Extraído de:
Mantero R. (1998)“Apuntes críticos en torno a la autonomía del derecho del
trabajo y sus relaciones con el derecho civil” en rev. Der. Lab XLI (190)
páginas 456 a 476
Espacio de difusión social y jurídica; nada es mío, ¡niguna abeja puede decir esta miel la hice yo!
Extraído de:
Mantero R. (1998)“Apuntes críticos en torno a la autonomía del derecho del
trabajo y sus relaciones con el derecho civil” en rev. Der. Lab XLI (190)
páginas 456 a 476
Para
ponderar la relevancia y el sentido de las medidas anunciadas por el presidente
ante el Parlamento el pasado 2 de marzo, es preciso dar cuenta brevemente del
contexto. En materia de crecimiento económico, estadísticamente se registran
dos años de crecimiento consecutivos, 4,4 por ciento en 2021 y 5,5 por ciento
en 2022. Sin embargo, es preciso matizar esos valores porque, en primer lugar,
responden al efecto rebote de la caída en 2020 (-6,1 por ciento) y el valor de
2022 en gran parte corresponde al efecto de «arrastre estadístico» respecto al
año anterior. De hecho, si miramos la variación trimestral quitando los
factores estacionales, el tercer trimestre de 2022 ya registra una leve caída
de 0,1 por ciento. El crecimiento genuino de 2022 es cercano al 2 por ciento.
Este escenario menos expansivo se vio reflejado en la nula creación de empleo
en 2022 si miramos el año de punta a punta en vez de comparar los promedios
anuales.
La
evolución de las exportaciones ha sido clave para entender la expansión del
PBI. Luego del paréntesis pandémico en 2020, los años 2021 y 2022 fueron récord
en ventas de bienes al exterior, con 11.549 millones y 13.356 millones de
dólares, respectivamente. El último pico exportador había sido 2014 con cerca
de 10.000 millones de dólares. No obstante, en el segundo semestre de 2022 ya
se observa un estancamiento de las exportaciones, y las previsiones para 2023
son de un valor exportado 0,2 por ciento menor a 2022.1 La exportación de
servicios también fue buena, con 5.500 millones de dólares en el año móvil al
tercer trimestre de 2022.
Este
proceso de expansión económica se dio en simultáneo con una caída de los
salarios reales de aproximadamente 3,7 por ciento entre 2019 y 2022, y se
presentó la paradoja de que mientras los trabajadores uruguayos producen más
riqueza disponible, al mismo tiempo, son más pobres. Similar ha sido la pérdida
sufrida por los jubilados. Con un frente externo que ya no tiene el empuje de
2021 y del primer semestre de 2022, el gobierno comienza a recibir críticas del
sector exportador por la apreciación del peso y el manejo de la política
monetaria contractiva que la favorece. En estas circunstancias, con los
impactos de la sequía mediante, no es tan claro que el gobierno esté dispuesto
a cumplir su compromiso de llegar a los niveles salariales prepandemia al final
del mandato.
La
distribución funcional del ingreso se hizo más regresiva entre 2019 y 2022,
porque si bien el empleo aumentó respecto a 2019, no lo hizo lo suficiente como
para mantener el peso relativo de la masa salarial en el PBI. En un trabajo del
economista Fernando Isabella se estima que en ese período la participación de
los salarios en el PBI pasó del 41,5 por ciento al 40,3 por ciento, mientras
que los ingresos del capital se elevaron del 37,8 por ciento al 39,3 por
ciento. Si a esta pérdida de los trabajadores se le agrega lo perdido por los
trabajadores autónomos, el monto total de la transferencia desde el trabajo al
capital es de aproximadamente 1.000 millones de dólares durante 2022.2 Resta
ver si esta expropiación del trabajo se transformó en un fondo de acumulación
para relanzar la actividad productiva o tuvo otros destinos. Al momento, los
magros resultados en el crecimiento efectivo y el incremento de variables como
la formación de activos en el exterior por parte de uruguayos (fuga de
capitales) indican lo segundo.
Estrictamente
no estamos ante un proceso de crecimiento mal distribuido o ante una suerte de
«derrame», sino de crecimiento y empobrecimiento al mismo tiempo y de derrame
invertido. Los datos de pobreza son claros: en 2019 las personas pobres eran el
8,8 por ciento del total, mientras que en el primer semestre de 2022 son el
10,7 por ciento, y en los niños menores de 6 años, en el mismo período, la
pobreza trepa del 17 al 22,5 por ciento. Son datos que no se condicen con las
intenciones de producir bienestar e igualdad de oportunidades que el presidente
subrayó en su discurso.
En términos
generales, tenemos un proceso de expansión económica luego de la crisis del
covid-19, en gran medida apalancado en un repunte considerable de los precios
de nuestros productos de exportación, que se gestiona dentro de una política de
redistribución regresiva del ingreso, logrando así una recomposición de los
márgenes de rentabilidad del capital. A esto hay que sumar una baja del déficit
fiscal, una mejora del riesgo país (el costo del endeudamiento) y una caída en
la informalidad. La contracara es un aumento de la pobreza, caída de los
salarios y las jubilaciones y del gasto en políticas públicas universales y
mayor desigualdad. Con este panorama es coherente que, por un lado, el clima de
expectativas del empresariado que releva la encuesta de la consultora Exante dé
un 88 por ciento entre «bueno» y «muy bueno» (mientras que en el quinquenio del
gobierno anterior ese valor promediaba el 20 por ciento), y por el otro, las
encuestas de intención de voto proyectan un escenario complicado para la coalición
de gobierno.
ES LA
POLITICA
En este
contexto, en el que la tendencia ha sido de una expansión en los estratos más
altos y de empobrecimiento en los bajos, sería esperable una medida de gobierno
que finalmente priorizara a los más perjudicados. No fue así. La rebaja
impositiva anunciada, que fundamentalmente aumenta el monto de las deducciones
del IRPF y sube el mínimo no imponible del IASS, es una verdadera política
focalizada, pero en el quintil más rico de la población. Con poco gasto -150
millones de dólares (0,2 por ciento del PBI) es la renuncia fiscal del conjunto
del paquete-, el gobierno logra una buena relación entre costo y efecto. Si
bien se trata de una medida regresiva, no es tan claro que sea leída como
impopular, porque si bien solo un cuarto de los jubilados paga IASS y un tercio
de los asalariados IRPF, quienes ahora no forman parte de esa franja en gran
parte aspiran a estar en esa posición.
Más allá de
que el presidente la haya presentado como un estímulo a la dinámica económica
«en los barrios», no hay lógica tributaria ni económica en esta medida, hay
lógica política. Es usual pensar que un gobierno es equivalente a una
«administración» de la cosa pública, que cumple o no promesas de campaña,
etcétera; sin embargo, un gobierno es también parte de un proyecto que responde
a los intereses de determinados segmentos de la sociedad y que tiene que
articular un esquema de poder determinado. En esas circunstancias, esta medida
tiene varias lecturas. En primer lugar, es notorio que busca agradar a la
franja superior de los asalariados, lo que se podría denominar clase media
alta, con sesgo costero, alto nivel educativo, un sector numéricamente no tan
relevante, pero de alta incidencia en la formación de opinión. En segundo
lugar, se trata de un movimiento por parte del Partido Nacional para avanzar
sobre el espacio social que queda huérfano con la renuncia de Ernesto Talvi y
la dificultad del Partido Colorado para recomponer ese flanco
liberal-progresista. Es una medida que, comunicacionalmente, fue gestionada
como iniciativa del núcleo mismo del gobierno, donde sus socios aparecen
desdibujados. Al margen de estos elementos de política menor y a la luz de la
coyuntura general, que como vimos muestra un escenario económico que no es tan
promisorio y que además arrastra una situación social de deterioro, el saldo de
los anuncios parece magro, más cerca del acto administrativo que altera unas
alícuotas impositivas con bajo impacto que de la política de Estado.
