Lo que pasó hasta ahora en el caso Astesiano es una
muestra de hallazgos que la izquierda descubrió y anunció profusamente ya desde
el siglo XIX, y que parece haber olvidado con esta frágil ‘democratitis’ que la
aqueja, acompañada de una ingenua confianza en el Poder Judicial del Estado democrático republicano de Derecho,
que (sea dicho de paso) es liberal y burgués, coetáneo con el capitalismo.
Después de todo lo que los teóricos (y los
políticos) de izquierda han dicho y escrito sobre la democracia y su justicia,
me sorprende profundamente que haya sorpresa y decepción por esta ‘historia de
una muerte anunciada’, porque creía ya superada largamente la etapa infantil de
la creencia en Papá Noel y Reyes Magos. Pero no. Se ha retrocedido a ella
después de haber dado muchos de los mejores pasos para derribarla. Curiosa
vuelta de carnero simbólica, que debería ser profundizada institucionalmente
por la izquierda.
Quien escribe, formado con información abundante en
esa veta teórica, hubiera esperado y dicho (y en parte lo dijo aquí, en Caras y Caretas): A, que la
democracia y la justicia en Estados republicanos de derecho no son ni un
régimen respetado ni una expectativa probable cuando las papas queman para los
intereses del poder real en la sociedad, en regímenes capitalistas, burgueses y
liberales. B, que los pactos de omertá como los que probablemente regían, rigen
y regirán en casos como este haría esperables procesos y penas tan poco duros y
eufemistas como las penas y los procesos que hemos presenciado. C, que la
fiscal Fossati hubiera cometido un inútil suicidio sociojurídico, muy
probablemente sin alterar el resultado del proceso judicial, si hubiera dejado
el caso o lo hubiera perseguido con más celo y furia.
La fiscal Gabriela Fossati fue muy realista y sincera; sin duda poco
heroica, pero sin obligación de serlo, en la medida en que no podemos esperar
ni reclamar el heroísmo de nadie en sus desempeños funcionales públicos; y,
creyendo fundadamente que nada cambiaría con su crucifixión, priorizó entonces
un nada despreciable instinto de supervivencia; se la ha tachado
equivocadamente de hipócrita, aunque le correspondería mejor el descriptivo de
cinismo; tampoco la cobardía le calza bien, sino más bien una valiente
resignación discepoliana, muy probablemente ya adquirida durante su largo ejercicio
profesional. No se le deberían achacar tales cosas a quien dijo claramente todo
lo que vamos a tomar del top 10 de sus dichos, muy bien resumidos por el
editorial de Alberto Grille en Caras
y Caretas, en el ejemplar anterior a este que está leyendo. Recolecto,
a seguir, de dicho editorial, ejemplos que, repito y reafirmo, me parecen mucho
más de discepoliana valentía cínica que de cobardía hipócrita. Veamos.
“No se puede investigar nada porque están nombrados
todos los que pueden contribuir con la investigación”.
“Todos los nombrados son amigos que ponen
piedras a la indagatoria”.
“Embarran la cancha y quieren tapar todo”.
“Tendría que citar a declarar a todos los
funcionarios del gobierno y de los ministerios de Relaciones Exteriores e
Interior, porque todos están nombrados en los diálogos del celular de
Astesiano”.
“Es un escándalo de proporciones institucionales;
lejos de procurar corregir los eventuales errores que se cometieron en las
distintas instituciones, de lo que se preocupan es de reducir los daños y tapar
lo más comprometedor”.
Entonces, “si a nadie le
interesa la justicia, ¿por qué yo?”.
¡Chan, chan!: final de
D’Arienzo para un tango de Discépolo, adecuado para un Polaco Goyeneche
bien cargadito. O también digno contenido para un punk medio intelectualizado.
El título podría haber sido perfectamente ‘Fossati blues’.
Bien leídos, los dichos y
escritos de la fiscal Fossati son: A, un demoledor documento que atestigua el comportamiento
real del poder real en desmedro de la retórica comunicacional del poder formal;
B, es también un amargo descargo por la falta de profundidad de la
investigación acusatoria; C, una muestra elocuente de la secundariedad del
Poder Judicial frente a los poderes Legislativo y Ejecutivo, minga de
equilibrio de poderes a la Montesquieu; quienes designan, influyen en las
carreras funcionales, y deciden presupuesto y remuneración, están fácticamente
superordinados sobre sus subordinados, aunque las entelequias utópicas
doctrinales afirmen equilibrios e igualdades. Los poderes judiciales siempre
estuvieron sutilmente alineados con el poder más real de legislativos y
ejecutivos, totalmente esperable y predecible desde su lugar en la normativa
que implementa el cronograma organizacional del Estado y de sus variables
gobiernos. D, con el tan rioplatense condimento de una sabia amargura
discepoliana en el lugar del realismo. Muy ‘nuestro’, amén de significativo; la
contracara histórica del Cabildo Abierto de Montevideo, de setiembre de 1808.
¿Podría haberse hecho algo diferente?
¿Qué más podía hacer la fiscal
en esas circunstancias? ¿Acusar a toda la plana mayor del gobierno,
Presidencia, ministerios del Interior y Relaciones Exteriores, Policía, de
‘obstrucción a la Justicia’?; ¿imputarlos por ‘desacato’?, ¿por ‘asociación
para delinquir’?, ¿por poner esas piedras en lugar de contribuir, por embarrar
la cancha, por querer tapar todo, por no querer corregir eventuales errores,
sino reducir daños y tapar lo más comprometedor?, ¿por proteger a los suyos y a
sus superiores políticamente involucrables?
