los 37 mil pesos mensuales, pero sus aportes promedio al BPS son por 20 mil pesos; la evasión al BPS se materializa por una liquidación alternativa de salarios, por fuera del laudo, calculando promedios ya sea por quilómetros recorridos, por cantidad de carga transportada o por ahorro de combustible; de la mano viene la evasión a la DGI, que aumenta la evasión total del sector a los 500 millones de dólares anuales; en la zona de frontera, el camionero puede llegar a cobrar hasta 50 mil pesos, pero con un gran costo en seguridad porque las jornadas llegan a las 16 horas y en ocasiones trabajan cinco días seguidos; las viudas de esos trabajadores que se duermen en las rutas reciben pensiones por salarios de 10 mil pesos; la gran mayoría de las 7.500 empresas del sector tiene pequeñas flotas, de dos o tres camiones, y, en la imposibilidad de competir, se sumerge en la desregulación; la otra gran causa de accidentes es la imposibilidad de frenar a tiempo, por la sobrecarga de los camiones.1

En gran medida, los problemas del sector del transporte carretero, virtualmente el único para el desplazamiento de carga, habían encontrado una solución global en 2017, tras un acuerdo entre la Intergremial de Transporte Profesional de Carga Terrestre del Uruguay (ITPC), el Sindicato Único del Transporte de Carga y Ramas Afines (Sutcra), los ministerios de Transporte y de Trabajo, la DGI y el BPS. La solución implicaba la instalación de un dispositivo de control que verificaba la ruta de cada camión, el tipo y el volumen de la carga, la duración de los viajes, el gasto de combustible y los tiempos de espera entre carga y descarga. El dispositivo de control, el Sictrac, implicaba una erogación anual de unos 300 dólares, que se utilizaría en mecanismo de comodato.

 

La solución, que contaba con el apoyo de la mayoría de los empresarios del transporte de carga, comenzó a naufragar en 2019, cuando una porción significativa de empresas del interior del país interpuso reparos sobre el alcance de los controles, hasta imponer el criterio tras unas elecciones en la ITPC que cambiaron la relación de fuerzas entre empresarios inclinados a la formalización del sector y aquellos que preferían la informalidad. El cambio de criterio coincidió con la postura del senador Luis Lacalle, quien elevó al MTOP un pedido de informes reclamando detalles sobre el proceso de adjudicación del permiso para la instalación de los dispositivos y que, más tarde, como candidato presidencial del Partido Nacional (PN), anunció durante la campaña que suspendería el mecanismo de control.

LA ENTENTE CONTRARIA A LOS CONTROLES

Para entonces, la oposición al Sictrac había superado el ámbito de los empresarios del interior vinculados al PN y reclutaba nuevas fuerzas, en Un Solo Uruguay y en sectores productivos del agro que ya en 2017 se oponían a los controles e impulsaron un conflicto, fundamentalmente de los sectores arrocero y sojero, con la ITPC. La aplicación obligatoria del dispositivo iba más allá de los transportistas y abarcaba también a empresas que tuvieran flotas propias, como los acopiadores de granos, los barraqueros, las papeleras, los frigoríficos, incluso empresas de supermercados de grandes superficies.

Tal acumulación de fuerzas opositoras impulsó un reclamo judicial para la suspensión de la puesta en práctica del Sictrac, y para cuando el ministro de Transporte del gobierno anterior, Víctor Rossi, estuvo en condiciones de implantarlo, en el verano de 2020, en la transición de administraciones, el tiempo se había agotado. Quizás las dos primeras medidas sustantivas del flamante presidente Luis Lacalle en relación con el gran capital tuvieron como protagonista directo al MTOP: la privatización del puerto de Montevideo y la desregulación del transporte de carga por la vía de la suspensión del mecanismo del control, que se volvió permanente. Las dos medidas fueron impulsadas por el ministro Alberto Heber; sobre el sector del transporte, Heber fundamentó que había que investigar las circunstancias en que fueron adjudicados los permisos de explotación del Sictrac.