De los
elementos observados, pareciera que el gobierno se encamina a dejarnos como
saldo la redistribución regresiva del ingreso, un debilitamiento del capital
público, la pérdida de fuerza por parte de los sindicatos, por medio de la Ley
de Urgente Consideración (LUC), que van a dificultar su capacidad de incidir en
la puja distributiva, y una mejora relativa del frente fiscal, que, como señaló
el economista Daniel Olesker, «se basó en la reducción de salarios y del gasto
en las políticas sociales universales».3
Si bien el
gobierno venía con aspiraciones refundacionales, más allá de lo que pueda
significar estructuralmente la reforma educativa o jubilatoria, no parece estar
desplegando una gran energía política ni una agenda tan ambiciosa en materia
estructural más allá de los movimientos redistributivos de la riqueza y, en
menor medida, del poder. Posiblemente el referéndum contra la LUC y la pandemia
incidieron en la falta de profundidad del ciclo gubernamental, pero al margen
de ello tampoco se visualiza demasiada sustancia programática en el campo de la
coalición.
En este
punto, parece claro que lo relevante ya comienza a ser qué es lo que puede
proponerse
y efectivamente hacer el otro bloque social en materia de reformas
estructurales y conducción estratégica del Estado. Al respecto de esto, este
año, con el desarrollo del Congreso del Pueblo y el Congreso del Frente Amplio,
será clave.
Uruguay
XXI.
«Estimación
de los cambios en la distribución funcional del ingreso en Uruguay 2019-2022»,
disponible en www.etcetera.uy.
«Tres años
de gobierno: concentración de la riqueza y estado ausente», El Popular,
3-III-23, disponible en https://elpopular.uy/tres-anos-de-gobierno-concentracion-de-la-riqueza-y-estado-ausente/.
Publicado
en Brecha, edición número 1946, 10 de marzo de 2023. Titulo original: ¨LAS
MEDIDAS ANUNCIADAS POR EL PRESIDENTE. Gobernando para el quintil más rico”
Autor: Rodrigo Alonso.
LAS MEDIDAS
ANUNCIADAS POR EL PRESIDENTE
Gobernando
para el quintil más rico
Rodrigo
Alonso
10 marzo,
2023
- Tiempo de
lectura: 6 min
Más de 60
trabajadores salteños sometidos a condiciones indignas de trabajo en la
vendimia canaria son, de momento, la muestra palmaria de que la históricas
vulneraciones que enfrenta el eslabón más débil del proletariado rural, el de
los trabajadores zafrales, se están agravando ferozmente por la seca.
No afloja.
El meteorólogo Mario Bidegain publicó un pronóstico para marzo según el cual
las temperaturas serían este mes superiores a las promediales (entre medio
grado y un grado y medio) mientras que las lluvias serían entre 10 y 20
milímetros inferiores a las habituales. Las olas de calor que se suceden hacen
temer que las predicciones se hayan quedado cortas mientras los productores
rurales suben a las redes fotos del estado de sus campos y sus bichos que dan
ganas de llorar, y los habitantes de Montevideo comparten en el mismo espacio
su indignación por el precio que alcanzan algunas frutas. Los números sobre las
pérdidas que está produciendo la sequía no cesan de renovarse.
La cuenta
que se ve menos es la de las consecuencias que el episodio está teniendo en el
empleo. Se han difundido, sí, los ajustes que ha tenido que hacer la industria
láctea. Conaprole cerró temporalmente sus plantas de Rincón del Pino y de
Mercedes, mientras que la de Florida está trabajando a un ritmo menor al
habitual, lo que supuso un acuerdo entre el sindicato y la empresa sobre el
destino de los trabajadores afectados. Pero pocos son los rubros vinculados al
sector agropecuario que cuentan con una organización sindical tan poderosa y
solo los sectores agroindustriales tienen a su personal protegido por el
régimen general del seguro de desempleo.
Así como
las ubres se secan, las flores se marchitan, se forman menos frutas, las que se
forman son más pequeñas y, en general, de peor calidad. Y en la granja pasa lo
mismo con el empleo. «El año pasado éramos 60 o 70 en la cosecha de manzana.
¿Sabés cuántos somos esta zafra? ¡Somos diez!», exclamó Gérman González,
trabajador de Mi Granja, en el oeste de San José y dirigente de la Unión de
Trabajadores Rurales y Agroindustriales del Uruguay (UTRAU).
ZAFRAS DE VULNERACIONES
Según una
pesquisa de los sociólogos Alberto Riella y Jessica Ramírez sobre la
transitoriedad laboral y la vulnerabilidad social en el agro uruguayo, la
cuarta parte de los trabajadores del sector es transitoria.1 De acuerdo con las
cifras más recientes del Banco de Previsión Social, que son de 2021, la
cantidad de trabajadores dependientes que cotizaban a la caja rural eran 80
mil, pero, dado el subregistro que existe en el sector, debe haber más de 100
mil personas ocupadas en tareas agropecuarias, por lo que los transitorios
serían por lo menos 25 mil.
Sin
embargo, la estimación promedia porcentajes que son distintos en los diversos
rubros de la actividad agropecuaria. En la hortifruticultura el 35,6 por ciento
de los trabajadores son temporales, pero hasta en la ganadería los zafrales
tienen su relieve, son el 18,6 por ciento. Ambas ramas explican la mayor parte
de los empleos que genera el agro (el 77 por ciento).
Allá lejos
y hace tiempo, la zafra podía ser un complemento de las actividades que una
familia de productores minifundistas llevaba adelante en su propio campito. Hoy
esto es una rareza absoluta. De acuerdo con la investigación citada, de cada
diez trabajadores temporales solo dos vivían en el medio rural. Más de la mitad
lo hace en localidades de más de 5 mil habitantes. «Viven en la periferia de
las ciudades. Se trasladan en los ómnibus que ponen las granjas. A veces en
camiones. Viven en Ciudad del Plata, en Las Piedras, en 18 de Mayo, en 25 de
Agosto, en Juanicó, en las orillas de San José, Paysandú o Salto. En sus
momentos de descanso son habitantes urbanos que van a tomar mate a la plaza,
pero durante su jornada laboral son trabajadores rurales», explicó González.
Además, son
más jóvenes que el resto de los trabajadores rurales. Cuatro de cada diez
tienen menos de 25 años y uno de cada diez, incluso, menos de 18. Y hay más
mujeres entre quienes dependen de las zafras para pasar la temporada que entre
quienes tienen empleo estable.
Y, como
subrayó González, pocos cuerpos logran sostener el esfuerzo de la cosecha
pasados los 50. «Es muy difícil jubilarse por el sector granjero. ¿A cuántos
trabajadores de 59 años ves cosechando papas? Si estás en la fruta, con 45
años, si tenés que subir y bajar una y otra vez una escalera de 3 metros con un
bolso cargado con 15 quilos, cuando querés acordar, tenés la cintura y el lomo
hechos mierda», recordó el trabajador. Solo el 9 por ciento de los transitorios
tiene más de 55 años, reporta el artículo de Riella y Ramírez, otra cosa que el
proyecto de reforma jubilatoria dejó para después.
