lunes, 25 de octubre de 2021

Las discusiones de cara al Congreso del PIT-CNT

 


El 5 de noviembre se va a celebrar el XIV Congreso del PIT-CNT. Allí, se discutirán las grandes líneas estratégicas del movimiento obrero y se elegirán las nuevas autoridades. En la preparación del congreso, las diferentes corrientes elaboraron documentos para largar la discusión.

Estas corrientes son la alianza entre el Partido Comunista y Articulación (abreviada C+A, que es hoy la línea mayoritaria), En Lucha (EL, en la que se destaca la presencia de la Confederación de Organizaciones de Funcionarios del Estado, junto con el sindicato de los obreros municipales y el de la bebida) y la Coordinación de Sindicatos (CS, usualmente llamada Grupo de los 8: los sindicatos de la UTE, la gastronomía, la pesca, la enseñanza privada, el correo, la seguridad social, el Consejo Directivo Central y la Unión Ferroviaria). Estas son, básicamente, las mismas corrientes que participaron del congreso anterior, aunque habrá que esperar a noviembre para ver claramente si hubo cambios en la relación de fuerzas entre ellas.

Si bien no todos los sindicatos participan en corrientes e, incluso, hay debates sobre cuán importantes deberían ser estas en la vida del PIT-CNT, en estos documentos pueden verse las grandes líneas de discusión en el movimiento sindical y también las zonas de acuerdo. Vale la pena prestar atención a sus contenidos, no solamente para entender las tendencias en uno de los grandes factores de poder del país, sino también porque estos documentos muestran una mirada abarcadora del país y del mundo, y plantean discusiones de fondo que no siempre vemos en la discusión. Así, la riqueza de estos documentos muestra la importancia del PIT-CNT no solo como organización social y campo de disputa política, sino también como núcleo intelectual.

Los temas cubiertos por los documentos son muchos, pero podemos organizarlos en seis: la situación del mundo y la clase trabajadora; la caracterización del proceso sudamericano y su trayectoria histórica reciente; la caracterización del actual gobierno uruguayo; la coyuntura, marcada por el referéndum; las discusiones internas de estrategia y organización, y la cuestión de la política de alianzas. Veamos.

SITUACIÓN MUNDIAL

El documento de la corriente mayoritaria caracteriza la situación actual como una «crisis sistémica de carácter civilizatorio», que incluye «dimensiones ambientales, energéticas, económicas, políticas y culturales». El diagnóstico de crisis general es compartido por las otras corrientes. Así lo dice EL: «El XIV Congreso del PIT-CNT nos encuentra en un contexto regional y global totalmente diferente al del último congreso, en un momento histórico en el que los cambios se generan con mayor celeridad». La CS hila más fino: diagnostica una «crisis de sobreproducción de capital […] que viene engendrando la economía mundial desde al menos la década del 70» y advierte que «históricamente las crisis de sobreproducción capitalista han desatado crisis profundas, como la de 1929, y finalmente han engendrado formas de violencia masiva».

El documento de C+A ve una «contraofensiva del capital contra el trabajo a escala universal», al igual que el de EL. Los tres documentos destacan las escandalosas desigualdades entre los superricos y el resto de la humanidad. El de C+A resalta especialmente la «revolución tecnológica», que «está marcada por la estrategia global de reestructuración del capital», lo que implica que «la investigación científica que produce nuevas tecnologías está diseñada para reproducir y profundizar la concentración». Esto conlleva la necesidad de analizar propuestas como la renta básica universal, el trabajo garantizado, la reducción de la jornada de trabajo y los impuestos para las empresas que sustituyen trabajo vivo por trabajo objetivado.