Si a nadie le interesa más para
ayudar a hacer justicia, ¿por qué se la va a jugar ella sola, con los tiburones
de omertá que parecen abundar en esa pecera? Si profundizaba más, podía, al
menos, perjudicar irreversiblemente su carrera, sin que el resultado final del
proceso cambiara, porque doctores tiene la santa madre iglesia como para
impedirlo en caso de que ella se inmolara para buscarlo. Hay traslados judiciales
oportunos, segundas instancias tajantes, supremas cortes que sabrán cumplir…
Nada hipócrita, acaso cínica; nada cobarde, sino valiente declarante, quizás
algo discepoliana, conocedora del paño, consciente de los límites entre el
deber legal y el sacrificio inútil, luchando por su supervivencia social y
jurídico-judicial. Encontró cómo sobrevivir en el sistema, cumpliendo
mínimamente con su papel de parte fiscal, aunque frustrando infundadas
expectativas de draconianos fallos; pero declaró lo suficiente como para que
sus pocas palabras fueran aprovechadas por buenos entendedores, que no parecen
ser todos, claro; las bombas asordinadas que lanzó son focos que iluminan el
sistema, que sigue siendo como los teóricos de izquierda de los siglos XIX y XX
lo habían imaginado y anunciado. Lo que no debería sorprender hoy ni generar
absurdas expectativas.
Estados Unidos, paladín de la democracia
republicana, cuyos teóricos y políticos trabajaron en los siglos XVIII y XIX
para implementar la democracia francesa del siglo XVII, modelo para la América
Latina independiente de España (e Inglaterra), ha sido el más consecuente
derribador de democracias por el mundo, el más consecuente defensor de
dictaduras, autocracias y dictaduras, el mayor promotor de guerras, invasiones,
espionajes, matanzas y torturas, pero siempre con gárgaras comunicacionalmente
impuestas de impoluto apoyo a democracias, libertades y derechos humanos. ¿Qué
puede asombrar cuando funcionan regímenes políticos y sistemas de justicia
confeccionados según esas medidas? La moral es el recurso de los débiles, dijo
Nietzsche; y la normatividad jurídica su auxiliar formal, solo con un poco más
de poder, pero aún muy insuficiente para lidiar con posibilidades con el poder
real, también fáctica y hasta normativamente subordinado en lo formal; y menos
que menos en situaciones políticamente límite.
Democracia y poder judicial son ficciones de lujo
que rigen cotidianos normales cuando no amenazan al poder real; pero que no
rigen de modo semejante cuando queman las papas para el poder real; véase lo
que ha demorado y cómo se han reducido la verdad y la justicia respecto de la
dictadura cívico-militar como seudópodo de la guerra fría geopolítica. Ahí es
cuando la justicia queda reducida a las letras de murga y a las rasgadas
vestiduras y mecidas barbas de las oposiciones político-comunicacionales
recientemente convertidas a magras expectativas de justicia en una democracia
capitalista, burguesa y liberal.
¿Por qué hijos de teóricos y políticos de izquierda
creen ahora en la excelencia de las democracias republicanas, y en la justicia
que se imparte en ellas, por poderes judiciales subordinados a los otros
poderes, en situaciones políticamente límite? ¿Por qué no se piensa ya más que
los olmos no dan peras y que no se las puede pedir ni extrañarse amargamente de
que no se dan? ¿Sufrieron alguna metamorfosis como la que relata Kafka? ¿Qué
tiene de sorpresivo e inesperado lo que está pasando en el caso Astesiano, para
quien tiene formación sociopolítica histórica? La fiscal Fossati siempre se lo
temió y trató de que no le tocara a ella el papelón y el mal momento; así,
aunque algo más eufemizado, lo planteó públicamente y al fiscal de Corte, casi
pidiéndole que apartara de ella ese cáliz; pero los dados estaban echados, el
resultado iba a ser más o menos el que fue, de un modo u otro; el fardo le
había caído a la fiscal Fossati; que se la banque, son gajes del oficio, reglas
del juego, ¿por qué cambiarla?, ¿para sufrir suspicacias?; cada uno hace su
juego, sálvese quien pueda, Pilatos se reencarna muchas veces, oportunamente
casi siempre.
Ok. Como dijo Alberto Grille también, lo que hizo
la fiscal Fossati es ‘comprensible’. Y agrega: “Sin embargo, es un pésimo
ejemplo ciudadano”. Si no hubiera fiscales valientes, soldados arrojados,
policías decentes”, etc., “no habría ejemplos para los jóvenes ni futuro para
la sociedad” […] “así no se hace patria”. Quizás fuera así antaño; pero en el
mundo contemporáneo ya no es más así, según han estudiado las ciencias
sociales, en su reciente pluridisciplinariedad. Se lo debo para la próxima
columna. No es para pocas líneas el tema; porque es muy importante. Hasta la
próxima, entonces, lector.
La frase del estribo, para abrir apetitos: en el
mundo y en Uruguay crece una decadencia de la normatividad jurídica en desmedro
de otras normatividades, valores y creencias; aunque, perversamente, esas
normatividades a-jurídicas se argumenten con retórica jurídica; lo que
desprestigia a sus actores y a la normatividad jurídica aún más, como
incompetente, impotente, hipócrita, grandilocuente y servil.
Tomado de
Caras & Caretas número 1107, páginas 22 y 23. Titulo original: “Democracia
y Justicia. FICCIONES CUANDO EL PODER PELIGRA”. Autor: Rafael Bayce.
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