La mitad de
estos trabajadores no aporta a la seguridad social; si se enferma, no cobra.
Aunque, sudando bastante, los más fuertes y hábiles pueden lograr buenos
ingresos en una zafra, el 60 por ciento no llega a ganar los 21 mil pesos
prescritos como salario mínimo nacional. «Casi todos los granjeros pagan el
laudo, pero si te llueve cinco días o si una seca te acorta la zafra, no
llegás», ilustró González. Tampoco tienen demasiada chance de obtener otro tipo
de empleo. El 65 por ciento no llegó a completar el ciclo básico. Uno de cada
diez ni siquiera terminó la escuela.
«Cuando no
hay zafra, son recicladores, juntan piñas, siempre pichuleando, bordeando a
veces la ilegalidad. Viven en las zonas más vulnerables, en lugares inundables,
como el Delta del Tigre, en ranchos de costaneros, de cartón, de chapa. Son
vulnerables por todos lados. Sufren por la ausencia del Sistema Nacional de
Cuidados, por la violencia de género, por las adicciones. Esos problemas que
tiene toda la sociedad estas compañeras los sufren con más énfasis», aseguró el
sindicalista. Solo los trabajadores permanentes logran adquirir
especializaciones reconocidas, como el manejo de maquinaria agrícola o el
dominio de las técnicas de plantación, cura, fumigación, injerto o poda. Pero
en un naranjal solo uno de cada diez trabajadores permanece empleado una vez
finalizada la cosecha.
SEGURO FALTA
«Los
mercados de empleo agrario se caracterizan históricamente por estar conformados
con base en ocupaciones estacionales o temporarias, debido a la propia
naturaleza de la actividad agraria, que supone un desfasaje entre el tiempo de
trabajo y el tiempo de producción», recuerdan Riella y Ramírez en su trabajo.
Pero,
aunque esto sea así desde el Neolítico, a partir de la década pasada se vienen
acumulando evidencias de que está aumentando la temporalidad de los empleos
agrícolas, ya no por las disímiles cargas de trabajo que imponen las
estaciones, sino por cambios tecnológicos, deliberados, que –disminuyendo
costos y maximizando ganancias– agravan a la vez la vulnerabilidad de los
trabajadores del sector.
En Uruguay,
por ejemplo, es bastante conocido cómo cambiar las variedades de citrus
producidas para satisfacer las nuevas demandas del mercado internacional
condujo a un acortamiento de la zafra, proceso que, además, se hizo con el
apoyo de políticas públicas.
No obstante,
el régimen de seguro de desempleo de los trabajadores rurales es el más
exigente de todos. En la generalidad de los sectores, un trabajador debe contar
180 días en planilla si es mensual o 150 jornales si es jornalero para tener
derecho al seguro. Los rurales, en cambio, tienen que reunir 270 días en
planilla si son mensuales o 225 jornales declarados. «Eso significa trabajar
todo el año sin perder un día, sin enfermarme, sin descansar», graficó
González. «¿Por qué somos trabajadores de segunda clase?», imprecó.
Ese régimen
hace que ritualmente el Parlamento vote seguros especiales para los
trabajadores citrícolas, que son el volumen mayor de los temporarios. Y es por
esto también que UTRAU elaboró un proyecto de ley que busca enmendar esta
inequidad definiendo diversas soluciones para dar cuenta de las diferentes
situaciones de trabajadores permanentes, jornaleros y destajistas. «Porque el
destajista, genere lo que genere, nunca agarra un mango de seguro de paro. Por
eso proponemos que, de acuerdo a la cantidad de bases de prestaciones y
contribuciones por las que aporte, tenga derecho a una cantidad correlativa de
días cubiertos por el seguro», comentó González.
En abril
del año pasado el sindicato hizo llegar su proyecto a todos los legisladores y
a las autoridades de varios organismos. Pasó casi un año. «Hasta ahora, los
únicos que nos prestaron atención fueron los compañeros del Equipo de
Representación de los Trabajadores en el BPS [Banco de Previsión Social]»,
acotó el dirigente.
DEMANDANTES Y OFERTADOS
No solo los
manzanos sufrieron la falta de agua. Probablemente nadie en el litoral se esté
atreviendo a silbar «Naranjo en flor» ante tanto azahar marchito. «Son seis
meses de trabajo que la gente va a perder en el invierno por el aborto del citrus.
El zapallo, aviso, va a estar arriba de los 200 pesos el quilo porque las
flores, donde no hay riego, se cayeron. Los pequeños y medianos productores,
que no tienen riego, pero son los responsables del mayor volumen, perdieron
todo. De pera y durazno se perdió el 50 por ciento», explicó Enrique López
Tozi, dirigente de la UTRAU en Canelones.
También en
el empaque cae el empleo, porque, como la calidad de la fruta hace que no se
coloque fresca, se la envía a la industria para hacer concentrados y, en tal
caso, no son necesarias las tareas de clasificación y empacado que requiere su
comercialización en la verdulería. Es decir, por todos lados falta trabajo.
«Ahí es
donde entran a jugar estos fenómenos que te embarcan en una camioneta o un
camión y te traen a trabajar a 300 o 400 quilómetros de tu casa por dos
mangos», enfatizó González. El fenómeno esta vez se llama Álvaro Soria, alias
el Manso, contratista a quien se tiene por radicado en Salto.
«Hola,
buenas tardes, gente. Nos vinimos de la ciudad de Salto por trabajo […]. Y
estamos trabajando en la uva. Y llegamos hace una semana. Y estamos pasando lo
que a ningún trabajador le gustaría pasar: 14 pesos el cajón. ¡Un precio que ni
te da para pagarte los pasajes! […] el contratista engaña a la gente»,
comenzaba poniendo en Facebook alguien llamado José Cruz y que los dirigentes
de UTRAU conocieron rápidamente.
El caso
ocurre en la zona de Las Brujas, Canelones. López Tozi, de 18 de Mayo, ciudad
situada entre Progreso y Las Piedras, era el que estaba más cerca y allá se
largó en su moto. «Fue una estafa», dijo a Brecha. «Los tienen trabajando en
negro. Les dijeron que venían a una empresa y los repartieron en unas 20
quintas. El cajón se lo están pagando a un precio muy bajo: 14 pesos. Acá lo
mínimo que se cobra es 18. A 18 pesos, para sacar el mínimo laudado [934
pesos], la persona debería cosechar 52 cajones por día y, con la sequía, eso
cuesta mucho. Las vides actuales, cuando están bien, tienen la mitad del
volumen de fruta habitual. Las peor cuidadas apenas tienen el 10 por ciento de
lo normal.»
Los laudos
establecen un monto ficto por alimentación y vivienda equivalente a 5.707,33
pesos por mes. «La idea es que tenés que tener una cama, un comedor, un baño y
un vestuario en condiciones; tenés que tener una instalación eléctrica segura,
no una zapatilla para 25 tipos», ilustró González. Los trabajadores referidos
están alojados en un par de galpones, sus lechos son colchones viejos y
ardidos, apoyados directamente en el piso, o pedazos de polifón acomodados
sobre cajones. Ni hablar del resto.
«Estaban sacando unos 12 cajones por fila,
cuando lo normal es sacar 40. No tenían ni para comer. Planteaban que no
lograban rendir por este hecho», contó López Tozi. Se les daban 300 pesos por
semana para alimentarse, por concepto de adelanto. Supieron al llegar que el
viaje de regreso, que debía asegurar el contratista, corría por su cuenta.
