Este 14 de octubre se celebra el
McDía Feliz, una iniciativa que, como todos los años, lleva a cabo el afamado
restaurante de comida chatarra McDonald’s, con el fin de recaudar fondos para
causas benéficas de salud a partir de la venta de hamburguesas Big Mac.
Tradicionalmente, en nuestro país se hizo para apoyar a la Fundación Peluffo
Giguens, que atiende a niños con cáncer, pero actualmente el evento se ha
renombrado como Gran Día y este año es a beneficio de la Asociación Casa Ronald
McDonald y el liceo Impulso.
La Asociación Casa Ronald McDonald
trabaja «apoyando a los niños en tratamientos médicos prolongados y a sus
familias, en especial a aquellas pertenecientes a los sectores más vulnerables
de la población»; su misión es «crear, encontrar y dar soporte a programas que
mejoran directamente la salud y el bienestar de los niños uruguayos y sus
familias», y sus instalaciones se encuentran en el Hospital Pereira Rossell,
con el cual tiene un convenio, según consta en su web.
El evento Gran Día es un claro
ejemplo de campaña de responsabilidad social empresarial, y se lo promociona
como «una fiesta de la solidaridad. Un día en que la famosa hamburguesa Big Mac
tiene el sabor de la solidaridad. [Un] día en el que todos podemos convertir
una Big Mac en una sonrisa».
Creemos que hay un elefante en la
habitación que nadie quiere ver y nos surgen algunas preguntas esenciales:
¿vender hamburguesas ultraprocesadas de carne animal, un comprobado
carcinógeno, para combatir el cáncer y promocionar la salud?
¿QUÉ ES UNA BIC MAC?
Aunque a primera
vista parezca un alimento, en verdad se trata de un producto de ingeniería
y marketing de alta sofisticación. Su propio eslogan de venta
da cuenta de ello: «La perfección hecha hamburguesa que te hace agua la boca».
Algo que podría ser tan sencillo como una hamburguesa al pan, en verdad
contiene al menos 63 ingredientes. Se trata, pues, de un alimento
ultraprocesado.
El informe Alimentos y
bebidas ultraprocesados en América Latina: tendencias, efecto sobre la obesidad
e implicaciones para las políticas públicas de la Organización
Panamericana de la Salud (OPS) proporciona una definición de consenso de estos
«alimentos»: son formulaciones industriales principalmente a base de sustancias
extraídas o derivadas de alimentos, además de aditivos y cosméticos que dan
color, sabor o textura para intentar imitarlos. Estas comidas están
nutricionalmente desequilibradas, pues tienen un alto contenido calórico y bajo
valor nutricional. Poseen un elevado contenido en azúcares libres, grasa total,
grasas saturadas y sodio, una carga glucémica alta y un bajo contenido en
proteína, fibra alimentaria, minerales y vitaminas, en comparación con las
comidas sin procesar o mínimamente procesadas. Vale tener en cuenta que algunos
ingredientes presentes en la Big Mac no están permitidos en determinadas
regiones, por considerarlos peligrosos para la salud humana, ya que
experimentos en ratones han comprobado su toxicidad y carcinogenicidad.1
El impacto de estos productos es
también a nivel psicosocial y ecológico. El mismo informe sostiene que «se
anuncian y comercializan de manera enérgica. […] Del mismo modo que los
cigarrillos y las bebidas alcohólicas, las estrategias de mercadotecnia muchas
veces recurren a ideas, lenguaje e imágenes sumamente seductores y excitantes,
que socavan el deseo y la capacidad de elegir opciones racionales y saludables,
y son particularmente eficaces cuando se dirigen a los niños, los adolescentes
y otros grupos vulnerables». Esto es consecuencia de técnicas desarrolladas a
partir de la ciencia de los alimentos que, mediante la adulteración de «ciertas
características (sabores, propiedades, etcétera) incorporadas a este tipo de
productos, pueden distorsionar los mecanismos del aparato digestivo y del cerebro
que envían la señal de saciedad y controlan el apetito, lo que lleva a un
consumo excesivo. Como resultado, el consumo de tales productos puede
interferir con la capacidad de controlar los hábitos alimentarios».
