domingo, 5 de marzo de 2023

Democracia y Justicia son ficciones cuando el poder peligra



Lo que pasó hasta ahora en el caso Astesiano es una muestra de hallazgos que la izquierda descubrió y anunció profusamente ya desde el siglo XIX, y que parece haber olvidado con esta frágil ‘democratitis’ que la aqueja, acompañada de una ingenua confianza en el Poder Judicial del Estado democrático republicano de Derecho, que (sea dicho de paso) es liberal y burgués, coetáneo con el capitalismo.

Después de todo lo que los teóricos (y los políticos) de izquierda han dicho y escrito sobre la democracia y su justicia, me sorprende profundamente que haya sorpresa y decepción por esta ‘historia de una muerte anunciada’, porque creía ya superada largamente la etapa infantil de la creencia en Papá Noel y Reyes Magos. Pero no. Se ha retrocedido a ella después de haber dado muchos de los mejores pasos para derribarla. Curiosa vuelta de carnero simbólica, que debería ser profundizada institucionalmente por la izquierda.

Quien escribe, formado con información abundante en esa veta teórica, hubiera esperado y dicho (y en parte lo dijo aquí, en Caras y Caretas): A, que la democracia y la justicia en Estados republicanos de derecho no son ni un régimen respetado ni una expectativa probable cuando las papas queman para los intereses del poder real en la sociedad, en regímenes capitalistas, burgueses y liberales. B, que los pactos de omertá como los que probablemente regían, rigen y regirán en casos como este haría esperables procesos y penas tan poco duros y eufemistas como las penas y los procesos que hemos presenciado. C, que la fiscal Fossati hubiera cometido un inútil suicidio sociojurídico, muy probablemente sin alterar el resultado del proceso judicial, si hubiera dejado el caso o lo hubiera perseguido con más celo y furia.

La fiscal Gabriela Fossati fue muy realista y sincera; sin duda poco heroica, pero sin obligación de serlo, en la medida en que no podemos esperar ni reclamar el heroísmo de nadie en sus desempeños funcionales públicos; y, creyendo fundadamente que nada cambiaría con su crucifixión, priorizó entonces un nada despreciable instinto de supervivencia; se la ha tachado equivocadamente de hipócrita, aunque le correspondería mejor el descriptivo de cinismo; tampoco la cobardía le calza bien, sino más bien una valiente resignación discepoliana, muy probablemente ya adquirida durante su largo ejercicio profesional. No se le deberían achacar tales cosas a quien dijo claramente todo lo que vamos a tomar del top 10 de sus dichos, muy bien resumidos por el editorial de Alberto Grille en Caras y Caretas, en el ejemplar anterior a este que está leyendo. Recolecto, a seguir, de dicho editorial, ejemplos que, repito y reafirmo, me parecen mucho más de discepoliana valentía cínica que de cobardía hipócrita. Veamos. 

“No se puede investigar nada porque están nombrados todos los que pueden contribuir con la investigación”.

 “Todos los nombrados son amigos que ponen piedras a la indagatoria”.

“Embarran la cancha y quieren tapar todo”.

 “Tendría que citar a declarar a todos los funcionarios del gobierno y de los ministerios de Relaciones Exteriores e Interior, porque todos están nombrados en los diálogos del celular de Astesiano”.

“Es un escándalo de proporciones institucionales; lejos de procurar corregir los eventuales errores que se cometieron en las distintas instituciones, de lo que se preocupan es de reducir los daños y tapar lo más comprometedor”.

 Entonces, “si a nadie le interesa la justicia, ¿por qué yo?”.

 ¡Chan, chan!: final de D’Arienzo para un tango de Discépolo, adecuado para un Polaco Goyeneche bien cargadito. O también digno contenido para un punk medio intelectualizado. El título podría haber sido perfectamente ‘Fossati blues’.

 Bien leídos, los dichos y escritos de la fiscal Fossati son: A, un demoledor documento que atestigua el comportamiento real del poder real en desmedro de la retórica comunicacional del poder formal; B, es también un amargo descargo por la falta de profundidad de la investigación acusatoria; C, una muestra elocuente de la secundariedad del Poder Judicial frente a los poderes Legislativo y Ejecutivo, minga de equilibrio de poderes a la Montesquieu; quienes designan, influyen en las carreras funcionales, y deciden presupuesto y remuneración, están fácticamente superordinados sobre sus subordinados, aunque las entelequias utópicas doctrinales afirmen equilibrios e igualdades. Los poderes judiciales siempre estuvieron sutilmente alineados con el poder más real de legislativos y ejecutivos, totalmente esperable y predecible desde su lugar en la normativa que implementa el cronograma organizacional del Estado y de sus variables gobiernos. D, con el tan rioplatense condimento de una sabia amargura discepoliana en el lugar del realismo. Muy ‘nuestro’, amén de significativo; la contracara histórica del Cabildo Abierto de Montevideo, de setiembre de 1808.

 ¿Podría haberse hecho algo diferente?

 ¿Qué más podía hacer la fiscal en esas circunstancias? ¿Acusar a toda la plana mayor del gobierno, Presidencia, ministerios del Interior y Relaciones Exteriores, Policía, de ‘obstrucción a la Justicia’?; ¿imputarlos por ‘desacato’?, ¿por ‘asociación para delinquir’?, ¿por poner esas piedras en lugar de contribuir, por embarrar la cancha, por querer tapar todo, por no querer corregir eventuales errores, sino reducir daños y tapar lo más comprometedor?, ¿por proteger a los suyos y a sus superiores políticamente involucrables?