«Hoy, jueves, nueve compañeros arrancaron caminando para Salto», narraba el
posteo de Cruz.
De todos
modos no fue sencillo articular la denuncia. La sostienen los 25 trabajadores
que terminaron volviendo a Salto. Los 40 que quedaron siguen aceptando lo que
López Tozi identificó como «condiciones horribles de explotación». E incluso
manifestaron hostilidad ante la aparición del sindicalista.
FACÓN GRANDE
En Río
Grande del Sur también aprieta la seca, también las zafras se agostan y los
trabajadores temporales se ven constreñidos a aceptar lo inaceptable. El 2 de
marzo se supo que la Policía Federal había logrado liberar a 207 trabajadores
de la vendimia que venían soportando, lo que la legislación brasileña denomina
«condiciones análogas a la esclavitud». La situación estaba ocurriendo en tres
de las mayores empresas vitivinícolas de la Sierra Gaúcha. Suena a advertencia.
«Nicolás
Chiesa, el presidente de la Junta Nacional de la Granja, sale a decir que se va
a lograr un subsidio para los productores. Está bárbaro», afirmó González en su
diálogo con el semanario. Sin embargo, preguntó: «¿Quién colabora con los
trabajadores a los que el 31 de marzo se les vence el seguro de paro y que en
los primeros días de abril empezarían a trabajar en el citrus? Porque este año
en el citrus no va a haber trabajo. No lo digo yo. Lo dicen Frutura
[ex-Caputto], Azucitrus, San Miguel de Tucumán, las mayores citrícolas del
país, empresas que, en conjunto, generaban 17 mil puestos de trabajo, ocupados
en su mayoría por jefas de hogar. ¿Qué va a pasar este 31 de marzo?», insistió.
Del Estado,
«que en esto está ausente desde 1830» –dice González–, no espera mucho. Se
acuerda con más cariño de Facón Grande.
1. «El
sector agrario uruguayo. Trabajadores transitorios y vulnerabilidad social»,
Revista de Ciencias Sociales, vol. 34, n.º 49, julio-diciembre 2021.
Publicado
en Brecha, edición número 1946, 10 de marzo de 2023. Titulo original: ¨SEQUÍA DE
DERECHOS EN EL TRABAJO RURAL Las uvas de la ira” Autor: Salvador Neves: 10
marzo, 2023 PUBLICADO EN: EDICIÓN 1946URUGUAY
Más de 60
trabajadores salteños sometidos a condiciones indignas de trabajo en la
vendimia canaria son, de momento, la muestra palmaria de que la históricas
vulneraciones que enfrenta el eslabón más débil del proletariado rural, el de
los trabajadores zafrales, se están agravando ferozmente por la seca.
No afloja.
El meteorólogo Mario Bidegain publicó un pronóstico para marzo según el cual
las temperaturas serían este mes superiores a las promediales (entre medio
grado y un grado y medio) mientras que las lluvias serían entre 10 y 20
milímetros inferiores a las habituales. Las olas de calor que se suceden hacen
temer que las predicciones se hayan quedado cortas mientras los productores
rurales suben a las redes fotos del estado de sus campos y sus bichos que dan
ganas de llorar, y los habitantes de Montevideo comparten en el mismo espacio
su indignación por el precio que alcanzan algunas frutas. Los números sobre las
pérdidas que está produciendo la sequía no cesan de renovarse.
La cuenta
que se ve menos es la de las consecuencias que el episodio está teniendo en el
empleo. Se han difundido, sí, los ajustes que ha tenido que hacer la industria
láctea. Conaprole cerró temporalmente sus plantas de Rincón del Pino y de
Mercedes, mientras que la de Florida está trabajando a un ritmo menor al
habitual, lo que supuso un acuerdo entre el sindicato y la empresa sobre el
destino de los trabajadores afectados. Pero pocos son los rubros vinculados al
sector agropecuario que cuentan con una organización sindical tan poderosa y
solo los sectores agroindustriales tienen a su personal protegido por el
régimen general del seguro de desempleo.
Así como
las ubres se secan, las flores se marchitan, se forman menos frutas, las que se
forman son más pequeñas y, en general, de peor calidad. Y en la granja pasa lo
mismo con el empleo. «El año pasado éramos 60 o 70 en la cosecha de manzana.
¿Sabés cuántos somos esta zafra? ¡Somos diez!», exclamó Gérman González,
trabajador de Mi Granja, en el oeste de San José y dirigente de la Unión de
Trabajadores Rurales y Agroindustriales del Uruguay (UTRAU).
ZAFRAS DE VULNERACIONES
Según una
pesquisa de los sociólogos Alberto Riella y Jessica Ramírez sobre la
transitoriedad laboral y la vulnerabilidad social en el agro uruguayo, la
cuarta parte de los trabajadores del sector es transitoria.1 De acuerdo con las
cifras más recientes del Banco de Previsión Social, que son de 2021, la
cantidad de trabajadores dependientes que cotizaban a la caja rural eran 80
mil, pero, dado el subregistro que existe en el sector, debe haber más de 100
mil personas ocupadas en tareas agropecuarias, por lo que los transitorios
serían por lo menos 25 mil.
Sin
embargo, la estimación promedia porcentajes que son distintos en los diversos
rubros de la actividad agropecuaria. En la hortifruticultura el 35,6 por ciento
de los trabajadores son temporales, pero hasta en la ganadería los zafrales
tienen su relieve, son el 18,6 por ciento. Ambas ramas explican la mayor parte
de los empleos que genera el agro (el 77 por ciento).
Allá lejos
y hace tiempo, la zafra podía ser un complemento de las actividades que una
familia de productores minifundistas llevaba adelante en su propio campito. Hoy
esto es una rareza absoluta. De acuerdo con la investigación citada, de cada
diez trabajadores temporales solo dos vivían en el medio rural. Más de la mitad
lo hace en localidades de más de 5 mil habitantes. «Viven en la periferia de
las ciudades. Se trasladan en los ómnibus que ponen las granjas. A veces en
camiones. Viven en Ciudad del Plata, en Las Piedras, en 18 de Mayo, en 25 de
Agosto, en Juanicó, en las orillas de San José, Paysandú o Salto. En sus
momentos de descanso son habitantes urbanos que van a tomar mate a la plaza,
pero durante su jornada laboral son trabajadores rurales», explicó González.
Además, son
más jóvenes que el resto de los trabajadores rurales. Cuatro de cada diez
tienen menos de 25 años y uno de cada diez, incluso, menos de 18. Y hay más
mujeres entre quienes dependen de las zafras para pasar la temporada que entre
quienes tienen empleo estable.
Y, como
subrayó González, pocos cuerpos logran sostener el esfuerzo de la cosecha
pasados los 50. «Es muy difícil jubilarse por el sector granjero. ¿A cuántos
trabajadores de 59 años ves cosechando papas? Si estás en la fruta, con 45
años, si tenés que subir y bajar una y otra vez una escalera de 3 metros con un
bolso cargado con 15 quilos, cuando querés acordar, tenés la cintura y el lomo
hechos mierda», recordó el trabajador. Solo el 9 por ciento de los transitorios
tiene más de 55 años, reporta el artículo de Riella y Ramírez, otra cosa que el
proyecto de reforma jubilatoria dejó para después.
La mitad de
estos trabajadores no aporta a la seguridad social; si se enferma, no cobra.