Además, los ultraprocesados son
social y ambientalmente destructivos, pues desplazan las tradiciones
gastronómicas locales, dañando el tejido social y cultural, y la salud mental y
emocional, pues «las cocinas tradicionales han evolucionado como expresiones de
autonomía e identidad [y] también se adaptan a los climas y los terrenos
específicos, son sostenibles, y apoyan a los negocios locales, las economías
rurales y la diversidad biológica».
ULTRAPROCESADOS, PROTEÍNA ANIMAL Y LA
SALUD
La OPS fue tajante al determinar que
los productos ultraprocesados muy probablemente sean la principal causa
alimentaria del sobrepeso y de las enfermedades crónicas: «El mayor consumo de
productos ultraprocesados se asocia con dislipidemia en los niños y, por lo
tanto, con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, de síndrome
metabólico en los adolescentes y de obesidad en los adultos». El informe da
cuenta de una clara asociación estadística entre las ventas per cápita de
productos ultraprocesados y la prevalencia de la obesidad en los adultos en
todos los países examinados. Fue con base en ello que se idearon políticas
públicas de salud, como el etiquetado frontal para el exceso de grasas, sodio y
azúcar.
Pero no se trata solo de limitar la
ingesta de ultraprocesados. El problema está igualmente en las proteínas
animales (carne, huevos y lácteos), también muy presentes en McDonald’s. La
Agencia Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer ha publicado un
informe en 2018 que clasifica la carne procesada como un cancerígeno del grupo
1, el cual supone el mayor nivel de certeza estadístico según la evidencia
disponible, el mismo que para el asbesto y el tabaco. A modo de ejemplo, según
el informe, el riesgo relativo de desarrollar cáncer colorrectal, el segundo en
letalidad luego del cáncer de pulmón, fue de 18 por ciento por cada 50 gramos
al día. En este punto, la reacción de la comunidad médica y de las autoridades
sanitarias no ha estado a la altura de la situación ni ha tenido la misma
fuerza que con los ultraprocesados.
Esto no deja de sorprender cuando
sabemos que el consumo de proteína animal está claramente determinado como el
factor de riesgo más importante para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares,
diabetes y varios tipos de cáncer (especialmente el colorrectal, el pancreático
y el de mama), las principales causas de muerte en el mundo.
El estudio de cohorte de dieta más
grande de la historia siguió los hábitos alimenticios de 400 mil personas,
aislando estadísticamente los restantes factores intervinientes. Allí quedó
determinado que basta reemplazar tan solo un 3 por ciento de las calorías
provenientes de varias proteínas animales por las vegetales para obtener una
disminución del 10 por ciento de la mortalidad general (porcentaje que se
duplica si se reemplazan también los huevos).
LOBBY EMPRESARIAL Y
OBSECUENCIA CIENTÍFICA
No dudamos que esta iniciativa de
McDonald’s es, por un lado, un caso de brandwashing o ‘lavado
de marca’, consistente en el involucramiento de las empresas en causas sociales
con el fin de lavar su imagen ante la opinión pública. También es, por otro
lado, una de esas iniciativas empresariales que hacen de la solidaridad un
espectáculo mercantil y cursi, utilizando el chantaje emocional como estrategia
de marketing y de evasión fiscal, de las que la Teletón es
probablemente su mayor expresión. En otras palabras, se trata de la pervivencia
de la caridad cristiana, que no está interesada en cuestionar las estructuras
que producen la de-sigualdad, sino meramente en paliar el sufrimiento causado
por esta, pero actualizada en función de los tiempos hipermodernos –tal como
fueran conceptualizados por Gilles Lipovetsky (de hiperindividualismo, hipernarcisismo
e hiperconsumismo)– más una pizca de nacionalismo.
