jueves, 26 de octubre de 2023

Aumento de salario en el trabajo domestico.

 

El Sindicato Único de Trabajadoras Domésticas del Uruguay (SUTD) y la Liga de Amas de Casa alcanzaron un acuerdo en el marco del Grupo 21 Servicio Doméstico, por la décima ronda de los Consejos de Salarios. Laura Rivero, presidenta del SUTD, explicó a la diaria que en la quinta reunión se llegó al acuerdo, en unas negociaciones que comenzaron en la segunda quincena de julio. “Al principio fue complicado, ya que la Liga no aceptaba nada de lo que proponíamos en una plataforma un tanto extensa. Recién en la tercera reunión fue que comenzaron a lograrse ciertos acuerdos, y así acercar posiciones”, señaló.

En el resultado final, en lo referente al tema salarial, Rivero afirmó que “si bien no estamos tan conformes, en lo que respecta a los beneficios que obtuvimos en esta ronda, creo que estamos satisfechas”. El acuerdo es por dos años y abarcará el período entre el 1° de julio de 2023 y el 30 de junio de 2025, aplicándose ajustes salariales en las siguientes fechas: 1° de julio de 2023, 1° de enero de 2024, 1° de julio de ese mismo año y 1° de enero 2025.

En la propuesta presentada por el sindicato se planteó que el ingreso de las trabajadoras domésticas pase a ser de 30.000 pesos. Al mes de junio pasado era de 25.541 pesos el salario nominal, por lo que aplicándose los descuentos correspondientes una trabajadora percibía poco más de 20.000 pesos. Con el acuerdo ya cerrado, desde el pasado 1° de julio, el ingreso aumentará 2,7%, a lo que se le suma 0,88% por un ajuste correctivo por inflación de 2022. El 1° de enero de 2024 el salario se ajusta 4,4%, mientras que el 1° de julio y el 1° de enero de 2025 los ajustes son de 2,75% cada uno.

“Como con esos aumentos no vamos a llegar a lo que acordamos, al 30 de junio de 2025 finalizamos el convenio con un salario mínimo nominal de 29.400 pesos. A ese acuerdo llegamos”, dijo la dirigente. En lo inmediato, desde el 1° de julio el salario mínimo del sector quedó en 26.462 pesos por 44 horas semanales de labor, o por 25 jornales trabajados. El valor hora asciende a 139,22 pesos.

Con relación a los beneficios que se alcanzaron en esta negociación, Rivero contó que tienen que ver estrictamente con la salud de las trabajadoras: días libres para realizarse mamografías, biopsias, colonoscopias y endoscopias. “En algunos casos, si bien son estudios ambulatorios, generalmente requieren anestesia, y la persona que se lo realiza no sale en condiciones óptimas como para presentarse a trabajar”, comentó. Finalmente se consiguió que fueran dos días libres al año, que serán pagos (un día mamografía y un día para estudios).

Obtuvieron además dos días libres al año, que no serán descontados, para acompañar a hijos menores de 18 años en casos de enfermedad que requiera internación, como así también si un padre o una madre es internado por problemas de salud. Rivero aclaró que, hasta el momento, aunque una trabajadora presentara un certificado médico por la internación de un hijo o un padre, el empleador podía descontar ese día de ausencia, lo que ahora ya no podrá pasar.

Sobre el relacionamiento con la Liga de Amas de Casa, sostuvo que “siempre hemos tenido una muy buena relación con la representante”, Mabel Lorenzo. “Siempre tuvimos un buen diálogo en el marco de los Consejos de Salarios. Incluso, fuera de los Consejos hemos mantenido una buena comunicación. Buscábamos que salga lo mejor posible para ambas partes”, dijo.

Tomado de La Diaria 25 de octubre de 2023- Titulo original: “Sindicato de trabajadoras domésticas y Liga de Amas de Casa cerraron acuerdo por Consejo de Salarios”. Autor Pablo Piñeyro 

 

domingo, 22 de octubre de 2023

La apocalipsis de la seguridad social. Profecías sin fundamentos

 

Gonzalo Zunino es director del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve), coordinador del Observatorio de Seguridad Social del mismo centro y doctor en Economía por la Universidad Autónoma de Madrid. Su acumulación de expertise en el tema de la seguridad social es impresionante. Sin embargo, su vocabulario es muy limitado: en un reportaje reciente a propósito de los posibles efectos económicos del plebiscito no menciona –por ejemplo– la palabra derechos (véase «Un presupuesto educativo y medio», Brecha, 6-X-23).