Aunque, sudando bastante, los más fuertes y hábiles pueden lograr buenos
ingresos en una zafra, el 60 por ciento no llega a ganar los 21 mil pesos
prescritos como salario mínimo nacional. «Casi todos los granjeros pagan el
laudo, pero si te llueve cinco días o si una seca te acorta la zafra, no
llegás», ilustró González. Tampoco tienen demasiada chance de obtener otro tipo
de empleo. El 65 por ciento no llegó a completar el ciclo básico. Uno de cada
diez ni siquiera terminó la escuela.
«Cuando no
hay zafra, son recicladores, juntan piñas, siempre pichuleando, bordeando a
veces la ilegalidad. Viven en las zonas más vulnerables, en lugares inundables,
como el Delta del Tigre, en ranchos de costaneros, de cartón, de chapa. Son
vulnerables por todos lados. Sufren por la ausencia del Sistema Nacional de
Cuidados, por la violencia de género, por las adicciones. Esos problemas que
tiene toda la sociedad estas compañeras los sufren con más énfasis», aseguró el
sindicalista. Solo los trabajadores permanentes logran adquirir
especializaciones reconocidas, como el manejo de maquinaria agrícola o el
dominio de las técnicas de plantación, cura, fumigación, injerto o poda. Pero
en un naranjal solo uno de cada diez trabajadores permanece empleado una vez
finalizada la cosecha.
SEGURO FALTA
«Los
mercados de empleo agrario se caracterizan históricamente por estar conformados
con base en ocupaciones estacionales o temporarias, debido a la propia
naturaleza de la actividad agraria, que supone un desfasaje entre el tiempo de
trabajo y el tiempo de producción», recuerdan Riella y Ramírez en su trabajo.
Pero,
aunque esto sea así desde el Neolítico, a partir de la década pasada se vienen
acumulando evidencias de que está aumentando la temporalidad de los empleos
agrícolas, ya no por las disímiles cargas de trabajo que imponen las
estaciones, sino por cambios tecnológicos, deliberados, que –disminuyendo
costos y maximizando ganancias– agravan a la vez la vulnerabilidad de los
trabajadores del sector.
En Uruguay,
por ejemplo, es bastante conocido cómo cambiar las variedades de citrus
producidas para satisfacer las nuevas demandas del mercado internacional
condujo a un acortamiento de la zafra, proceso que, además, se hizo con el
apoyo de políticas públicas.
No obstante,
el régimen de seguro de desempleo de los trabajadores rurales es el más
exigente de todos. En la generalidad de los sectores, un trabajador debe contar
180 días en planilla si es mensual o 150 jornales si es jornalero para tener
derecho al seguro. Los rurales, en cambio, tienen que reunir 270 días en
planilla si son mensuales o 225 jornales declarados. «Eso significa trabajar
todo el año sin perder un día, sin enfermarme, sin descansar», graficó
González. «¿Por qué somos trabajadores de segunda clase?», imprecó.
Ese régimen
hace que ritualmente el Parlamento vote seguros especiales para los
trabajadores citrícolas, que son el volumen mayor de los temporarios. Y es por
esto también que UTRAU elaboró un proyecto de ley que busca enmendar esta
inequidad definiendo diversas soluciones para dar cuenta de las diferentes
situaciones de trabajadores permanentes, jornaleros y destajistas. «Porque el
destajista, genere lo que genere, nunca agarra un mango de seguro de paro. Por
eso proponemos que, de acuerdo a la cantidad de bases de prestaciones y
contribuciones por las que aporte, tenga derecho a una cantidad correlativa de
días cubiertos por el seguro», comentó González.
En abril
del año pasado el sindicato hizo llegar su proyecto a todos los legisladores y
a las autoridades de varios organismos. Pasó casi un año. «Hasta ahora, los
únicos que nos prestaron atención fueron los compañeros del Equipo de
Representación de los Trabajadores en el BPS [Banco de Previsión Social]»,
acotó el dirigente.
DEMANDANTES Y OFERTADOS
No solo los
manzanos sufrieron la falta de agua. Probablemente nadie en el litoral se esté
atreviendo a silbar «Naranjo en flor» ante tanto azahar marchito. «Son seis
meses de trabajo que la gente va a perder en el invierno por el aborto del citrus.
El zapallo, aviso, va a estar arriba de los 200 pesos el quilo porque las
flores, donde no hay riego, se cayeron. Los pequeños y medianos productores,
que no tienen riego, pero son los responsables del mayor volumen, perdieron
todo. De pera y durazno se perdió el 50 por ciento», explicó Enrique López
Tozi, dirigente de la UTRAU en Canelones.
También en
el empaque cae el empleo, porque, como la calidad de la fruta hace que no se
coloque fresca, se la envía a la industria para hacer concentrados y, en tal
caso, no son necesarias las tareas de clasificación y empacado que requiere su
comercialización en la verdulería. Es decir, por todos lados falta trabajo.
«Ahí es
donde entran a jugar estos fenómenos que te embarcan en una camioneta o un
camión y te traen a trabajar a 300 o 400 quilómetros de tu casa por dos
mangos», enfatizó González. El fenómeno esta vez se llama Álvaro Soria, alias
el Manso, contratista a quien se tiene por radicado en Salto.
«Hola,
buenas tardes, gente. Nos vinimos de la ciudad de Salto por trabajo […]. Y
estamos trabajando en la uva. Y llegamos hace una semana. Y estamos pasando lo
que a ningún trabajador le gustaría pasar: 14 pesos el cajón. ¡Un precio que ni
te da para pagarte los pasajes! […] el contratista engaña a la gente»,
comenzaba poniendo en Facebook alguien llamado José Cruz y que los dirigentes
de UTRAU conocieron rápidamente.
El caso
ocurre en la zona de Las Brujas, Canelones. López Tozi, de 18 de Mayo, ciudad
situada entre Progreso y Las Piedras, era el que estaba más cerca y allá se
largó en su moto. «Fue una estafa», dijo a Brecha. «Los tienen trabajando en
negro. Les dijeron que venían a una empresa y los repartieron en unas 20
quintas. El cajón se lo están pagando a un precio muy bajo: 14 pesos. Acá lo
mínimo que se cobra es 18. A 18 pesos, para sacar el mínimo laudado [934
pesos], la persona debería cosechar 52 cajones por día y, con la sequía, eso
cuesta mucho. Las vides actuales, cuando están bien, tienen la mitad del
volumen de fruta habitual. Las peor cuidadas apenas tienen el 10 por ciento de
lo normal.»
Los laudos
establecen un monto ficto por alimentación y vivienda equivalente a 5.707,33
pesos por mes. «La idea es que tenés que tener una cama, un comedor, un baño y
un vestuario en condiciones; tenés que tener una instalación eléctrica segura,
no una zapatilla para 25 tipos», ilustró González. Los trabajadores referidos
están alojados en un par de galpones, sus lechos son colchones viejos y
ardidos, apoyados directamente en el piso, o pedazos de polifón acomodados
sobre cajones. Ni hablar del resto.
«Estaban sacando unos 12 cajones por fila,
cuando lo normal es sacar 40. No tenían ni para comer. Planteaban que no
lograban rendir por este hecho», contó López Tozi. Se les daban 300 pesos por
semana para alimentarse, por concepto de adelanto. Supieron al llegar que el
viaje de regreso, que debía asegurar el contratista, corría por su cuenta.
«Hoy, jueves, nueve compañeros arrancaron caminando para Salto», narraba el
posteo de Cruz.
