En homenaje al querido profesor Helios Sarthou
“El que es fiel en lo muy
poco, también en lo mas es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en
lo mas es injusto” Lucas 16.10
La magnifica obra literaria que se transcribe y que
no me pertenece la extraje de un semanario uruguayo que se indica. Lo hago en
homenaje a la inmensa figura de mi querido profesor Helios Sarthou, ejemplo de
intelectual, de universitario y sobre todo de abogado en todos los sentidos de
la palabra. En tus horas difíciles debes saber maestro que los noveles mucho
debemos y tenemos para aprender de ti, debes saber que todavía es necesaria tu
presencia.
AQUEL
CENTROJÁS PETISO Por Antonio Pippo
Claro, para recordarlo como yo
lo recuerdo, en esos juegos de la memoria brumosos pero que te agujerean el
alma, hay que haber vivido los años que carga él –mochila pesada, Helios, que
ya no es tiempo de coquetear-, o los que tiene un servidor, que son menos
pero caen como una bolsa de cemento sobre los hombros.
Y habría que haber coincidido
con este anarquista irredento de la primera hora en el Centro Cooperativista
Uruguayo, en su tiempo histórico, el de Germán Lezama, Hugo Anyul, Cárdenas,
Mariano Arana y el “Coco” Salgueiro, cuando un gordo todo terreno apodado “Peñarol”,
de funciones allí jamás explicadas, Luis Sciutto –el mismo porte de su padre,
que supo hacerse llamar Diego Lucero- y el “Calceta” Pessina, arquitecto
indescifrable, loco de la guerra, armaban el cuadro para jugar los domingos
contra lo que se pusiera enfrente.
Sí, Helios Sarthou. ¿Quién
otro? Petiso, frisón, de pantorrillas de cargador portuario y no de abogado,
los piecitos chicos siempre hacia afuera como para abarcar en el gesto lo que
el tamaño no permitía. Comilón, lo siento, se le debe la confesión al
público, pero también un tractorcito devorador de tobillos y rodillas
adversarias, pidiendo disculpas tarde; empecinado, siempre sudoroso,
incansable torito embravecido, se agrandaba en las difíciles y se negaba a la
derrota aunque nos hubieran goleado sin pudor, galanura ni benevolencia.
Ahí lo conocí. Ahí comencé a
respetarlo. Ahí entendí, si es que el verbo se corresponde a un
descubrimiento imperfecto, futbolero, bolichero, transpirado que uno iba
haciendo de aquel hombre bueno, talla de Almafuerte.
Lindo recuerdo ¿no? Alguien
dirá, porque nunca falta un idiota con horas libres, a santo de qué viene
ahora.
Es que el Helios Sarthou, el
abogado de los trabajadores, el insobornable, sigue igual; yendo al frente,
agarrando al pasar cuanta causa perdida se le atraviesa, fiel a sus ideas que
morirán con él. Igualito a aquel centrojás petiso.
Bueno, a ver: me cagó el
entusiasmo. Digo igual de cabeza, de moral, de ética, de principios. Está
claro que no físicamente. El tiempo ha hecho su obra de tsunami del océano
Pacífico; los cabellos son sólo unas pocas hebras al viento con ganas de
volar y las arrugas le han alargado el rostro como a Harry Dean Stanton, el
formidable actor norteamericano al que la mandíbula cada día le desciende
cual si el absurdo de la vida no acabara de sorprenderlo.
Es recién cuando habla, ¡ah,
sí, cuando habla, intacto, sin pereza, fiero cual Juan Moreira redivivo!, que
emerge de un vergel impiadoso de verrugas y lunares.
Una vida larga, difícil, dura
pero coherente.
Toda una extravagancia
unipersonal en este cosmos de hipocresías, cinismos, ademanes acomodaticios y
alcahueterías a la búsqueda de pedazos de poder dejados al camino por las
hienas más grandes.
¿Cómo no celebrarlo?
Lo veo, juro que lo veo,
metiendo pata, levantando tierra en la mitad de la cancha, sin dejar de ojear
para indicarle a sus piernas morrudas, si conquistaba la pelota, adónde
mandar el pase.
O, quien sabe, el mensaje.
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Seguro
volverá el próximo sábado
En la brumosa mañana
sabatina, como dardo envenenado la noticia se clavo en mi pecho.
El maestro ha abandonado su cátedra, por hoy !.
La vida le paso la factura,
con iva y todo.
Las aflicción por sus
queridos trabajadores hicieron mella, en el lado izquierdo de su cuerpo.
Su silla se enfrió en la mañana
de sábado, su sombra cancina pero puntual no apareció hoy.
Su montaña de papeles hoy no
se desparramo por sobre el escritorio, hoy no se leyeron sentencia, no se
indicaron lecturas, no se confronto, no se polemizó, no se sintió esa voz ronca,
potente, firme diáfana y llena de verdad;
Hoy no se sembró en la
universidad.
Sus manos viejas no hurgaron
entre sentencias y fallos. Hoy me sentí raro, apesadumbrado, molesto con la
vida, que me privo de un placer, molesto con la injusticia, molesto por que el
tiene mucho para dar.
Hoy la universidad dejo de
serlo; cuando el regrese volverá a ser.
.
Hoy Helios Sarthou no dio su
clase.
Seguro volverá el próximo sábado.
afi
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