domingo, 19 de diciembre de 2021

La crisis pospandémica y los delitos

 

¿Qué podemos esperar de la criminalidad en Uruguay ahora que la covid-19 parece bajo control y volvemos a la normalidad? ¿Cuáles son los desafíos para el Ministerio del Interior en materia de políticas públicas? ¿Cómo incide, en este contexto, la polarización política sobre los artículos de seguridad que el oficialismo defiende y la oposición quiere eliminar de la LUC? Mientras vuelven a aumentar los homicidios y la violencia doméstica, dos académicos se aproximan a las respuestas y llaman a no «engañarse» con las estadísticas cortoplacistas.

Aunque reacios a las predicciones sobre el comportamiento del crimen y la violencia en Uruguay, ahora que la amenaza del nuevo coronavirus parece controlada, el criminólogo Nicolás Trajtenberg y la socióloga Nilia Viscardi coinciden en poner paños fríos al exitismo gubernamental sobre la baja de algunos delitos y llaman a reflexionar sobre lo que cabe esperar en los próximos meses, incluso años, con respecto a la criminalidad en el país. Consultados por Brecha con el ánimo de despejar las interrogantes de marras, ambos académicos dijeron, en principio, que la comparación de delitos en cortos períodos a que nos tiene acostumbrados el Ministerio del Interior (MI) es «engañosa»; entienden que la polarización del debate político en torno a los 33 artículos sobre seguridad de la Ley de Urgente Consideración (LUC) entorpece la llegada al fondo de los diferentes delitos, tanto desde la derecha como desde la izquierda; no descartan que, vuelta la movilidad, algunos delitos experimenten un «efecto rebote», y consideran que la falta de sustento empírico para determinar el impacto de las políticas públicas más recientes conspira contra una estrategia efectiva sobre criminalidad y violencia, particularmente en los barrios vulnerados, donde la pandemia golpeó con más fuerza que en los integrados.

Trajtenberg, doctorado por la Universidad de Cambridge e investigador sobre el impacto de la pandemia a nivel global y local,1 advierte que «hay que ser cautelosos» con los vaticinios, aunque, por otro lado, subraya que «una vez que se reduce el confinamiento y aumentan los niveles de movilidad tienden a verse comportamientos cercanos a los preexistentes a la pandemia». Dice que se impone analizar el impacto económico de la emergencia sanitaria en los barrios y los hogares menos privilegiados: «Esto puede llegar a tener un efecto rebote, porque las crisis económicas inciden en la criminalidad. Suele haber un efecto fuerte en el crimen, de inmediato o, incluso, varios años después, por las generaciones que se crían en extrema pobreza, en contextos desprotegidos, en malas condiciones de alimentación… Eso puede explicar no solo el crimen entre los adultos en los meses siguientes a la crisis, sino varios años después en la generación de chicos que se enfrentan luego al mundo de la adolescencia», dijo a Brecha. No obstante, advirtió que «hay que tener cuidado» con la explicación económica del crimen, porque, cuando se miran los estudios de criminología, el vínculo entre pobreza y delito es bastante débil. «La desigualdad tiene más vínculo con el delito que la pobreza. Puede explicarlo mejor, pero no del todo», enfatizó.

Por otro lado, pensar en los retos para la seguridad pública pospandémica tiene la contra de que se hace en medio de un feroz debate político sobre los alcances de la LUC. «Si uno mira históricamente, entre el crecimiento de los delitos violentos en las últimas décadas y la reciente bajada, hay como dos posiciones extremas difíciles de aceptar: una es creer que la bajada de delitos es producto de las acciones del gobierno y no tiene nada que ver la pandemia. Esto es difícil de sostener, por los antecedentes del país y por lo que ocurre en otras ciudades. Lo otro difícil de aceptar es que toda la reducción del delito se deba a la pandemia. La verdad está más en un punto medio, en el que la pandemia y aspectos macroestructurales influyen en el delito», opinó Trajtenberg. Si el comportamiento de los delitos es atribuible a la gestión de gobierno, entonces, el gobierno debería explicar qué es lo que hace o qué agrega para que el delito disminuya: «Creo que una cosa es el discurso público, el griterío en las redes sociales y la retórica, y mucho más en el contexto de la votación de la LUC, que radicaliza ambas posiciones, y otra, la falta de un diagnóstico sensato».