Sucede que, actualmente, el sujeto de
nuestra era mercantil globalizada exige también una serie de valores
ambientales, sociales y políticos con los que identificarse, más allá del
producto o servicio que desea consumir (incluso, a veces, la importancia de los
valores es ser mayor que la de los bienes, superando así el valor simbólico del
consumo al valor del intercambio de las mercancías). Es por ello que las
corporaciones hoy basan su estrategia en la producción de una subjetividad, que
cada vez incluye más la promesa de hacer del mundo un lugar mejor (en una
suerte de utopismo capitalista). En otras palabras, según el mito neoliberal,
el Edén se encuentra en la Tierra y se accede a él consumiendo. Ya decía con
razón Gilles Deleuze que, «en una sociedad de control, la fábrica es sustituida
por la empresa, y la empresa es un alma, es etérea». Y el alma de McDonald’s es
tan grande que hasta tiene pretensiones globalistas: «Para la Asociación Casa
Ronald McDonald es un honor poder decir que trabajamos para la consecución de
varios de los objetivos de desarrollo sostenible propuestos por Naciones
Unidas».
No podemos dejar pasar la hipocresía
de todo este asunto: que el siniestro payaso Ronald McDonald colabore con los
enfermos de cáncer es el equivalente a que el Chapo Guzmán lo haga con
drogadictos. Es el mismo modus operandi que lleva a cabo la
industria farmacológica, cuyo paradigma es Bayer-Monsanto: primero, por un
lado, vende el veneno y luego, por el otro, vende el remedio.
Creemos que ni el sistema de salud
público ni las organizaciones no gubernamentales que trabajen en materia de
salud deberían aceptar fondos provenientes de estas iniciativas y que deberían
buscarlos en otros emprendimientos. No deja de sorprendernos que entre los
«amigos de la asociación» Casa Ronald McDonald figuren, como instituciones
colaboradoras, el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) y el Ministerio de
Salud Pública (MSP) –desconocemos la naturaleza exacta del vínculo: la
asociación no ha respondido la solicitud de información al respecto–. ¡El mismo
MIDES que les niega el apoyo a las ollas populares y emprende una campaña
persecutoria contra ellas es el que apoya a una multinacional que produce
cáncer y tapa las arterias con colesterol!
CONCLUSIONES Y PROPUESTAS
En vista de la evidencia científica
más reciente, el consumo de alimentos ultraprocesados y de origen animal supone
un grave riesgo para la salud humana, tanto en morbilidad como en mortalidad, y
la hamburguesa Big Mac puede tomarse como epítome en este asunto. Pretender
mejorar la salud de las poblaciones enfermas y más vulnerables consumiendo esta
clase de «alimentos» es como querer apagar un incendio con gasolina.
Las pautas dietarias de las
comunidades médicas y de las autoridades sanitarias, especialmente las regionales,
como la OPS, desaconsejan enfáticamente el consumo de ultraprocesados, pero no
así el consumo de productos animales. Aún resta mucho para que estos colectivos
actúen en consonancia con los avances en la ciencia de la nutrición, que es
cada vez más proclive a recomendar una dieta a base de vegetales integrales
(cereales, legumbres, frutas y verduras) como la más apta para el ser humano.
Acciones empresariales como el McDía
Feliz deberían ser advertidas a la población al menos como engañosas por parte
del MSP. Después de todo, ¿no debería esta cartera velar por acciones de
disminución de riesgos y de promoción de la salud? Para finalizar, más
preguntas: ¿qué tiene para decir la Sociedad Uruguaya de Pediatría?, ¿y la de
Oncología Médica y Pediátrica?
1.
El polisorbato 80 tiene carcinogenicidad comprobada
en ratones, por ejemplo. Por otra parte, el colorante caramelo (E150d) está
prohibido en California.
EXTRAIDO DE BRECHA N° 1925. TITULO ORIGINAL: “¿UN ALIMENTO ULTRAPROCESADO PARA COMBATIR EL
CÁNCER? Otro McDía Infeliz
” Autor: Gustavo Medina, 14
de octubre, 2022
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