En
las últimas semanas volvió a tomar estado público la discusión sobre un
impuesto al 1 por ciento más rico del país. En paralelo, se conoció el informe
del UBS (Union Bank of Switzerland), que muestra un crecimiento del número de
millonarios en nuestro país. En este marco, es de orden recordar que la
acumulación y la concentración de riqueza remiten directamente a cómo se
distribuyen los principales activos económicos en nuestra sociedad. Por ello,
no está demás traer a colación aspectos importantes de la estructura de
propiedad uruguaya que ayudan a explicar las características de la riqueza
concentrada.
Cuando
miramos la estructura de propiedad de la economía uruguaya, observamos una
creciente extranjerización del aparato productivo y financiero. Según datos de
2015, de las 100 empresas privadas más grandes del país, 55 pertenecían a
capitales foráneos. Además, estos capitales también tenían incidencia en otras
nueve. La foto de inicios de la década del 90 es bien distinta, casi inversa.
En
algunos sectores, los datos no admiten discusión. Con excepción de la banca
pública, el resto de los bancos son extranjeros. En el caso de las
exportaciones de bienes, pasaron de estar controladas en un 70 por ciento por
capitales nacionales a inicios del siglo XXI a una situación opuesta en el
presente. Los ejemplos podrían seguir con muchos sectores más de la economía.
La
forma en que están construidos los datos sobre el 1 por ciento más rico de
Uruguay y sobre los millonarios toma solo a residentes en el país. Deja por
fuera a una gran parte de la riqueza generada a escala nacional, pero de
propiedad extranjera. Porción que, como vimos con anterioridad, no es nada
despreciable. En tal sentido, los impactos recaudadores de un potencial
impuesto a la riqueza pueden incluso estar subestimados.
El
desplazamiento del capital nacional del control del aparato productivo parece
un fenómeno instalado y creciente. Durante el siglo XX, el capitalismo uruguayo
se caracterizó por el liderazgo de algunas familias que tendían a controlar
empresas en distintos sectores de la economía. Pocas de esas empresas eran
cotizantes en la bolsa, por lo que se trataba de empresas cerradas que se
transmitían y heredaban de generación en generación. Este capitalismo familiar,
común en Latinoamérica, es parte de la explicación de los concentrados niveles
de desigualdad patrimonial existentes. Buena parte de la riqueza fluye y se
hereda en un círculo reducido de familias. Si bien es cierto que la muerte
divide el patrimonio, la herencia de estas familias no son solo activos
económicos, es pertenencia a determinados círculos, inclusión en determinadas
redes sociales, y capacidades de crear y multiplicar riqueza mucho mayores a
las de otros sectores de la sociedad. Por otro lado, la dispersión de la
herencia tiende a neutralizarse por el fenómeno de la unión entre semejantes y
entre familias con magnitudes patrimoniales similares.
Más
allá de estas dinastías, el podio de la riqueza uruguaya siempre tuvo lugar
para nuevos jugadores, generalmente provenientes de actividades profesionales y
de dirección de empresas. Este trayecto muestra cómo, a partir de empleos de
altos ingresos fundados en cargos de dirección o en el ejercicio de una
experticia (médicos, contadores y abogados, por ejemplo), se produce un ahorro
que es transformado en propiedad de diversos activos. A menudo, el origen
social de estos sectores profesionales condice con el de los grandes y medianos
propietarios. Pero existen en este segmento casos de ascenso social que sirven
de abono al relato meritocrático y que suelen presentarse como la generalidad
cuando se trata de discutir el asunto.
Pese
al declive relativo de los nacionales en la posesión patrimonial, el número de
millonarios uruguayos crece, lo cual nos muestra que la incidencia cada vez
mayor del capital foráneo que desplaza a los capitales nacionales no
necesariamente ha redundado en el empobrecimiento de los locales, sino que
supone su reconversión a otras actividades. Entre ellas, la compra y la
colocación de capital en forma de activos financieros fuera del país y
actividades más de índole rentista. Este tipo de activos (inmuebles urbanos,
rurales, depósitos e instrumentos financieros) tiende a incrementar su valor en
el largo plazo, entre otras cosas.
Pero
en este cuadro general, lo que parece claro es que el despliegue del aparato
productivo, la generación de empleo, los saltos de productividad y el
crecimiento genuino dependen cada vez menos de los millonarios nacionales, por
lo que no es claro que el gravamen de este sector de residentes tienda a
incidir negativamente sobre aquellas variables.