 

 

El control del transporte de carga afectaba a un universo empresarial que iba mucho más allá del sector e incluía al gran capital transnacional, que se opone a cualquier tipo de control más por una cuestión ideológica que por los eventuales costos.

LAS SOSPECHAS DE FAVORITISMO

El proceso de homologación para la explotación del Sictrac, impulsado por el ministro Rossi, mostró un talón de Aquiles en la designación de una comisión asesora de la ITPC integrada por Fernando Lorenzo y David Eise, ambos jerarcas del Ministerio de Economía y Finanzas durante el gobierno de José Mujica. Al parecer, ambos tuvieron cierta responsabilidad en la homologación de dos empresas, SITSA y Bidafox, propiedad del empresario Carlos Baladón, con experiencia en sistemas de trazabilidad en contenedores. Aunque Lorenzo y Eise actuaron para la ITPC, se sospechó que sus vínculos con el gobierno facilitaron gestiones para la designación de las empresas homologadas. Aunque finalmente la Justicia no encontró elementos de cuestionamiento al proceso, como para detenerlo definitivamente, las acusaciones de favoritismo alcanzaron al presidente de la ITPC, Mauro Borzacconi, tildado de «traidor, mafioso y autoritario» en las redes sociales. Borzacconi es un defensor del sistema de control y en su momento se negó a plantearle al gobierno la marcha atrás que, según opinó, está fundamentada en la vigencia de la informalidad; quienes habían apoyado el Sictrac en realidad no creyeron nunca que se iba a aplicar, dijo.

EL HOMBRE ADECUADO EN EL MOMENTO PRECISO

Todo lo relativo a políticas de transporte está concentrado en la Dirección Nacional de Transporte, un cargo clave en el ministerio respectivo. Por tanto, la elección del director era una decisión clave. En marzo de 2020, en el cambio de autoridades, Luis Lacalle, en acuerdo con Alberto Heber, eligió para el puesto a un correligionario del Herrerismo. Pero no era esa la única virtud del abogado Pablo Labandera. Su virtud más notoria, si no la principal, es su agilidad para saltar de un lado al otro del mostrador. Por lo menos desde 2013 –pero seguramente desde mucho antes– y hasta que fue designado como director nacional de Transporte, Pablo Labandera fue abogado asesor de la ITPC y, como atestiguan documentos, sus honorarios profesionales eran cargados (nunca tan apropiado el verbo) a Tecnotral SA, una sociedad propiedad de ITPC que, a diferencia de esta, sí tributa IVA, que el profesional podía descontar.

 

En esa responsabilidad, Labandera participó en todos los detalles del proceso de negociación del sistema de control y su asesoramiento fue tanto a favor del Sictrac como en contra, cuando cambió la correlación de fuerzas en la directiva. Como revelan algunos documentos referidos a aspectos salariales del Sictrac, su asesoramiento tiene una constante: buscar la justificación de la norma que favorezca los intereses empresariales. Y así como antes había fundamentado los beneficios de establecer controles sobre el transporte de carga, después, ya en la Dirección Nacional de Transporte, elaboró argumentos para eximir al ministerio de responsabilidad en los mismos controles sobre evasión y aplicación de laudos, aspectos que ahora no corresponden al ministerio, según argumenta. Otras obligaciones, como los controles de carga o las inspecciones sobre el estado de los camiones que recorren las rutas, enfrentan dificultades, según su explicación, por la carencia de personal para las inspecciones. A pesar de las constantes denuncias sobre condiciones de trabajo en el sector, sobre evasión y aumento de accidentes, ni el director Labandera ni el ministro –el empresario del transporte José Luis Falero– sienten urgencia por establecer un sistema de control, ya sea el Sictrac u otro.

 

 

1. Las cifras surgen de la exposición de los dirigentes sindicales César Bernal, Marcelo Luzardo y Marcos Lombardi, del Sutcra, en la sesión del 16 de junio de 2021 de la Comisión de Transporte, Comunicaciones y Obras Públicas de la Cámara de Diputados.

