La pérdida
del conjunto de trabajadores frente al capital sumó 1.000 millones de dólares
en 2022 con relación a 2019.
Los
trabajadores asalariados pasaron de percibir 41,5% del PIB en 2019 a 40,3% en
2022. Por su parte, la participación del capital pasó de 37,8% a 39,3%
El PIB y la distribución funcional del ingreso
El enfoque
más usual conceptualiza al producto interno bruto (PIB) como el valor total de
los bienes y servicios generados en una economía a lo largo de un período de
tiempo (un año). Es decir, que si se suma el valor de todos los bienes y
servicios producidos en Uruguay el año pasado (desde la carne hasta las clases
en escuelas públicas y privadas; desde el software hasta los servicios de
hotel), esto suma el valor del PIB. En el caso de Uruguay en el último año, casi
70.000 millones de dólares.
Una
interpretación alternativa y complementaria es entender al PIB como el total de
la riqueza generada y repartida en el país en ese período. Y es que toda la
riqueza generada en forma de bienes y servicios es apropiada por alguien; a
algún bolsillo va a parar. O sea que, si sumamos el total de salarios pagados a
quienes trabajan, más las ganancias de las empresas (dividendos), los intereses
devengados por el capital financiero, y las rentas por la propiedad (por
ejemplo, de la tierra), se debe alcanzar ese mismo valor de 70.000 millones de
dólares.
Mientras
que el primer enfoque es especialmente útil para una mirada de la estructura
económica del país (qué sector productivo explica qué porción de la riqueza
producida en el país), la segunda, mucho menos frecuente, es útil para obtener
una mirada distributiva. Esta permite responder cómo se reparte la riqueza
generada en el proceso productivo entre los diferentes “factores productivos”
(trabajo, capital, tierra) y, por tanto, entre sus propietarios (clases
sociales), trabajadores y capitalistas en sus diversas formas. Esto es conocido
como la distribución “funcional del ingreso”, que es una mirada alternativa a
la distribución “personal” del ingreso, cuyo foco son los individuos u hogares
y básicamente se centra en cómo se distribuyen estos en la escala de ingresos
de la sociedad (típicamente los “deciles”), sin hacer referencia a su papel en
el proceso productivo.
Por tanto,
la distribución funcional del ingreso surge de observar cómo se reparte el PIB
entre los sectores o clases sociales. Así, en la información disponible para
2017, elaborada por el Banco Central, se observa que el 100% se reparte de la
siguiente forma: las remuneraciones de asalariados (ingreso de trabajadores en
relación de dependencia) dan cuenta del 42% del PIB; el “excedente de
explotación bruto” que condensa todas las formas de remuneraciones puras del
capital, apropiaba el 37% del PIB; el “ingreso mixto bruto” explica el 9% y
refiere a los ingresos de trabajadores autónomos donde no es posible diferenciar
qué parte es ganancia de capital y qué parte es por trabajo (por ejemplo, en un
almacenero que trabaja en su negocio), y el 12% restante corresponde a
“impuestos menos subvenciones sobre la producción y los productos”, que
básicamente es lo que apropia y consume el Estado (que no incluye ni los
aportes a la seguridad social que se incluyen en los salarios ni los impuestos
sobre los ingresos de cualquier tipo, que no han sido descontados de esos
ingresos).
Extraído de
LA DIARIA en versión parcial, 30 de enero de 2023. Titulo original “La pérdida
del conjunto de trabajadores frente al capital sumó 1.000 millones de dólares
en 2022 con relación a 2019”. Autor: Fernando Isabella.
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