De todos
modos no fue sencillo articular la denuncia. La sostienen los 25 trabajadores
que terminaron volviendo a Salto. Los 40 que quedaron siguen aceptando lo que
López Tozi identificó como «condiciones horribles de explotación». E incluso
manifestaron hostilidad ante la aparición del sindicalista.
FACÓN GRANDE
En Río
Grande del Sur también aprieta la seca, también las zafras se agostan y los
trabajadores temporales se ven constreñidos a aceptar lo inaceptable. El 2 de
marzo se supo que la Policía Federal había logrado liberar a 207 trabajadores
de la vendimia que venían soportando, lo que la legislación brasileña denomina
«condiciones análogas a la esclavitud». La situación estaba ocurriendo en tres
de las mayores empresas vitivinícolas de la Sierra Gaúcha. Suena a advertencia.
«Nicolás
Chiesa, el presidente de la Junta Nacional de la Granja, sale a decir que se va
a lograr un subsidio para los productores. Está bárbaro», afirmó González en su
diálogo con el semanario. Sin embargo, preguntó: «¿Quién colabora con los
trabajadores a los que el 31 de marzo se les vence el seguro de paro y que en
los primeros días de abril empezarían a trabajar en el citrus? Porque este año
en el citrus no va a haber trabajo. No lo digo yo. Lo dicen Frutura
[ex-Caputto], Azucitrus, San Miguel de Tucumán, las mayores citrícolas del
país, empresas que, en conjunto, generaban 17 mil puestos de trabajo, ocupados
en su mayoría por jefas de hogar. ¿Qué va a pasar este 31 de marzo?», insistió.
Del Estado,
«que en esto está ausente desde 1830» –dice González–, no espera mucho. Se
acuerda con más cariño de Facón Grande.
1. «El
sector agrario uruguayo. Trabajadores transitorios y vulnerabilidad social»,
Revista de Ciencias Sociales, vol. 34, n.º 49, julio-diciembre 2021.
Publicado
en Brecha, edición número 1946, 10 de marzo de 2023. Titulo original: ¨SEQUÍA DE
DERECHOS EN EL TRABAJO RURAL Las uvas de la ira” Autor: Salvador Neves: 10
marzo, 2023 PUBLICADO EN: EDICIÓN 1946URUGUAY
El
contubernio entre Alejandro Astesiano y los altos mandos de la Policía fue una
de las derivaciones más significativas de este caso. Una trama de favores,
afinidades políticas y prácticas reprochables dejaron al descubierto un viejo
esquema de relacionamiento entre los partidos tradicionales y amplios sectores
de la corporación policial. Los oficiales que fueron designados para los cargos
más importantes al inicio de este gobierno ya no están en sus puestos. La
divulgación de las comunicaciones entre Astesiano y algunos de los exjerarcas,
intensificada por el encuadre noticioso que se hizo del tema, permitió observar
una parte de los vínculos entre un poder político que delega funciones a la
Policía a cambio de resultados en materia de seguridad y un conjunto de altos
oficiales que pretende mantener posiciones de poder dentro de la estructura
institucional. El gobierno había aprovechado las capacidades de una Policía
fortalecida durante las gestiones del Frente Amplio (FA) para introducir
liderazgos de corte represivo y restaurar la matriz clientelar. Pero los malos
resultados en seguridad y las consecuencias del caso Astesiano obligaron al
ministro a apelar a figuras policiales de corte más técnico y profesional. Las
nuevas autoridades designadas tienen un perfil distinto, aunque su margen de
maniobra seguramente no sea muy amplio.
¿Acaso la
contraposición más importante que podemos hacer en el campo policial es entre
lo represivo y lo profesional? Los abordajes políticos oscilan entre esas
posibilidades y coinciden en la necesidad de fortalecer a una institución que
consideran como la más importante a la hora de controlar y reducir el delito.
Los discursos políticos y sociales han dejado de pensar y problematizar a la
Policía en clave de transformación. Sin embargo, las implicancias de la
«asociación para delinquir» enquistada en la Torre Ejecutiva iluminan un
problema mucho más serio en la interna policial. Y eso exige una reflexión
específica, que no caiga en la minimización (son casos aislados) ni en la generalización
(la Policía es una institución corrupta). Esencializar o idolatrar la función
policial puede ser tan inconveniente como negarla con base en prejuicios.
Desde que
asumió este gobierno, lo que tenemos en materia policial –más allá de la retórica
vacía del respaldo– es una marcada debilidad político-programática, un proceso
de desprofesionalización y una impronta de gestión que le da la espalda a la
transparencia. Si bien estos aspectos tienen una intensidad de coyuntura, no
dejan de proyectarse como rasgos mucho más estructurales. Esta es la razón para
reivindicar un pensamiento y una práctica transformadores de esa zona del
Estado. Sobre esta base, proponemos cuatros grandes desafíos para abordar la
problemática policial en nuestro país.
LIMITAR EL
AUTOGOBIERNO CORPORATIVO
El primer
desafío consiste en identificar el lugar que la Policía debe tener en el marco
de una política integral de seguridad. Históricamente, ha ocupado un espacio
central y casi excluyente, lo que ha redundado en mayores niveles de autonomía
y fortalecimiento material. El sistema político le asigna recursos, le vota
normas para ampliar los márgenes de actuación discrecional e interviene en la
regulación de intereses internos. Y todo ello a cambio de la promesa eterna de
bajar los delitos. Sin embargo, es improbable que las decisiones políticas
reasignen el lugar de la Policía dentro del conjunto de actores e instituciones
que pueden llegar a sostener un sistema de seguridad. Tampoco es frecuente que
haya iniciativas sobre cuestiones doctrinarias, programáticas, y mucho menos
sobre medidas para incidir en las prácticas cotidianas de trabajo. Si la
política no respalda las pretensiones corporativas, las resistencias no
tardarán en hacerse oír.
Una
política de seguridad con fuerte anclaje en la inclusión social y en la
prevención tiene que asignar un rol muy claro a la Policía y, para ello, no hay
más remedio que limitar sus niveles de autogobierno corporativo. Durante el
primer gobierno del FA, algo se quiso ensayar: por un lado, se crearon nuevas
instancias técnico-políticas de carácter civil en el Ministerio del Interior
para fortalecer, precisamente, el órgano de conducción política de la Policía
y, por el otro, se creó la Dirección de Convivencia y Seguridad Ciudadana con
la pretensión de diseñar y ejecutar proyectos preventivos distintos a los
policiales. Si bien los proyectos nunca fueron pensados para excluir a la
Policía (sino para reconfigurar su rol y complementar el arco de acciones),
desataron profundas resistencias internas.
UN
DIAGNÓSTICO NECESARIO
El segundo
desafío se relaciona con la necesidad de tener un diagnóstico institucional
profundo sobre la organización y el funcionamiento de la Policía. Conocer sobre
qué modelos de gestión se asienta, cuáles son sus prácticas, sus procesos, sus
niveles de productividad, sus vulnerabilidades materiales y de recursos humanos
son requisitos básicos para cualquier estrategia de conducción de la Policía.