Samuel Blixen,28 enero, 2022. Brecha 1888

miércoles, 2 de febrero de 2022

Si digo derechos humanos.

 

Este 25 de enero se cumplieron 21 años del fallecimiento de Luis Pérez Aguirre en un trágico accidente. Perico era un personaje multifacético: cura ordenado por la congregación jesuítica y un defensor de los derechos humanos, de la mujer, de las no personas, de los niños, de la ecología, un incansable luchador contra las violaciones de los derechos humanos ocurridas durante la dictadura cívico-militar, escritor, fundador del hogar La Huella y del Servicio Paz y Justicia (SERPAJ) Uruguay y representante en la Comisión para la Paz. Para Perico el semanario Brecha fue su casa, donde escribió múltiples artículos, expresión de su vocación de comunicación para promover la reflexión y la acción transformadora de la realidad de injusticias. Su obra –más de 20 libros y decenas de artículos– atestigua que él creía que «la experiencia, si se comunica y comparte, deja de ser un valor privado para convertirse en patrimonio de muchos». La Red de Amigos de Luis Pérez Aguirre quiere compartir en este difícil contexto económico, social y político un fragmento de su libro Si digo derechos humanos… (Serpaj, Uruguay, agosto de 2007 –primera edición de 1991–), porque lo consideramos de total vigencia en la actualidad.

En el hogar La Huella, en 1987. Imagen extraída del libro Desaparecidos, a la escucha del silencio para sellar la paz Óscar Bonilla

«Hay momentos tan graves en la marcha de la humanidad, que para los marginados vivir en América Latina hoy es una tarea casi imposible. Vivir para las no personas es un trajinar peligroso y continuo por un camino desconocido que está en el límite entre la vida y la muerte, entre el odio y el amor, entre la justicia y la opresión.

No podemos entonces fantasear sobre lo que está en juego. No podemos equivocarnos o trampear con las palabras. En estas circunstancias es muy difícil abordar el tema de los derechos humanos. Es muy difícil darse cuenta de los matices del vocabulario. No llamemos derechos humanos a aquello que no es sino un tratado de guerra escrito con la sangre de los humillados. Podríamos hacer creer que estamos delante de una reflexión clásica sobre los derechos humanos y podríamos terminar inflados de irresponsable utopía. En realidad este es un tema duro, sobre el terrible asunto de cómo hacer vivir a millares de niños que van a morir antes de que termine este día. Es el problema de abordar el punto de vista de aquellos que son desposeídos. Al contrario de la concepción liberal, que centra su discurso sobre los derechos de la persona, nuestra concepción de los derechos humanos tiene como centro el no hombre, la no persona, la multitud pobre de América Latina.

En la antigüedad los griegos llamaban a los esclavos apropos, es decir, ‘aquel que uno no ve, el sin rostro, la no persona’. Es el rostro de los excluidos, de los marginados, de los mendigos, de las prostitutas, de los niños de la calle, de los homosexuales, de la sombra de los torturados, de los desaparecidos y de todos los olvidados de la comunidad de los derechos humanos.

¿Cómo anunciar al no persona, a los “despersonalizados”1 que tienen derechos humanos? ¿Cómo hablar de los derechos humanos a partir del sufrimiento del inocente, de la larga queja de los humillados y de los ofendidos por las estructuras injustas y aparentemente abstractas? Preguntas que no tienen verdaderas respuestas sino de parte de los mismos pobres. También en América Latina se trata de asegurar la transición de un discurso de los derechos humanos que no habla a los pobres a una doctrina y un compromiso experimentado por ellos mismos. Hablar de derechos humanos no es cuestión de discurso teórico. Es antes que nada un estilo de vida, una manera de ser ante el azote, el más devastador y el más humillante, que es la situación de pobreza inhumana en la que viven millones en América Latina. Esta situación infrahumana de la no persona viola todos los derechos humanos, pero al mismo tiempo felizmente ella puede también ser el lugar de una experiencia de liberación y dignidad.

