miércoles, 13 de abril de 2022

El aumento de los precios profundiza la caída del salario real

 

Al levantar la mirada se observa que el aumento del precio de los alimentos y de los insumos básicos comenzó, y con fuerza, bastante antes que la guerra. Durante los últimos dos años, antes de la invasión, el ingreso medio de los trabajadores ya había caído un 5,23 por ciento.

Tomemos un salario promedio. Es decir, un monto nominal que sea representativo del salario que perciben, por mes, los trabajadores y las trabajadoras del país. No es sencillo. Habría que descartar, en principio, el salario mínimo nacional, que en 2022 se ubicó por encima de los 19 mil pesos, porque si se tiene en cuenta la masa global de los asalariados, muy pocos cobran mensualmente con el salario mínimo como referencia. En todo caso, ese indicador serviría para mensurar la situación de los asalariados con ingresos más sumergidos, en cuya economía –no hace falta aclararlo– el impacto del aumento de los precios es notoriamente mayor. Pero si el propósito es tomar un valor que represente mejor a esa gran masa de asalariados, la Encuesta Continua de Hogares ofrece algunas herramientas más precisas. Si se recogen los datos de la encuesta para 2019, se constata que el ingreso promedio de los ocupados formales se ubicó en el entorno de los 35 mil pesos líquidos. Es decir, a comienzos de 2020 ese era el promedio aproximado de ingresos mensuales de los trabajadores asalariados en Uruguay. No el más frecuente, ni el menos extremo, sino el promedio.

El Instituto Cuesta Duarte (del PIT-CNT) tomó esa cifra como punto de partida, con el objetivo de detectar cuál había sido la trayectoria del salario desde enero de 2020 hasta enero de 2022. Para eso tuvieron que observar cómo se comportaban esos 35 mil pesos a lo largo de dos años. ¿De qué forma? Aplicando, a ese monto, los porcentajes que arroja el índice medio de salarios (IMS). El IMS es un indicador que informa acerca de las variaciones mensuales de los ingresos en todo el país: si bajan, si suben, si se mantienen. De modo que llegaron a la conclusión de que –ajustes mediante– aquel salario que promedió 35 mil pesos al inicio de 2020 se había convertido –dos años después– en 39.750 pesos. ¿Aumentó? No exactamente. Más bien, lo contrario. ¿Por qué? Porque los precios de los productos y los servicios en el mercado presentaron una tendencia al aumento casi incesante durante el mismo período. De hecho, en promedio, el aumento de los precios fue mayor que el aumento del salario. Cuando sucede este fenómeno –el poder de compra disminuye–, se habla de una caída del salario real. Si bien la caída del salario real es fácilmente constatable durante todo el período de ejercicio del actual gobierno, había comenzado antes de la asunción de Luis Lacalle Pou. Durante los dos últimos años de gobierno de Tabaré Vázquez, el crecimiento del salario real dejó de ser una constante.

El indicador a partir del que se puede observar la evolución de los precios se llama índice de precios al consumo (IPC). El IPC monitorea una serie de ítems (como alimentos, salud, transporte, educación, vestimenta, etcétera) que son de consumo habitual en los hogares. Y luego arroja una cifra global de evolución de los precios. Habitualmente esa cifra se da a conocer no solo con su variación mensual, sino con el acumulado de los últimos 12 meses. A partir de ello es que se puede afirmar que, en los últimos dos años, los precios tuvieron distintas evoluciones, aunque siempre se movieron, en promedio, en el contexto de una caída del salario real: aumentaron más que los salarios. A la vez, presentaron dos picos de aumentos importantes. El primero ocurrió pocos meses después de que asumiera el gobierno de coalición, en el contexto conturbado de la pandemia de covid-19. En mayo de 2020, el aumento producido en los últimos 12 meses sobrepasó el 11 por ciento, algo que no se veía en décadas. Un cifra más que peligrosa, además, teniendo en cuenta que las pautas salariales de los consejos de salarios habían introducido una «cláusula gatillo» para el caso eventual de que el aumento general de los precios alcanzara el 12 por ciento. En aquel entonces –además de aspectos comerciales vinculados a la pandemia–, un elemento explicaba gran parte del aumento global de los precios: la disparada del precio de los alimentos.1 Especialmente los del rubro hortofrutícola. Aunque también parte de la explicación atribuyó un papel importante al aumento repentino del dólar que se registró en esos meses. Los importadores de alimento (con gran presencia en el mercado) se apoyaron en este factor para explicar la suba del precio de los productos a escala mayorista. El comercio minorista y las grandes cadenas de supermercados –que también aumentaron los precios en góndola– se escudaron alegando que simplemente eran «tomadores de precios» y respondían al comportamiento de los proveedores. Y desde el sector hortifrutícola se explicó que el fenómeno se debió al aumento repentino de la demanda, sumado a factores climáticos, que suelen determinar la alta variabilidad de la cadena de valor de los productos. La respuesta del gobierno, en tanto, fue la puesta en funcionamiento de un «acuerdo voluntario de precios» con los principales actores de la cadena, cuyo alcance fue relativo.