OTRA POLÍTICA, MISMA ESTRUCTURA

Para Viscardi, docente e investigadora del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, tampoco es posible responder, por el momento, qué pasó en la pandemia ni qué cabe esperar. Entre otras variables asociadas al delito, el desempleo, la pobreza, los mercados ilícitos, la desigualdad y las armas de fuego (que intervinieron en nueve de cada diez muertes de niños, niñas y adolescentes entre 2018 y 2019) dificultan un diagnóstico riguroso. Sin embargo, a pesar de su cautela, no cree que haya «condiciones estructurales para un descenso» marcado de ciertos delitos –como las rapiñas y los hurtos–, «porque el modelo no ha cambiado». «El descenso puede hablar del vigilantismo, del punitivismo, en un contexto de pandemia en el que hubo un enorme control en los barrios integrados. Las clases medias y altas tuvieron la posibilidad de retraerse, pero la pandemia acentuó todos los elementos que derivan en la letalidad de los delitos sobre adolescentes y jóvenes en los barrios más vulnerados», observó la experta, coautora del libro Relatos de muerte. Homicidios de jóvenes montevideanos en ajustes de cuentas y conflictos entre grupos delictivos

Además, Viscardi observó que contrastar números mes a mes, como suele hacer el MI, no aporta a entender ni combatir la criminalidad. «Hay que mirar la secuencia histórica y levantar el manto del esclarecimiento. Esclarecer, por ejemplo, en qué circunstancias se producen las muertes de niños, niñas y adolescentes da acceso al problema de fondo detrás de esas muertes», señaló. Y cuando el gobierno multicolor insiste en que su misión es «proteger al trabajador honesto, castigar a los delincuentes y respaldar a la Policía», está reproduciendo un discurso neoliberal de la seguridad, que «se alimenta de la ficción de que quien delinque lo hace porque quiere y porque carece de valores morales, aunque sabemos que la falta de oportunidades inhabilita el acceso al empleo moralmente valorado y que tenemos permanentes niveles de endeudamiento para sobrevivir». «El discurso neoliberal niega la desigualdad de clase y coloca a quien delinque del otro lado de la sociedad. La economía capitalista, en su voluntad de enriquecimiento y en su incapacidad de dar lugar a todos, produce condiciones estructurales que hacen a la funcionalidad de una economía delictiva. Hay que preguntarse cómo funciona Uruguay en la economía del delito», enfatizó. En su opinión, durante este gobierno hubo un retroceso de la profesión policial que no contribuye a disminuir la violencia social: «El policía no es un sheriff que ve y dispara ante la duda y, además, le emboca. Para levantar el arma, tiene que tener un contexto clarísimo de defensa de su vida. Si 30 años de militarización de la favela en Brasil y cuatro años de gobierno de Jair Bolsonaro no han disminuido la violencia social, nuestro modelo tampoco auspicia un descenso sostenido y estructural de los niveles de delitos», advirtió.

DEL AUTOBOMBO A LA LUC

El oficialismo, en tanto, sigue aferrado a la LUC como factor determinante de la baja de los delitos. Esta semana, el abogado y diputado nacionalista Juan Martín Rodríguez aseguró que «la aplicación de las normas» de la controvertida ley y de «sus herramientas jurídicas» ha tenido una incidencia «muy positiva» en ese fenómeno. «No nos enamoramos de los números, pero vienen demostrando que 2020 fue ampliamente mejor respecto a la baja de los delitos con respecto al año anterior y también en 2021, con una movilidad prácticamente normal. Esto demuestra que la aplicación de la LUC tiene buenos resultados. El efecto positivo es un dato de la realidad», sentenció al participar como panelista en el encuentro virtual «Seguridad pública e inteligencia del Estado», organizado por el Instituto Manuel Oribe, del Partido Nacional.2 También destacó que «la Policía viene teniendo una visión positiva en el ejercicio de su función» y que la LUC «permitió poner fin al binomio de una Policía desalentada y un gobierno resignado, por lo cual había un aumento permanente y sostenido de los delitos». «Se invirtió esa lógica y ahora la misión del gobierno multicolor es proteger al ciudadano honesto, castigar a los delincuentes y respaldar a la Policía», argumentó.