¿Y EL PODER POLÍTICO?
Un
problema no menor es quiénes procesan la discusión y cómo están representados
en la arena pública los distintos segmentos y grupos sociales.
De
acuerdo a las declaraciones juradas de la JUTEP (Junta de Transparencia y Ética
Pública), en 2023 y 2024, de un total de 35 senadores que circularon por la
Cámara (y sobre los cuales existen datos), siete (el 20 por ciento) reunieron
patrimonios de más de 1 millón de dólares. Esto los ubica dentro o muy próximos
al 1 por ciento más rico del país. Otros que no llegaron estuvieron muy cerca.
Se
trata, en su totalidad, de políticos vinculados al Partido Nacional, al Partido
Colorado y a Cabildo Abierto. Los datos pertenecen a la legislatura anterior,
ya que no existen actualizaciones para la nueva composición del Senado, pero es
presumible que no existan cambios significativos en relación con la proporción
de este segmento en el total de la Cámara Alta.
El
dato no puede extrapolarse linealmente al conjunto del sistema político, pero
sirve para advertir acerca de la sobrerrepresentación de este segmento. Este
aspecto muestra, a su vez, la capacidad de incidir en la formación del debate y
la opinión pública, así como su facilidad de acceso e incidencia en círculos
altos de poder político y social.
Una
mirada a la estructura patrimonial de este grupo de parlamentarios millonarios
nos puede servir para adelantar algunas hipótesis y tendencias de la
composición de una parte de este segmento que concentra la riqueza en nuestro
país.
En
primer lugar, destaca en la estructura patrimonial de estos individuos la
riqueza en forma de inmuebles. Solo en dos casos el patrimonio se presenta en
forma mayoritaria como participación y propiedad de empresas. Este aspecto
muestra que no todos los millonarios tienen su riqueza en forma de activos
productivos, sino que buena parte de ella es atesorada en forma de inmuebles,
por lo que no necesariamente entra dentro de la circulación de capital que
origina nuevo empleo, demanda de insumos, etcétera. No podemos generalizar
conclusiones de aquí. Es presumible que, conforme avancen los niveles de
concentración de riqueza, buena parte de ella tenga la forma de control de
empresas y capital, además de inmuebles.
No
obstante, estos pocos casos parecen mostrar que una parte de los sectores de
riqueza elevada mantiene cierta impronta rentista.
Otra
característica de este grupo de parlamentarios es la tenencia de inmuebles
rurales además de urbanos. Este es un movimiento bastante típico en los
sectores de altos ingresos. Si bien el agro no es de los sectores más rentables
de la economía ni donde necesariamente se encuentra la principal acumulación de
capital del país, sí constituye un resguardo seguro para la inversión.
Asimismo, por el tipo de activo de que se trata, lejos de depreciarse, tiende a
incrementar su valor, al tiempo que ofrece una renta. De allí que, más allá del
origen de los ingresos, nuestros ricos tienden a tomar, más acá o más allá,
ropajes ruralistas.
Es
claro que los millonarios no constituyen un sector homogéneo, pero su cercanía
social e intereses tienden a unirlos en torno a algunos aspectos. La historia
ha demostrado que la defensa y la reacción de estos sectores han servido mucho
para amalgamarlos y cohesionarlos. Pese a su relativo perfil bajo y a su
reducido número, su incidencia en la discusión pública es notoria y tiene
varios canales de llegada. Sus intereses inmediatos y particulares aparecen con
la forma del mismísimo interés general. Tienen mucho terreno ganado para
resistir.
Son
varios aspectos a tener en cuenta a la hora de pensar un gravamen de los
sectores con elevada riqueza en el país, y esto exige de nuestra parte
creatividad, seriedad en el planteo y un debate con altura para la disputa del
sentido común instalado.
Juan
Geymonat es Magíster en Historia Económica. Docente e investigador del programa
en Historia Económica de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de
la República.
Titulo original "LA DISCUSIÓN SOBRE LA TRIBUTACIÓN A LOS MILLONARIOS.El impuesto a los ricos y la estructura de la riqueza en Uruguay". Autor: Juan Geymonat. Publicado en Brecha numero 2067.
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