Los medios de comunicación se nos han adueñado de la cosa en sí.
Que la violencia es negocio, que la guerra es negocio, que la
inseguridad también lo es; no lo voy a descubrir yo. La gran zafra la
tuvieron en la semana “los grandes” medios de prensa del país. Se han
convertido intencionalmente en sujetos trascendentales (al estilo
Kanteano). Nos muestran lo peor, para hacernos brotar lo peor de
nosotros, ese mismo instinto de aniquilar, de hacer sufrir y de ese modo
casi sin darnos cuenta igualarnos al
propio delincuente, en una especie de síndrome de Stocolmo. De ese modo
lograr que todo parezca peor cada día. “Esto esta cada día peor” se
suele escuchar “no sé donde vamos a terminar” rematan otros, algo así
como el fin de la historia de Fukuyama.. Los “grandes medios” son
afectos (y nos arrastran con ellos) a los principio de Goebbels (el jefe
de propaganda nazi) que nos ordena “Cargar sobre el adversario los
propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque” o
aquella otra que dice “La propaganda debe limitarse a un número pequeño
de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde
diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo
concepto” y de este modo “Llegar a convencer a mucha gente de que piensa
"como todo el mundo", creando una falsa impresión de unanimidad”. La
violencia no es la niña ultrajada y muerta, eso es la punta del iceberg,
que no se soluciona ultrajando y matando a su matador. La violencia que
no nos muestran los medios de comunicación, no nos muestran la realidad
real, nos muestran la que construyen; es el polvo que nos trae estos
lodos. La verdadera violencia, la verdadera que explica ésta otra que
nos muestra el informativo, es que el hambre en el mundo creció un 38%,
la violencia que sufren los niños cuando se los excluye por pobres o por
ser de discapacitados, la que sufren las mujeres por una concepción
machista de la sociedad, la que sufren los pobres cuando se los hecha a
los márgenes de las ciudades, la violencia inmanente del contrato de
trabajo. Los medios de comunicación se nos han adueñado de la cosa en sí
y no nos dimos cuenta, nos hacen vivir en mundos irreales.
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