Cabe aclarar al respecto que el PIT-CNT no plantea una reforma jubilatoria, sino que pone límites a la necesaria reforma de la seguridad social que deberá hacer el gobierno electo en 2024. El plebiscito es el primer paso para el diálogo social que impulsa el Frente Amplio.

El avance de las ciencias de la salud, desde la alimentación y el ejercicio hasta las vacunas o los trasplantes, aumenta la esperanza de vida, que para Uruguay se estimó en 82 años para las mujeres y 76 para los hombres hacia 2030, aumentando a 86 y 81 años, respectivamente, hacia 2090.1 El avance de las técnicas, desde la información y las comunicaciones hasta la inteligencia artificial, permite que con menos trabajo se produzca una mayor cantidad de bienes y servicios.

Pero los argumentos de Zunino favorecen una posición que condena a los trabajadores a más años de trabajo, menos años de retiro y pasividades más bajas. Le preocupa que el aumento del gasto en pasividades tenga consecuencias trágicas, limite los recursos disponibles para educación y salud, impida un mayor gasto para beneficiar a niños y adolescentes, aumente el déficit fiscal, aumente la deuda pública, se pierda el grado inversor y aumente el costo de la deuda pública por el incremento del gasto en pago de los intereses de la deuda.

Zunino aclara que, desde el Cinve, están «trabajando en un modelo para aproximarnos al escenario que surgiría de la aprobación de la reforma constitucional propuesta», lo cual quiere decir que las afirmaciones que realiza en el artículo citado no son rigurosas ni se apoyan en los resultados de un modelo de proyecciones, que aún no existe como tal. Sin embargo, afirma que: «De aprobarse el plebiscito, lo que nos están dando las cuentas es una trayectoria creciente de entre 7 y 8 puntos del PBI en un horizonte de 50 años».

Para tener una noción de lo que significa estimar lo que va a suceder con la economía uruguaya dentro de 50 años pensemos que, si este ejercicio se hubiera hecho en 1973, seguramente no habría previsto los efectos económicos de la caída de la Unión Soviética, de las sucesivas guerras en todos los continentes, de los cambios tecnológicos, de las pandemias, del calentamiento global, etcétera.

En un mundo de incertidumbre global, que modifica sustancialmente la evolución de la economía mundial y la de nuestro país, «estimar» el aumento de los costos de la seguridad social en términos del PBI para los próximos 50 años es algo que no se puede considerar riguroso y, menos aún, científico.

Plantear que, ante los supuestos riesgos económicos del futuro creados con el «modelo» de Zunino, los trabajadores del presente deban sacrificar ingresos y años de vida es una demostración clara, al menos, de una alineación con la teoría del ajuste permanente que está fracasando en todo el mundo. En cambio, las medidas que propone el plebiscito implican claramente una distribución de costos y beneficios favorables a los trabajadores.

POR UN FINANCIAMIENTO MÁS EQUITATIVO

 

 

El envejecimiento de la población del país y la sustitución de trabajo por capital en múltiples actividades provocarán que en el futuro el número de trabajadores con relación al número de pasivos sea cada vez menor. Sin embargo, las leyes de la economía no son leyes naturales que se imponen a las decisiones de las sociedades como la ley de gravedad. Por eso, es posible cambiar el curso de los procesos en general y, en este caso, de una forma muy sencilla que no se tuvo en cuenta, aumentar los ingresos públicos dirigidos a financiar el aumento de las pasividades.

¿Es inevitable que los cambios se vuelvan contra los trabajadores? No, es posible mantener los derechos y mejorar las pasividades, modificando progresivamente la financiación del gasto de la seguridad social, que tendrá que tender a aumentar los aportes patronales gradualmente y reducir las exoneraciones, a la vez que se eliminan subsidios al gran capital y aumentan los gravámenes a los ingresos del capital y a la riqueza acumulada.