Se ha consolidado un modelo de gestión con base en la prevención aleatoria, la
represión selectiva y la investigación deficiente. Aun así, la Policía uruguaya
se ha dejado permear por los impactos de las nuevas olas en materia de gestión:
la Policía Comunitaria y el patrullaje inteligente fueron los más significativos,
al tiempo que el modelo de «policiamiento orientado a la resolución de
problemas» y el de la «inteligencia criminal» quedaron en un espacio de
incertidumbre. A partir de supuestos nunca explicitados públicamente sobre los
históricos niveles de corrupción de la Policía Preventiva, las últimas dos
administraciones del FA priorizaron la expansión de la Policía militarizada
(Guardia Republicana) y la reestructura de la prevención policial a partir del
uso de información y el patrullaje sobre «puntos calientes». Más allá de estas
experiencias, hoy en día nos hemos quedado sin metáforas para imaginar espacios
de transformación del trabajo policial.
EL TIPO DE
PRESENCIA EN LOS BARRIOS
La
indefinición de modelo (o mejor será decir la adaptación continua a un modelo
tradicional predominante) nos deja en la puerta de un tercer y crucial desafío.
A medida que la Policía tiene que regular su trabajo en zonas de alta
vulnerabilidad social y de criminalidad compleja, su rol se hace más
problemático. Los relacionamientos arbitrarios y violentos con la población más
pobre y la emergencia de mercados ilegales enquistados territorialmente han
colocado a la Policía en un problema decisivo, cuya profundidad real
desconocemos y que se reproduce por fuera de cualquier reconocimiento político
o social. Solemos creer que la Policía es la institución del Estado encargada
de hacer cumplir la ley, pero eso en general no es así, y mucho menos en los
barrios más vulnerables y con mayores niveles de violencia. Allí la Policía cumple
con la función de regular –a veces, sin éxito alguno– un orden social. El
problema no es tanto la ausencia del Estado como el tipo de presencia, que ha
oscilado, con implacable silenciamiento político, entre las irrupciones
violentas y la participación (por acción u omisión) en las redes de ilegalidad.
Así como
hemos entrevisto en las últimas semanas el consentimiento político que hizo
posible la trama de corrupción liderada por Astesiano, es posible suponer algo
semejante a la hora de justificar ciertas intervenciones policiales que
combinan lo legal con lo ilegal. Ningún emprendimiento ilícito se puede
instalar en un territorio, y prosperar, sin importantes niveles de complicidad
institucional. Más que apelar al recurso de la inteligencia criminal para terminar
con las bandas, hay que reducir la intensidad de la violencia que esas
dinámicas originan y desarticular las imperceptibles formas de participación
estatal en la regulación de los mercados ilegales. ¿Por qué ha caído
dramáticamente la tasa de esclarecimiento de los homicidios? ¿Solo por
desinterés institucional ante lo que se consideran «ajustes de cuentas» o solo
por los miedos instalados a la hora de brindar testimonios?
PROFESIONALIZACIÓN
Por último,
el cuarto desafío supone iniciar un camino de profesionalización de la Policía
sobre la base de la expansión y la articulación de distintos modelos de
gestión: el comunitario, el preventivo, el orientado a la solución de problemas
y el de la inteligencia para la conjuración de la criminalidad organizada.
Cualquier movimiento, por mínimo que sea, desata resistencias, y toda
pretensión de romper con los equilibrios actuales debe entender que hay
resistencias políticas (gestionar la promoción de carreras políticas es más
rentable que habilitar procesos de transformación), corporativas y también
sociales (la Policía tiene una base ancha de legitimidad y cualquier suspicacia
se coloca en la dimensión de «antipolicía»). Por todas estas razones, son
claves la acumulación de conocimiento, el fortalecimiento de la voluntad
política, el enrolamiento de aliados internos y la promoción de la
participación y el control sociales. La Policía es una institución del Estado
y, por lo tanto, sus problemas nos competen a todos. Subordinada a una política
de inclusión social y de igualdad, la Policía tiene que trabajar sobre los
principios de la eficacia preventiva, la legitimidad de sus procesos y las
capacidades para abordar la criminalidad más compleja.
EXTRAIDO DE
BRECHA N° 1944. TITULO ORIGINAL: CUATRO DESAFÍOS PENDIENTES. La Policía como
problema. Autor: Rafael Paternain 24 de febrero de 2023
Lo que pasó hasta ahora en el caso Astesiano es una
muestra de hallazgos que la izquierda descubrió y anunció profusamente ya desde
el siglo XIX, y que parece haber olvidado con esta frágil ‘democratitis’ que la
aqueja, acompañada de una ingenua confianza en el Poder Judicial del Estado democrático republicano de Derecho,
que (sea dicho de paso) es liberal y burgués, coetáneo con el capitalismo.
Después de todo lo que los teóricos (y los
políticos) de izquierda han dicho y escrito sobre la democracia y su justicia,
me sorprende profundamente que haya sorpresa y decepción por esta ‘historia de
una muerte anunciada’, porque creía ya superada largamente la etapa infantil de
la creencia en Papá Noel y Reyes Magos. Pero no. Se ha retrocedido a ella
después de haber dado muchos de los mejores pasos para derribarla. Curiosa
vuelta de carnero simbólica, que debería ser profundizada institucionalmente
por la izquierda.
Quien escribe, formado con información abundante en
esa veta teórica, hubiera esperado y dicho (y en parte lo dijo aquí, en Caras y Caretas): A, que la
democracia y la justicia en Estados republicanos de derecho no son ni un
régimen respetado ni una expectativa probable cuando las papas queman para los
intereses del poder real en la sociedad, en regímenes capitalistas, burgueses y
liberales. B, que los pactos de omertá como los que probablemente regían, rigen
y regirán en casos como este haría esperables procesos y penas tan poco duros y
eufemistas como las penas y los procesos que hemos presenciado. C, que la
fiscal Fossati hubiera cometido un inútil suicidio sociojurídico, muy
probablemente sin alterar el resultado del proceso judicial, si hubiera dejado
el caso o lo hubiera perseguido con más celo y furia.
La fiscal Gabriela Fossati fue muy realista y sincera; sin duda poco
heroica, pero sin obligación de serlo, en la medida en que no podemos esperar
ni reclamar el heroísmo de nadie en sus desempeños funcionales públicos; y,
creyendo fundadamente que nada cambiaría con su crucifixión, priorizó entonces
un nada despreciable instinto de supervivencia; se la ha tachado
equivocadamente de hipócrita, aunque le correspondería mejor el descriptivo de
cinismo; tampoco la cobardía le calza bien, sino más bien una valiente
resignación discepoliana, muy probablemente ya adquirida durante su largo ejercicio
profesional. No se le deberían achacar tales cosas a quien dijo claramente todo
lo que vamos a tomar del top 10 de sus dichos, muy bien resumidos por el
editorial de Alberto Grille en Caras
y Caretas, en el ejemplar anterior a este que está leyendo. Recolecto,
a seguir, de dicho editorial, ejemplos que, repito y reafirmo, me parecen mucho
más de discepoliana valentía cínica que de cobardía hipócrita. Veamos.
“No se puede investigar nada porque están nombrados
todos los que pueden contribuir con la investigación”.
“Todos los nombrados son amigos que ponen
piedras a la indagatoria”.
“Embarran la cancha y quieren tapar todo”.
“Tendría que citar a declarar a todos los
funcionarios del gobierno y de los ministerios de Relaciones Exteriores e
Interior, porque todos están nombrados en los diálogos del celular de
Astesiano”.
“Es un escándalo de proporciones institucionales;
lejos de procurar corregir los eventuales errores que se cometieron en las
distintas instituciones, de lo que se preocupan es de reducir los daños y tapar
lo más comprometedor”.
Entonces, “si a nadie le
interesa la justicia, ¿por qué yo?”.