En América Latina no es hora para discutir un sistema de políticas teóricas ni para el cambio de estructuras abstractas, sino para la defensa de los derechos de la no persona, para la lucha por los salarios, por la tierra y por el trabajo. Todo esto en el seno de un sistema capitalista mundial que se estructura y se moderniza dentro de los países ricos, sobre la base de las nuevas tecnologías, creadoras de desempleo en nuestros países y de la succión de nuestras riquezas por parte de la deuda externa. Los problemas no podrán ser resueltos sin la participación acreditada de aquellos que han sido siempre excluidos: los campesinos, los obreros y las obreras, las etnias olvidadas, los jóvenes. Es, pues, la hora de aquella democracia que podrá un día conducirnos a un sistema económico diferente del actual capitalismo dependiente e injusto, a un socialismo a redefinir, a reinventar, no a partir de ideologías, sino como resultado de prácticas de los derechos y de la justicia de los pueblos que la buscan afanosamente.

La visión de los derechos humanos que aquí presentamos tiene una dimensión polémica. Tiende a apartarse de la doctrina tradicional y también de las posiciones progresistas de Europa y América del Norte. Esta visión intenta inaugurar una nueva época dentro de la historia de los derechos humanos. Ella desea afectar toda la elaboración teórica actual adoptando otro punto de vista que es contradictorio en relación con las reflexiones de los países ricos del norte. Se desea adoptar el punto de vista de la no persona. Se pretende que sea universal y no sectorial o exótica.

Dentro de la lógica de esta toma de posición, nos es grato señalar que la originalidad está en el método, es decir, en nuestra manera de organizar la práctica de los derechos humanos. Reflexionamos a partir de la práctica de los derechos de los pobres que deseamos articular de una manera específica entre compromiso y reflexión, práctica y teoría.

Dentro de la marcha dinámica de esta teoría de los derechos humanos se afirma en primer lugar la prioridad de la práctica, de la acción, del compromiso. […]

Se necesita entonces cambiar de lugar social. El lugar social es el punto a partir del cual uno percibe y comprende la realidad y trata de actuar en ella. Se necesita pasar del lugar social de las elites de los derechos humanos al lugar social de los pobres. Es a partir del mundo de los pobres que debemos intentar leer la realidad social y comprometernos en su transformación defendiendo los derechos de los empobrecidos. La visión de los pobres y los oprimidos de los derechos humanos va a ser el punto de partida y el primer criterio dentro de la lectura y la comprensión real del hombre y del mundo de los derechos humanos. Y tal proceso de cambio no puede ser puesto en marcha sino por aquellos que sienten en su carne la quemadura de la injusticia y la exclusión social. […]

La Declaración Universal de los Derechos Humanos y los dos pactos, adoptados por unanimidad, con autoridad jurídica, política y moral universal, no han sido cuestionados seriamente por parte de las naciones pobres del sur. Estas son ciertamente razones para celebrar y admirar lo que se ha conseguido en el campo de la promoción de los derechos humanos durante una cuarentena de años. Pero no hay que ir demasiado rápido. En América Latina estamos confrontados con una realidad alarmante: los derechos humanos están absolutamente fuera del alcance de las mayorías empobrecidas. […]

Es absolutamente necesario que se mire de frente a ciertas falsas convicciones o mitos que afectan negativamente el sistema internacional de los derechos humanos con un impacto devastador en relación con los derechos de los marginados en América Latina.

La primera falsa convicción es que se cree posible dentro de un mundo internacional injusto la aplicación de los derechos humanos de manera armoniosa a todos los seres humanos, sin que nadie pierda y ganando todos. Es necesario aceptar claramente que “asegurar los derechos de los desposeídos se hará frecuentemente en detrimento de los satisfechos” (Clarence J. Dias).2 Asegurar los derechos de los pobres implica afectar el poder de los ricos y privilegiados que han provocado esta situación. La comunidad de los derechos humanos debe abandonar toda neutralidad e imparcialidad, imposible de mantener en relación con la no persona, y debe colocarse al lado de los marginados.