Los aportes personales y patronales constituyen la fuente principal de financiamiento de los programas de seguridad social. Los trabajadores han mantenido su tasa de aporte, en cambio, las tasas patronales se han modificado a la baja: en Industria y Comercio pagan 7,5 por ciento, y los patrones rurales pagan por el índice de productividad por hectárea Coneat, aportando menos del 2 por ciento. En la Civil hay tres tipos de aportes: la administración central (19,5 por ciento), los gobiernos departamentales (16,5 por ciento) y las empresas públicas (7,5 por ciento).

Como además se han creado múltiples normas estableciendo exoneraciones de aportes patronales, la tasa promedio de los aportes obreros y patronales en 2022 fue de 23,53 por ciento, correspondiendo la tasa más alta a la afiliación civil (31,61 por ciento), seguida de servicio doméstico (22,50 por ciento), construcción (22,05 por ciento), industria y comercio (20,85 por ciento) y rural (16,76 por ciento). La tasa de aporte de los trabajadores, en todos los casos, es de 15 por ciento, mientras que la de los patrones en Industria y Comercio es de 5,85 por ciento y en la rural de 1,76 por ciento.2

Si los aportes patronales fueran del 15 por ciento, con reducción para las pequeñas y medianas empresas, igual a los que pagan los trabajadores, aumentaría la recaudación y el Banco de Previsión Social (BPS) no precisaría asistencia financiera.

EL VERDADERO PROBLEMA SON LAS AFAP

El contundente éxito de la reforma constitucional de 1989 terminó con el despojo a los jubilados por la vía de ajustes anuales muy por debajo de la inflación, como válvula de escape de la honda crisis económica. El gasto público aumentó, los recursos alcanzaron y las pasividades se pagaron. Luego vinieron el engendro ideológico y el disparate técnico que fueron las AFAP (administradoras de fondos de ahorro previsional). Se argumentaba que, si por el tramo de capitalización cada cual aportara para sí mismo y cobrara después una pasividad equivalente a su aporte, se mejoraría su jubilación y el BPS se libraría de gastar la mitad de esas futuras pasividades. Pero las pasividades servidas o a servirse por el tramo de capitalización fueron, son y serán ridículamente bajas. El déficit del gobierno central aumentó porque así lo determinaban las transferencias crecientes a las AFAP; mientras, se tenían que seguir pagando las pasividades existentes, a lo que se sumaban los intereses que el Estado pagaba al rescatar como préstamo su propio dinero.

Cuando asumió la actual coalición de derecha, en 2020, lejos de revisarse críticamente lo actuado, se insistió con la misma idea, buscando una consistencia fiscal que, al parecer, la reforma de 1996 no había logrado.

 

Pero la situación financiera del BPS no amerita prender luces de alarma, a menos que se niegue la pertinencia del aporte estatal. En efecto, tomando los datos correspondientes a los años anteriores a 2020 –no distorsionados por la pandemia–, el gasto total del BPS se sitúa en 12 por ciento del PBI, dentro del cual están computadas las transferencias a las AFAP, que suman 1,7 por ciento. Los aportes de trabajadores y empleadores alcanzan al 7,5 por ciento del PBI, con lo cual la aportación estatal por todo concepto (impuestos afectados y déficit) es del 4,5 por ciento del producto. Pero si no existieran las AFAP, tal aporte se reduciría a 2,8 por ciento. Permítasenos considerar el IASS (Impuesto a la Asistencia de la Seguridad Social) como un aporte interno al sistema, que en vez de hacerlo los activos lo hacen los jubilados, y entonces lo que debe recaudar el Estado por impuestos generales es tan solo del 2,2 por ciento del PBI, nada dramático, y sin considerar el ajuste a la baja por las exoneraciones de aportes que no son de cargo del BPS.

En términos del gasto total del BPS, los aportes son del 62,5 por ciento con las AFAP y serían del 73 por ciento sin las AFAP, lo que luce razonable en la lógica del financiamiento tripartito. Cabe concluir que en la actualidad hay un drenaje de los recursos genuinos del BPS hacia las AFAP que exagera el monto de aporte estatal.

A la carga ideológica de la capitalización individual con lucro privado se le suma el congelamiento del «espacio fiscal», ya que a los «malla oro» no se los toca. Sin las AFAP, el BPS rescataría 1.280 millones de dólares (1,7 por ciento del PBI) anuales al cesar la transferencia y, en forma paulatina, desde el fideicomiso propuesto por plebiscito, podría disponer del retorno gradual de recursos financieros a razón de 1,5 por ciento del PBI durante 15 años.