El segundo pico en el aumento global de los precios está en plena marcha. Hay que recordar que el Banco Central del Uruguay había definido un «rango meta» para la inflación, que debería ubicarse entre un 3 y 7 por ciento. Se trata de un ideal, que, según se entiende, traería cierta estabilidad y reduciría la incertidumbre en torno a las operaciones económicas. Este mes, sin embargo, el aumento global de precios de los últimos 12 meses llegó al 8,85 por ciento. De hecho, si se tienen en cuenta los últimos dos años, tan solo hubo dos meses (abril y mayo de 2021) en los que el aumento de los precios estuvo dentro del rango meta. Luego de ese piso, rápidamente la curva volvió a subir. Es decir, el aumento de precios de febrero no fue excepcional. Más bien refleja una tendencia que se registra desde hace varios meses. En este caso, los alimentos y las bebidas no alcohólicas tuvieron, otra vez, una incidencia determinante. Las variaciones al alza de los productos incluidos en esa categoría explican por sí solos más del 50 por ciento del aumento general. Aumentaron principalmente las hortalizas y las legumbres, alimentos cuyos precios suelen variar debido a factores estacionales. Sin embargo, también subieron –aunque en menor medida– los precios de la carne, los lácteos, los huevos, el pan y los cereales. Algunos de estos aumentos, aunque no expliquen la totalidad del fenómeno, estarían relacionados con el impacto económico de la invasión rusa a Ucrania (especialmente en productos como el trigo) y con el alza del precio del petróleo. Se trata de impactos globales que también generan dificultades locales extras (véase en este número «Dejar hacer»). Mientras algunos actores empresariales (como el Centro de Industriales Panaderos) ratifican que habrá nuevos aumentos de precio y los analistas prevén que la inflación seguirá una trayectoria ascendente en los meses que siguen, el gobierno dice estar estudiando medidas para intentar frenar la presión. Como quiera que sea, con este segundo pico de aumento de los precios, no parece haber en el horizonte próximo un escenario de recuperación del salario real.