Una segunda falsa convicción tiene que ver con la igualdad y el carácter universal de los derechos humanos que afirma que todas las personas gozan, en teoría, de derechos humanos iguales. La realidad y la práctica son claras en negar esto y en mostrarnos que los derechos humanos vienen a ser simplemente los derechos de los ricos y poderosos y que la afirmación de sus derechos por parte de los privilegiados y los fuertes es siempre causa de violación de los derechos de los débiles y los pobres.

Una tercera falsa convicción, hija de una debilidad en la conceptualización liberal de los derechos humanos, concierne a las necesidades esenciales de las personas y sus derechos económicos, sociales y culturales. Esta falsa convicción desemboca en un conflicto entre el pan y la libertad. Y la libertad es más importante, naturalmente, dentro de la concepción liberal de los derechos humanos. Es necesario darse cuenta de que “sin pan la libertad de palabra, de asociación, de conciencia y de religión, de participación política a través del sufragio universal simbólico puede revelarse existencialmente insignificante” (Upendra Baxi). Y el profesor Dias concluía muy sabiamente esta constatación diciendo que la cuestión no se plantea verdaderamente en términos de “pan y/o libertad en abstracto. Se trata más bien de saber quién tiene, cuánto de cada cosa, por cuánto tiempo, a qué precio para los otros y por qué”. Es decir, el discurso de los derechos humanos dentro de estas condiciones de pobreza masiva y de no persona es un problema de justicia distributiva, de acceso a los medios y de necesidades concretas.

Es necesario tomar en serio la ligazón entre los derechos económicos, sociales y culturales y los políticos y civiles. La pobreza, la violación de los derechos económicos no es fruto del azar. La soledad y el sufrimiento no son el fruto de la suerte o de una oscura fatalidad. La pobreza es deliberada, es producto de la voluntad de los hombres. La no persona, el marginado y la víctima de la violación de los derechos humanos son producto de una injusticia y de una explotación debidas al ejercicio injusto y desenfrenado de los derechos de algunos. […]

El desarrollo fundado sobre la violación de los derechos humanos, sobre el crecimiento a cualquier precio, es un desarrollo perverso que trae como consecuencia sufrimiento para los pobres a una escala intolerable y que resulta en las más graves y masivas violaciones de los derechos humanos. Y entonces, suprema ironía y cinismo, la comunidad de los derechos humanos se moviliza con programas de caridad para remediar el mal irreparable que ha sido hecho a las víctimas y tranquilizar así la propia conciencia. En lo que concierne a las víctimas, los marginados, ellos necesitan en primer lugar vencer el hambre, establecer la justicia en las relaciones desiguales y el respeto. La restitución de sus derechos y no una caridad paternalista que no actúa sobre las causas […].»

 

1. La expresión derechos de los despersonalizados tiene una gran ventaja cuando se habla de los derechos de la mujer. Generalmente se habla de los derechos de los pobres, de las mujeres, de los negros, de los indígenas, de los homosexuales, etcétera, y no se repara en que debemos superar la dicotomía lingüística entre las mujeres y los pobres, los negros, los indígenas, los homosexuales, etcétera, como si esta convención lingüística no estuviera insinuando que las mujeres no son eventualmente negras, pobres, indígenas, homosexuales, etcétera, y que los negros, los pobres, los indígenas o los homosexuales no incluyeran a las mujeres. Es necesario tener presente que en el caso del derecho de la mujer en cuanto tal, es violado de manera múltiple y simultánea cuando se violenta su ser como persona, como raza, sexo o condición económica.

 

2. Dias, Clarence J., Pour que les exclus puissent jouir de leurs droits de l’Homme, Les Droits de l’Homme, 1948-1988, coloquio internacional Quatrième Anniversaire de la Déclaration Universelle, Palacio de Chaillot, 8 y 9 de diciembre de 1988, editorial UNESCO, París, p. 39.

(Luis Pérez Aguirre,28 enero, 2022. Brecha 1888)