 

 

Es compartible la preocupación de que debería priorizarse la asignación de recursos para revertir los índices muy elevados de pobreza infantil (efectivamente, diez veces mayor que para la edad adulta), pero planteado de esa forma, en los términos del Cinve, la redistribución del ingreso sería entre sectores del trabajo, dejando al capital fuera de la ecuación. Ninguna mirada desde lo técnico puede soslayar que se trata de una disputa entre el capital y el trabajo.

 

1. Lazo, A.: «La esperanza de vida en Uruguay a lo largo de los siglos XIX, XX y XXI y sus probables valores futuros», Montevideo, 2013, BPS.

2. Recaudación por punto de aportes jubilatorios, 2022, BPS.

Extraído de Brecha, numero 1978. Titulo original “Los anuncios de apocalipsis en la seguridad social. PROFESIAS SIN FUNDAMENTOS” Antonio Elías, Jorge Notaro, Carlos Viera

 

lunes, 16 de octubre de 2023

EL LUGAR DE LA REFLEXIÓN FILOSÓFICA EN EL SISTEMA DE LOS DERECHOS HUMANOS. Un camino y no un obstáculo

 

Al entrar ya al último trimestre del año en el que se conmemoran los 75 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y los 50 del golpe de Estado en nuestro país, la Cátedra Unesco de Derechos Humanos de la Universidad de la República continúa desarrollando diversas actividades, así como aportando materiales para la reflexión en torno a la temática que nos convoca. En este marco, el Instituto de Filosofía de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación recibió a la profesora Helena Esser dos Reis, de la Universidade Federal de Goiás, quien brindó la conferencia «Filosofía y derechos humanos, el desafío de la fundamentación».

«Todas las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos, y, dotadas como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente las unas con las otras.» El análisis filosófico de los términos contenidos en este primer artículo de la declaración fue el eje central de su exposición. ¿Cuál es el alcance de lo expresado en este primer artículo? ¿Qué entender por persona? ¿Qué significa ser libres e iguales? ¿Cómo conciliar lo individual y lo colectivo en el marco de la defensa de los derechos humanos? Colaborar en dar respuesta, aunque sea parcialmente, a estas y otras preguntas es algo de lo que la labor filosófica aporta a la reflexión sobre los derechos humanos. En este camino de elucidación, pero también de fundamentación, se encuentra la conferencia de la profesora Esser.

Ya desde el análisis que hace de los primeros términos (todaspersonasnacen), se entrevé una concepción divergente de aquellas que apelan a principios consagrados naturalmente. Se podría pensar que el primer término, todas, equivale a afirmar «cualquiera», sin embargo, la profesora destaca que el énfasis es distinto, ya que se trata de la universalización de una condición. En este caso, todos es el referente de un universal de llegada y no un universal de partida. Dicha condición no es un a priori, sino una convención, un acuerdo acerca de un ideal normativo a perseguir. Ideal del cual el concepto de persona es medular y remite a un ser real que se comprende por relaciones dinámicas y que tiene valor, pero no precio (valoración kantiana del sujeto de derecho). ¿Por qué no afirmar «las personas son libres e iguales»? Porque la condición de sujetos de derecho es incondicional y las diversas circunstancias en que las personas viven no pueden ser fundamento de sus derechos. La validez de estos no depende de realidades particulares, pero tampoco de alguna trascendentalidad –según sostiene Esser–, sino del hecho de haber nacido humano. Esto no debe conducirnos a pensar que con ello basta. La mera humanidad no garantiza derechos.

En términos filosóficos, no es unánime la conceptualización acerca de lo que la libertad significa. Se trata de un «término de combate» que se ve atravesado por disputas teórico-ideológicas. Si bien los derechos básicos remiten al individuo, al sujeto de esos derechos, eso no debe conducir a una concepción estrictamente individualista o atomística de las personas. Una perspectiva desde la que se conciben los derechos de los individuos como contrapuestos, enfrentados entre sí, se sostendrá en una concepción de libertad en la que se es libre «contra otros» y no «con otros». Este último elemento de la libertad es el que la profesora rescata como modelo interpretativo de la libertad expresada en el primer artículo de la declaración. No se trata de la mera libertad de venir al mundo, sino de estar en el mundo junto con otros.