¡Chan, chan!: final de
D’Arienzo para un tango de Discépolo, adecuado para un Polaco Goyeneche
bien cargadito. O también digno contenido para un punk medio intelectualizado.
El título podría haber sido perfectamente ‘Fossati blues’.
Bien leídos, los dichos y
escritos de la fiscal Fossati son: A, un demoledor documento que atestigua el comportamiento
real del poder real en desmedro de la retórica comunicacional del poder formal;
B, es también un amargo descargo por la falta de profundidad de la
investigación acusatoria; C, una muestra elocuente de la secundariedad del
Poder Judicial frente a los poderes Legislativo y Ejecutivo, minga de
equilibrio de poderes a la Montesquieu; quienes designan, influyen en las
carreras funcionales, y deciden presupuesto y remuneración, están fácticamente
superordinados sobre sus subordinados, aunque las entelequias utópicas
doctrinales afirmen equilibrios e igualdades. Los poderes judiciales siempre
estuvieron sutilmente alineados con el poder más real de legislativos y
ejecutivos, totalmente esperable y predecible desde su lugar en la normativa
que implementa el cronograma organizacional del Estado y de sus variables
gobiernos. D, con el tan rioplatense condimento de una sabia amargura
discepoliana en el lugar del realismo. Muy ‘nuestro’, amén de significativo; la
contracara histórica del Cabildo Abierto de Montevideo, de setiembre de 1808.
¿Podría haberse hecho algo diferente?
¿Qué más podía hacer la fiscal
en esas circunstancias? ¿Acusar a toda la plana mayor del gobierno,
Presidencia, ministerios del Interior y Relaciones Exteriores, Policía, de
‘obstrucción a la Justicia’?; ¿imputarlos por ‘desacato’?, ¿por ‘asociación
para delinquir’?, ¿por poner esas piedras en lugar de contribuir, por embarrar
la cancha, por querer tapar todo, por no querer corregir eventuales errores,
sino reducir daños y tapar lo más comprometedor?, ¿por proteger a los suyos y a
sus superiores políticamente involucrables?
Si a nadie le interesa más para
ayudar a hacer justicia, ¿por qué se la va a jugar ella sola, con los tiburones
de omertá que parecen abundar en esa pecera? Si profundizaba más, podía, al
menos, perjudicar irreversiblemente su carrera, sin que el resultado final del
proceso cambiara, porque doctores tiene la santa madre iglesia como para
impedirlo en caso de que ella se inmolara para buscarlo. Hay traslados judiciales
oportunos, segundas instancias tajantes, supremas cortes que sabrán cumplir…
Nada hipócrita, acaso cínica; nada cobarde, sino valiente declarante, quizás
algo discepoliana, conocedora del paño, consciente de los límites entre el
deber legal y el sacrificio inútil, luchando por su supervivencia social y
jurídico-judicial. Encontró cómo sobrevivir en el sistema, cumpliendo
mínimamente con su papel de parte fiscal, aunque frustrando infundadas
expectativas de draconianos fallos; pero declaró lo suficiente como para que
sus pocas palabras fueran aprovechadas por buenos entendedores, que no parecen
ser todos, claro; las bombas asordinadas que lanzó son focos que iluminan el
sistema, que sigue siendo como los teóricos de izquierda de los siglos XIX y XX
lo habían imaginado y anunciado. Lo que no debería sorprender hoy ni generar
absurdas expectativas.
Estados Unidos, paladín de la democracia
republicana, cuyos teóricos y políticos trabajaron en los siglos XVIII y XIX
para implementar la democracia francesa del siglo XVII, modelo para la América
Latina independiente de España (e Inglaterra), ha sido el más consecuente
derribador de democracias por el mundo, el más consecuente defensor de
dictaduras, autocracias y dictaduras, el mayor promotor de guerras, invasiones,
espionajes, matanzas y torturas, pero siempre con gárgaras comunicacionalmente
impuestas de impoluto apoyo a democracias, libertades y derechos humanos. ¿Qué
puede asombrar cuando funcionan regímenes políticos y sistemas de justicia
confeccionados según esas medidas? La moral es el recurso de los débiles, dijo
Nietzsche; y la normatividad jurídica su auxiliar formal, solo con un poco más
de poder, pero aún muy insuficiente para lidiar con posibilidades con el poder
real, también fáctica y hasta normativamente subordinado en lo formal; y menos
que menos en situaciones políticamente límite.
Democracia y poder judicial son ficciones de lujo
que rigen cotidianos normales cuando no amenazan al poder real; pero que no
rigen de modo semejante cuando queman las papas para el poder real; véase lo
que ha demorado y cómo se han reducido la verdad y la justicia respecto de la
dictadura cívico-militar como seudópodo de la guerra fría geopolítica. Ahí es
cuando la justicia queda reducida a las letras de murga y a las rasgadas
vestiduras y mecidas barbas de las oposiciones político-comunicacionales
recientemente convertidas a magras expectativas de justicia en una democracia
capitalista, burguesa y liberal.
¿Por qué hijos de teóricos y políticos de izquierda
creen ahora en la excelencia de las democracias republicanas, y en la justicia
que se imparte en ellas, por poderes judiciales subordinados a los otros
poderes, en situaciones políticamente límite? ¿Por qué no se piensa ya más que
los olmos no dan peras y que no se las puede pedir ni extrañarse amargamente de
que no se dan? ¿Sufrieron alguna metamorfosis como la que relata Kafka? ¿Qué
tiene de sorpresivo e inesperado lo que está pasando en el caso Astesiano, para
quien tiene formación sociopolítica histórica? La fiscal Fossati siempre se lo
temió y trató de que no le tocara a ella el papelón y el mal momento; así,
aunque algo más eufemizado, lo planteó públicamente y al fiscal de Corte, casi
pidiéndole que apartara de ella ese cáliz; pero los dados estaban echados, el
resultado iba a ser más o menos el que fue, de un modo u otro; el fardo le
había caído a la fiscal Fossati; que se la banque, son gajes del oficio, reglas
del juego, ¿por qué cambiarla?, ¿para sufrir suspicacias?; cada uno hace su
juego, sálvese quien pueda, Pilatos se reencarna muchas veces, oportunamente
casi siempre.
Ok. Como dijo Alberto Grille también, lo que hizo
la fiscal Fossati es ‘comprensible’. Y agrega: “Sin embargo, es un pésimo
ejemplo ciudadano”. Si no hubiera fiscales valientes, soldados arrojados,
policías decentes”, etc., “no habría ejemplos para los jóvenes ni futuro para
la sociedad” […] “así no se hace patria”. Quizás fuera así antaño; pero en el
mundo contemporáneo ya no es más así, según han estudiado las ciencias
sociales, en su reciente pluridisciplinariedad. Se lo debo para la próxima
columna. No es para pocas líneas el tema; porque es muy importante. Hasta la
próxima, entonces, lector.
La frase del estribo, para abrir apetitos: en el
mundo y en Uruguay crece una decadencia de la normatividad jurídica en desmedro
de otras normatividades, valores y creencias; aunque, perversamente, esas
normatividades a-jurídicas se argumenten con retórica jurídica; lo que
desprestigia a sus actores y a la normatividad jurídica aún más, como
incompetente, impotente, hipócrita, grandilocuente y servil.
Tomado de
Caras & Caretas número 1107, páginas 22 y 23. Titulo original: “Democracia
y Justicia. FICCIONES CUANDO EL PODER PELIGRA”. Autor: Rafael Bayce.