Para
Cicerón, el gobierno ideal es el que combina lo mejor de la monarquía, la
aristocracia y la democracia, tal como ocurría en la República Romana. Este es
el legado del primer hombre de Estado, resumidos en 10 consejos, y olvidado a
los pocos/años.
1.- El gobernante debe poseer una
integridad excepcional. Cicerón se pregunta por las dotes de mando de
quienes aspiren a velar por la paz y dirigir el rumbo de un país: “Deben
destacar por su coraje, su aptitud y su resolución, porque en nuestra nutrida
ciudadanía son multitud quienes aspiran a la revolución y a la caída del Estado
por tener el castigo que se merecen las faltas que saben haber cometido”. Es
decir, que los gobernantes de una nación deben estar dotados de un valor, una
capacidad y una resolución notables.
2.- Inteligencia, perspicacia y
elocuencia. Si los dirigentes no poseen un conocimiento meticuloso de
aquello de lo que hablan, sus discursos serán una cháchara de palabras vanas.
La neolengua ya debía existir hace veintiún siglos. Pero hoy no es fácil
hacerse una idea de la importancia que revestía la oratoria en el mundo
antiguo, y quien quisiera guiar a otros no tenía más remedio que dominar el
arte de dirigirse con elocuencia. “Para elaborar un discurso no importa sólo la
elección de las palabras, sino también su correcta disposición”. A eso hay que
añadir “la agudeza, el humor, la erudición propios de un hombre libre, así como
la rapidez y la brevedad a la hora de responder o atacar, que siempre irán
ligadas a un encanto sutil y a un claro refinamiento”.
3.- La corrupción destruye una nación.
Lo sabemos. Sabemos a dónde conduce la codicia, los sobornos y el fraude. Cómo
devoran un Estado desde el interior y lo vuelven débil y vulnerable. ¿Qué
pensaba Cicerón de la corrupción? Que desalentaba a la ciudadanía y la hace
presa de la cólera y la incita a la rebelión… En su discurso contra Gayo
Verres, antiguo gobernador de Sicilia y paradigma del político depravado,
Cicerón no dejó lugar a dudas: “Como si de un rey de Bitinia se tratara, se
hacía trasladar en litera de ocho porteadores, dotada de un elegante cojín
relleno de pétalos de rosa de Malta. Ceñía su frente con guirnalda y llevaba
otra al cuello, y cerca de la nariz, su saquito de malla tupida hecho de
delicadísimo lino y también lleno de rosas. De esta guisa hacía los viajes…”
4.- No hay que subir los impuestos.
Al menos si no es absolutamente necesario. “Quien gobierne una nación debe
encargarse de que cada uno conserve lo que es suyo y de que no disminuyan por
obra del Estado los bienes de ningún ciudadano”. El propósito principal de un
gobierno consiste en garantizar a los individuos la conservación de lo que les
pertenece y no la redistribución de la riqueza. Pero también condena la
concentración en manos de una minoría selecta. Asegura que el Estado tiene el
deber de ofrecer a sus ciudadanos seguridad y otros servicios fundamentales.
“También es deber de quienes gobiernan un Estado garantizar la abundancia de
cuanto se requiere paravivir”.
5.- La inmigración fortalece un país.
Roma se convirtió en un imperio poderoso gracias a la acogida que tuvo a nuevos
ciudadanos a medida que se extendía por el Mediterráneo. Hasta los esclavos
manumisos podían tener derecho a voto. “Defiendo pues que en todas las regiones
de la tierra no existe nadie ni tan enemigo del pueblo romano por odio o
desacuerdo, ni tan adherido a nosotros por fidelidad y benevolencia que no
podamos acogerlo entre nosotros u obsequiarlo con la ciudadanía”.
6.- No a la guerra. Si es injusta…
los romanos, que podían justificar cualquier conflicto bélico que desearan
emprender, como tantos otros pueblos que vinieron detrás de ellos. Pero para
Cicerón, al menos, el ideal bélico no puede darse si se hace por codicia en
lugar de para defender la nación o por castigo. “¿Cómo os sentís vosotros sabiendo
que una sola orden [de Mitríades] ha bastado para causar en un día la matanza
de miles de ciudadanos romanos?”
7.- El mejor gobierno es un equilibrio
de poderes. Sin equidad los hombres libres no pueden vivir mucho tiempo.
Sin ella tampoco hay estabilidad. Cicerón advierte que no es difícil que de la
virtud nazca el vicio y que “el rey degenere en déspota, la aristocracia, en
facción, y la democracia, en turba y rebelión”. Supervisión y equilibrio. De
ahí que “el ejecutivo deberá tener cualidades descollantes propias de un
soberano, pero siempre concediendo autoridad a los próceres y al juicio y la
voluntad de la multitud”.
8.- El arte de lo posible. Considera
irresponsable la adopción de posturas inflexibles, en política todo se
encuentra en evolución y cambio. “Cuando hay un grupo de personas que gobierna
una república por el hecho de tener riquezas, abolengo o cualquier otra
ventaja, cabe considerarlo una facción, aunque ellos se quieran llamar
próceres”. Negarse a transigir es un signo de debilidad, no de/fortaleza.
9.- Estar cerca de amigos y de enemigos.
Nuestro enviado especial a Roma sabía cómo tratar a un aliado ofendido y
abordar un problema de forma directa y elegante, pues los dirigentes fracasan
cuando subestiman a sus amigos y aliados. Le resultaba aún más importante
asegurarse de saber qué hace el adversario. Para Cicerón hay que tender lazos
con los oponentes. En el año 63 a.C., cinco años después de ejercer de cónsul,
sus enemigos políticos lograron exiliar a Cicerón con falsos cargos, y 20 años
más tarde Marco Antonio mandó su ejecución. Sus propios presupuestos no le
sirvieron.
10.- Leyes universales gobiernan la
conducta humana. No supo del concepto de derecho natural. Creía firmemente
en la existencia de leyes divinas, no sujetas al tiempo ni al espacio, que
garantizan las libertades fundamentales del ser humano y limitan la conducta de
los gobiernos. “Habrá un único dios que ejercerá de maestro y gobernante del
común, creador de este derecho, juez y legislador”
Espacio de difusión social y jurídica; nada es mío, ¡niguna abeja puede decir esta miel la hice yo!
domingo, 16 de octubre de 2022
El decálogo del buen gobernante (Ciseron)
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