De igual modo, propuso una revisión crítica del concepto de igualdad. La igualdad no debe ser confundida con el principio de identidad, no significa ser idéntico a otro. La declaración cualifica la igualdad en dignidad y derechos. Mientras que antiguamente la dignidad estaba vinculada a la distinción y la excelencia, en la modernidad pasa a ser un atributo de la persona con alcance universal. El corolario de ello es la distinción kantiana entre el valor de las cosas y la dignidad como valor de las personas. Este último es aquello que no es intercambiable; las cosas tienen precio, las personas tienen dignidad. El respeto a la dignidad crea y funda derechos, lo que permite, tal como nos advierte Esser, pasar de los principios filosóficos a las instituciones jurídicas.

A pesar de las referencias a Kant, su propuesta, a diferencia de las que se sostienen en el tipo de fundamentación universalista que habilita el apriorismo del filósofo de Königsberg, hace énfasis en el aspecto contextual y contingente de todo proceso de fundamentación que tiene en su base en el diálogo y el acuerdo convencional. Por esto mismo, toda fundamentación, sostiene, puede ser revisada y reformulada. En sintonía con la crítica marxista, Esser observa que es necesario evitar una concepción abstracta de la persona humana desde la que se desdibuja la lucha que está en el origen y las condiciones reales que la originan. Esto se acompaña de la falsa idea individualista de que cada cual es capaz de bastarse a sí mismo. De este modo, hace un análisis crítico a partir de lo expresado en la misma declaración, demostrando que «el primer artículo no es ni ingenuo ni retórico». Esta perspectiva nos enfrenta a la fragilidad de los derechos humanos y a la necesidad de una permanente vigilancia y defensa de su observancia, ya que se encuentran siempre inacabados y están abiertos a nuevas reivindicaciones y a nuevos desafíos. Ante la pregunta de cuál es el mayor desafío que contemporáneamente enfrenta el sistema de los derechos humanos, Esser fue contundente: «La desigualdad».

Bien vale este modelo de justificación como muestra del trabajo que la filosofía tiene para hacer con relación a los derechos humanos. El desafío es mayúsculo, es necesario alimentar una permanente reflexión que ponga a prueba las convicciones más fuertemente arraigadas, lo que lejos de debilitarlas las fortalecerá. Más grande es aun si pensamos en una coyuntura nacional, regional e internacional, marcada por un embate conservador cuyas demandas y horizontes se articulan en órdenes jerárquicos a los que se añora regresar. En términos temporales, la vigencia de este tipo de pensamiento es mucho más prolongada que su contraparte igualitaria democrática. Digamos que la hegemonía de los postulados jerárquicos es más veterana. El modelo contestatario de ese orden añorado por las fuerzas conservadoras es muy joven. Y su marco normativo tiene apenas 75 años, lo cual en la historia de la humanidad no es nada. Sin embargo, el valor no tiene que ver con la vigencia, sino con la validez de estos principios. No es legítimo, filosóficamente hablando, que el estado de cosas, el orden vigente solo por serlo pruebe su validez. Son las razones, la fuerza de la justificación lo que lo hace. En ello posiblemente nos vaya la vida misma, no una vida cualquiera, sino una vida digna. Por eso vale la pena esta tarea de diálogo, reflexión y problematización que la filosofía tiene para ofrecer sobre estos jóvenes derechos.

La violación a los derechos humanos no habla mal de ellos, habla mal de cómo van las cosas. Pero si a este panorama le sumamos el emergente de cuestionamientos o actitud escéptica ante el valor de los derechos humanos, sus debilidades serán un blanco fácil. El principal interés que tiene la reflexión teórica, en este caso filosófica, para quienes estamos comprometidos con la defensa activa de los derechos humanos, es la advertencia sobre tensiones, problemas y contradicciones internas que resulten flancos vulnerables ante cuestionamientos. La abierta y permanente reflexión sobre el mayor proyecto normativo que nos hemos dado para la convivencia debe redundar en ajustes, revisiones, tendientes a su fortalecimiento y no a su socavamiento. En eso radica nuestra mayor responsabilidad.

* Fernanda Diab es integrante de la Cátedra Unesco de Derechos Humanos de la Universidad de la República (Udelar). Profesora adjunta del Instituto de Filosofía (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Udelar).

Extraido de Brecha, numero 1977