Todas las conquistas que en la historia
del derecho pueden registrarse: la abolición de la esclavitud, de la
servidumbre, la libre disposición de la propiedad territorial, la libertad de
la industria, la libertad de conciencia, el derecho del trabajo como derecho
humano; no han sido alcanzadas sino después de una lucha de las más vivas, que
con frecuencia han durado siglos. No pocas veces, el camino que el derecho deja
a su paso ha quedado marcado por torrentes de sangre, y en él encontraremos por
doquier derechos que fueron pisoteados.
Por su parte, la magia de la libertad
sindical (el derecho a crear un sindicato, el derecho a afiliarse a un
sindicato, el derecho a hacer huelga) nació en las entrañas vivas del acontecer
social y no del gabinete aséptico y formal del jurista. Se ganó por el pueblo
en las calles de la Revolución Industrial, y se tiene que seguir
ganando día a día frente a la represión en los campos y ciudades del
subdesarrollo y en los suburbios fabriles de las sociedades desarrolladas. En
la calle se conquistó el derecho de huelga, que hizo del delito de coalición y
huelga del código penal francés un prestigioso derecho del hombre de nuestras
constituciones de hoy.
El desenvolvimiento dinámico de la
huelga engendró, para el mundo jurídico, un nuevo sujeto de derecho: el
sindicato; una nueva figura del consenso: el convenio colectivo y un nuevo
medio de lucha que se consagro jurídicamente: el derecho de huelga.
A veces, con los vientos flexibilizadores
y desreguladores del nuevo tiempo, se pretende ignorar esas raíces de la
cuestión social, de la lucha obrera, de la huelga.
El derecho considerado en su
desenvolvimiento histórico nos presenta, pues, la imagen de la búsqueda, del
forcejeo y de la lucha; en una palabra, de los más penosos esfuerzos, llevado
siempre adelante por los más desarrapados.
Si el sentimiento de lucha de los
individuos está embotado, si es cobarde y apático; si las trabas que las leyes
injustas o las malas instituciones le ponen en el camino no le permiten moverse
y desenvolverse libremente con toda su fuerza; si es perseguido cuando debiera
ser protegido y estimulado; si se acostumbra a tolerar la injusticia, a
considerarla como un estado de cosas que no es posible cambiar, ¿quién podría
creer que un hombre cuyo sentimiento de lucha se encuentra así de humillado,
atrofiado y apagado vaya a despertar repentinamente?.
Aquella persona que nunca ha sido
acostumbrada a defender sus derechos con arrojo, ¿cómo va a sentir el impulso
voluntario de consagrar su vida y su patrimonio a la colectividad? ¿Qué cabe
esperar del hombre que, renunciando a su derecho por mera comodidad, no ha
llegado a comprender el daño moral que se produce cuando sufren su persona o su
honor? A ese hombre que no ha conocido en el derecho otra medida que la de su
interés material, ¿cómo puede pedírsele que tenga otro modo de juzgar cuando se
trata del derecho y del honor de su colectivo? ¿De dónde habría de emanar
repentinamente ese idealismo de la convicción que hasta el momento ha sido
negado? ¡No, eso no puede ser!.
Necesitamos personas que actúen con
pasión y reaccionen con energía ante una vulneración del derecho, que no afecta
sólo al individuo, sino a todo el pueblo entero, como en el caso de un atentado
contra su libertad política, de ruptura o derrocamiento de su Constitución.
A un pueblo cuyos integrantes tienen
por costumbre defender valerosamente sus derechos, hasta en los más pequeños
detalles, nadie osará arrancarle el bien que le es más precioso.
El que nos niega la protección de las
leyes, nos destierra entre los salvajes del desierto y pone en
nuestras manos la maza con la que habremos de defendernos. Todos los
despotismos han comenzado con intromisiones en el derecho privado, desconociendo
y atropellando el derecho del individuo. Toda disposición arbitraria o injusta,
emanada del poder público o mantenida por éste, es un atentado contra el sentimiento
jurídico nacional y por ende, contra la misma fuerza colectiva.
Lucha por el derecho, lucha por tus
derechos, tu deber es luchar por el derecho: pero el día que encuentres en
conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia.
(Para este trabajo ser realizaron citas
textuales de la obra “La lucha por el derecho” de Rudolf von Ihering, de la
obra “Los mandamientos del Abogado” de Eduardo J Coutore y de la obra “Trabajo
Derecho y Sociedad” Tomo II de Helios Sarthou)
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