 Si a nadie le interesa más para ayudar a hacer justicia, ¿por qué se la va a jugar ella sola, con los tiburones de omertá que parecen abundar en esa pecera? Si profundizaba más, podía, al menos, perjudicar irreversiblemente su carrera, sin que el resultado final del proceso cambiara, porque doctores tiene la santa madre iglesia como para impedirlo en caso de que ella se inmolara para buscarlo. Hay traslados judiciales oportunos, segundas instancias tajantes, supremas cortes que sabrán cumplir… Nada hipócrita, acaso cínica; nada cobarde, sino valiente declarante, quizás algo discepoliana, conocedora del paño, consciente de los límites entre el deber legal y el sacrificio inútil, luchando por su supervivencia social y jurídico-judicial. Encontró cómo sobrevivir en el sistema, cumpliendo mínimamente con su papel de parte fiscal, aunque frustrando infundadas expectativas de draconianos fallos; pero declaró lo suficiente como para que sus pocas palabras fueran aprovechadas por buenos entendedores, que no parecen ser todos, claro; las bombas asordinadas que lanzó son focos que iluminan el sistema, que sigue siendo como los teóricos de izquierda de los siglos XIX y XX lo habían imaginado y anunciado. Lo que no debería sorprender hoy ni generar absurdas expectativas.

 

Estados Unidos, paladín de la democracia republicana, cuyos teóricos y políticos trabajaron en los siglos XVIII y XIX para implementar la democracia francesa del siglo XVII, modelo para la América Latina independiente de España (e Inglaterra), ha sido el más consecuente derribador de democracias por el mundo, el más consecuente defensor de dictaduras, autocracias y dictaduras, el mayor promotor de guerras, invasiones, espionajes, matanzas y torturas, pero siempre con gárgaras comunicacionalmente impuestas de impoluto apoyo a democracias, libertades y derechos humanos. ¿Qué puede asombrar cuando funcionan regímenes políticos y sistemas de justicia confeccionados según esas medidas? La moral es el recurso de los débiles, dijo Nietzsche; y la normatividad jurídica su auxiliar formal, solo con un poco más de poder, pero aún muy insuficiente para lidiar con posibilidades con el poder real, también fáctica y hasta normativamente subordinado en lo formal; y menos que menos en situaciones políticamente límite.

 

Democracia y poder judicial son ficciones de lujo que rigen cotidianos normales cuando no amenazan al poder real; pero que no rigen de modo semejante cuando queman las papas para el poder real; véase lo que ha demorado y cómo se han reducido la verdad y la justicia respecto de la dictadura cívico-militar como seudópodo de la guerra fría geopolítica. Ahí es cuando la justicia queda reducida a las letras de murga y a las rasgadas vestiduras y mecidas barbas de las oposiciones político-comunicacionales recientemente convertidas a magras expectativas de justicia en una democracia capitalista, burguesa y liberal.

¿Por qué hijos de teóricos y políticos de izquierda creen ahora en la excelencia de las democracias republicanas, y en la justicia que se imparte en ellas, por poderes judiciales subordinados a los otros poderes, en situaciones políticamente límite? ¿Por qué no se piensa ya más que los olmos no dan peras y que no se las puede pedir ni extrañarse amargamente de que no se dan? ¿Sufrieron alguna metamorfosis como la que relata Kafka? ¿Qué tiene de sorpresivo e inesperado lo que está pasando en el caso Astesiano, para quien tiene formación sociopolítica histórica? La fiscal Fossati siempre se lo temió y trató de que no le tocara a ella el papelón y el mal momento; así, aunque algo más eufemizado, lo planteó públicamente y al fiscal de Corte, casi pidiéndole que apartara de ella ese cáliz; pero los dados estaban echados, el resultado iba a ser más o menos el que fue, de un modo u otro; el fardo le había caído a la fiscal Fossati; que se la banque, son gajes del oficio, reglas del juego, ¿por qué cambiarla?, ¿para sufrir suspicacias?; cada uno hace su juego, sálvese quien pueda, Pilatos se reencarna muchas veces, oportunamente casi siempre.

Ok. Como dijo Alberto Grille también, lo que hizo la fiscal Fossati es ‘comprensible’. Y agrega: “Sin embargo, es un pésimo ejemplo ciudadano”. Si no hubiera fiscales valientes, soldados arrojados, policías decentes”, etc., “no habría ejemplos para los jóvenes ni futuro para la sociedad” […] “así no se hace patria”. Quizás fuera así antaño; pero en el mundo contemporáneo ya no es más así, según han estudiado las ciencias sociales, en su reciente pluridisciplinariedad. Se lo debo para la próxima columna. No es para pocas líneas el tema; porque es muy importante. Hasta la próxima, entonces, lector.

La frase del estribo, para abrir apetitos: en el mundo y en Uruguay crece una decadencia de la normatividad jurídica en desmedro de otras normatividades, valores y creencias; aunque, perversamente, esas normatividades a-jurídicas se argumenten con retórica jurídica; lo que desprestigia a sus actores y a la normatividad jurídica aún más, como incompetente, impotente, hipócrita, grandilocuente y servil.

Tomado de Caras & Caretas número 1107, páginas 22 y 23. Titulo original: “Democracia y Justicia. FICCIONES CUANDO EL PODER PELIGRA”. Autor: Rafael Bayce.

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