Rodríguez nunca se refirió a estudios ni investigaciones concretas para respaldar sus dichos, ni consideró las investigaciones académicas que sí atribuyen a la pandemia un impacto en el comportamiento criminal. Su actitud recordó a cuando el director de Convivencia y Seguridad Ciudadana, Santiago González, relativizó un estudio global publicado en junio por la revista Nature. «Habría que ver si no están mezclando papas con boniatos», soltó el funcionario de Estado cuando La Diaria le consultó sobre la investigación global.3 Aquellos datos indicaban que durante la pandemia de covid-19 los delitos experimentaron una reducción promedio del 37 por ciento en un conjunto de 27 ciudades –incluida Montevideo– de 23 países. La investigación fue desarrollada por un consorcio internacional liderado por la Universidad de Cambridge, tuvo en cuenta las distintas medidas de restricción de movilidad vigentes en cada ciudad durante la pandemia y consideró seis tipos de delitos, aunque en el caso de Montevideo solo tomó los datos del MI sobre hurtos, homicidios y rapiñas.

Trajtenberg y Carlos Díaz, docente del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Católica, participaron de la investigación y explicaron a La Diaria que Montevideo estaba en sintonía con las restantes ciudades, donde la reducción de la movilidad hizo bajar la oportunidad de algunos delitos y favoreció otros. Cuando Nature publicó el paper, las cifras más recientes del Observatorio Nacional de Violencia y Criminalidad del MI marcaban que, entre marzo de 2020 y febrero de 2021, Montevideo había registrado una baja del 18,9 por ciento en los homicidios, el 10,2 por ciento en las rapiñas y el 12,2 por ciento en hurtos. En octubre, ya en plena campaña por el referéndum de la LUC, el observatorio reveló que los delitos bajaron en los primeros nueve meses de 2021 respecto del inicio de la pandemia. Sin embargo, también resultó que en el tercer trimestre de 2021 –ya casi en plena normalidad– los homicidios subieron un 3,8 por ciento y la violencia, un 6,2 por ciento, mientras que los hurtos apenas se redujeron un 0,2 por ciento en comparación con el tercer trimestre de 2020 (véase el recuadro). Rodríguez optó por soslayar estas cifras en su exposición virtual y también omitió considerar que las figuras de resistencia al arresto y agravio a la autoridad policial, creadas por la LUC para blindar a la Policía, han tenido una incidencia marginal en las formalizaciones del último año (véase «¿Con las manos atadas?», Brecha, 26-XI-21).

Más allá de este discurso oficialista, Trajtenberg considera que «lo importante para el futuro de Uruguay» es que los gobiernos establezcan sus estrategias lo más claramente posible y demuestren por qué las siguen y qué recursos tienen asociados. «Los gobiernos tienden a tener una confianza mágica en las palabras o en las leyes, pero sin fuertes inversiones presupuestales es como si no pasara nada. Si un gobierno es más punitivo y cree que hay que incrementar los costos penales, si cree que lo que va a cambiar la política es focalizarse en los costos penales, sentarse sobre eso no es lo más adecuado. Incrementar los costos también es meter millones y millones para que todo el sistema represivo tenga más capacidad –encontrar, arrestar, condenar–. Pero en Uruguay hay un debate de discursos que no tiene que ver con los recursos. Los políticos deben decirle a la gente que el tema es complejo y que resolverlo lleva mucho dinero y mucho tiempo. Por eso no me gustan los debates en términos de cortinas de humo», dijo.

1. «A global analysis of the impact of covid-19 stay-at-home restrictions on crime», disponible en Nature.com, y «Pandemia y crimen», publicado por Carlos Díaz, Sebastián Fossati y Nicolás Trajtenberg en el blog Razones y personas, 4-XII-20.

2. Disponible en el canal de Youtube del Partido Nacional.

3. La Diaria, 3-V-21.

4. Informe divulgado por el MI, 18-10-21.

titulo: “EFECTOS Y DESAFÍOS DE LA CRISIS POSPANDÉMICA EN LA SEGURIDAD PÚBLICA Difícil para sagitario”. Autor: Mónica Robaina,17 diciembre, 2021, Brecha1882

 

 

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