Para constatar lo anterior, una mirada de largo plazo. Como se adelantó, el sueldo promedio de los asalariados uruguayos a comienzos de 2020 era de aproximadamente 35 mil pesos. En 2022 –IMS de por medio– se transformó en 39.750 pesos. Es decir, aumentó un 13,57 por ciento. No obstante, disminuyó notoriamente en términos reales, porque el IPC se incrementó en un promedio de 18,8 por ciento. Según el monitoreo que lleva adelante el Ministerio de Economía, en enero de 2020 el precio del aceite de girasol de 900 centímetro cúbicos, por ejemplo, era de 72 pesos; dos años después el precio subió a 118 pesos (aumentó un 64 por ciento). El cálculo se puede repetir para distintos productos de la canasta hogareña, en este caso tomando como referencia los precios de la cadena de supermercados Devoto. Por ejemplo, la aguja vacuna sin hueso cotizaba en enero de 2020 a 219 pesos el quilo, dos años después cuesta 299 (37 por ciento de aumento), la carne picada aumentó un 24 por ciento en dos años, el agua de mesa de 2,25 litros, un 24 por ciento, el quilo de arroz blanco, un 36 por ciento, los fideos secos al huevo, un 27 por ciento, la harina de trigo 000, un 33 por ciento, la media docena de huevos colorados, un 19 por ciento (igual que la manteca de 200 gramos), el jabón de tocador de 90 gramos, un 57 por ciento, un champú de 400 mililitros, un 26 por ciento y un paquete de papel higiénico de cuatro rollos de 30 metros, un 35 por ciento. Lo mismo puede constatarse para algunos productos de los servicios estatales, como la luz o el agua. En el caso de ANCAP, por ejemplo, el litro de nafta se incrementó un 36 por ciento en dos años y una garrafa de supergás de 13 quilos aumentó un 29 por ciento. A febrero de 2022, los precios de algunos de estos productos subieron aún más (como la carne o el arroz). Respecto de lo anterior, el Instituto Cuesta Duarte explica: «El 50 por ciento de los hogares de menores ingresos destina en promedio un tercio de su presupuesto a alimentos y bebidas no alcohólicas, mientras que en el conjunto de los hogares esta proporción es de la cuarta parte. Otro elemento a tener en cuenta es que tanto los alimentos como los servicios públicos básicos, el supergás y los bienes de higiene personal y del hogar son rubros de difícil o casi imposible sustitución, por lo que el incremento de sus precios produce un impacto en los hogares que resulta muy difícil de eludir».2

Además del aumento de los precios, un factor que acentuó la caída del salario real en los últimos dos años es el revés que los trabajadores sufrieron en el ámbito de la negociación colectiva. En primer lugar, recordemos que en 2020 tendría que haber tenido lugar la octava ronda de consejos de salarios. En virtud de la incertidumbre económica relacionada con la pandemia, el Poder Ejecutivo –con la anuencia del PIT-CNT y las gremiales empresariales– logró suspenderla y estableció una «ronda puente». Esa ronda finalizó en julio de 2021 y fue ampliamente desventajosa para los trabajadores. Grosso modo, la pauta estableció que, entre julio de 2020 y julio de 2021, se aseguraba un ajuste salarial del 3 por ciento. Pero al final del período debería restarse el porcentaje de la caída del PBI durante el período, que finalmente se ubicó en el entorno del 6 por ciento. Además, la inflación durante el «puente» superó el 7 por ciento, con lo cual el aumento previsto inicialmente fue totalmente absorbido por los demás factores. La recuperación se postergó. Luego, en julio de 2021, se inició la novena ronda de consejos de salarios, con el objetivo –otra vez– de recuperar lo perdido. Según un informe del Instituto Cuesta Duarte de diciembre del año pasado,3 respecto a los resultados de la negociación general, la gran mayoría de los grupos de actividad mantuvieron la pérdida salarial, confiando en que la recuperación no se aplazara más allá de 2023. Para ello, el gobierno incluyó en la pauta de los convenios un estimado de la inflación (entre julio de 2021 y junio de 2022) de un 5,57 por ciento. La recuperación tiene para rato, pues, según el Instituto Cuesta Duarte, la inflación acumulada de julio a febrero ya superó esa expectativa y alcanzó el 6,45 por ciento.4 Desde el instituto afirman: «Una nueva caída del salario real en 2022, en el marco de una economía que, según las proyecciones gubernamentales, se expandirá 3,8 por ciento, va a representar una nueva pérdida en la participación del ingreso total para los trabajadores, en la medida en que salario y empleo crecerán menos que la riqueza generada».

1. Véase «¿Quién vacía el sobre de la quincena?», Brecha, 12-VII-20.

2. Instituto Cuesta Duarte, «La inflación, el precio del aceite y su efecto en el bienestar de los hogares. Dos miradas complementarias de un mismo fenómeno», marzo de 2022.

3. Instituto Cuesta Duarte, «Novena ronda de consejos de salarios. Resultados preliminares y evolución reciente del salario real», diciembre de 2021.

4. Instituto Cuesta Duarte, «Apuntes sobre la inflación», febrero de 2022.

Repdroduccion de articulo originariamente publicado en Brecha. Título original  “Falta y resto” autor  Venancio Acosta. Brecha 18 marzo de 2022

 

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