La corriente mayoritaria también destaca cómo «se viene desplegando una malla de relaciones económicas mundiales, la llamada mundialización del capital», mientras «nuestra acción suele desarrollarse a escala de las economías nacionales», por lo que es «necesario analizar respuestas desde nuestra clase de alcance global y regional, al tiempo que se plantea con firmeza la defensa de la soberanía». La CS, mientras tanto, ve una tendencia a «la transición desde una hegemonía estadounidense o “atlantista” (OTAN [Organización del Tratado del Atlántico Norte]) hacia una multipolaridad en la que se destaca el desafío hegemónico que representa la República Popular de China», situación en la que es necesario «revitalizar la perspectiva internacionalista de su lucha» y en la que, si bien hay riesgos, se abre «una oportunidad para ganar espacios a nivel global de un eventual bloque político regional».

AMÉRICA LATINA

El documento de C+A destaca la importancia del análisis en la escala latinoamericana, ya que «existe evidencia histórica» de que América Latina se mueve como un conjunto «en sus dimensiones económicas y políticas». En esta escala de análisis, describe una ofensiva del imperialismo y los bloques de poder locales para «mantener el actual statu quo de dependencia y desigualdad», pero señala que esto «no debe ocultar los límites y rendimientos decrecientes del aliento histórico del progresismo en el continente»: «Está claro que el proceso de cambios en América Latina, con todos sus rasgos positivos, no pudo o no supo concretar la integración profunda de América Latina […], menos la complementación productiva intraindustrial».

Sobre este punto, el documento de EL dice que «los progresismos no tienen un carácter anticapitalista, pero impulsaron, e impulsan, programas de conciliación de clases, lo que implica la implementación de un conjunto significativo de medidas favorables a la clase trabajadora y el pueblo». «Es así que intentaron implementar un capitalismo con rostro humano, mejorando la distribución del ingreso», pero sin reducir la desigualdad, promoviendo «alianzas con el agronegocio» y beneficiando «a las grandes multinacionales en su proceso extractivo».

El análisis de la CS es el siguiente: «La región se encuentra, desde al menos 2014, en una fase de estancamiento económico, con crisis muy duras, como el caso venezolano, que empalma con una repolarización política y una alternancia entre fuerzas conservadoras crecientemente radicalizadas y con tintes fascistas y las coaliciones progresistas que no dan muestras de tener un ímpetu programático capaz de avanzar posiciones sobre las viejas clases dominantes de la región». Y reflexiona: «Solo la debilidad de una alternativa anticapitalista potente desde el movimiento social explica la impunidad de la que goza el sistema ante los estragos sociales de esta nueva crisis social y de derechos».

GOBIERNO Y COYUNTURA

A la hora de caracterizar la situación de Uruguay, hay grandes acuerdos. Los tres documentos señalan al actual como un gobierno favorable a los intereses del capital y contrario a los de la clase trabajadora. Y destacan el ajuste fiscal, el desempleo, el aumento de tarifas, el ataque a las empresas públicas y la reforma de la seguridad social como demostraciones de este diagnóstico. Los tres documentos también están de acuerdo en la importancia del referéndum contra 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC).

Para EL, «haber obtenido las firmas para el referéndum representa, en sí mismo, un punto de inflexión relevante, en el que la clase trabajadora pasa a la ofensiva, poniendo en cuestión el modelo regresivo de país que impulsa este gobierno». Para la CS, «las 800 mil firmas recogidas en medio de la emergencia sanitaria y en plazos más que acotados fueron un enorme hecho político construido desde abajo» y la campaña del referéndum fue «una gran tarea, que ya está en curso y hay que redoblar».

Para C+A, esta campaña es «el centro de las prioridades de la lucha en este momento», porque «una victoria popular en el referéndum significaría un antes y un después para el conjunto de las luchas populares», a partir de la cual podría abrirse «la construcción participativa de un programa para las grandes mayorías de nuestro pueblo y el despliegue de una estrategia que permita retomar la iniciativa programática y la iniciativa histórica de la clase trabajadora». El documento de la CS, directamente, ya hace propuestas programáticas, enfatizando la defensa de los bienes comunes, la lucha contra la impunidad y la necesidad de «desarrollar una nueva institucionalidad, que permita el control social de dos grandes resortes estratégicos: la deuda pública y los excedentes del sector primario».

INTERNA

Los documentos de las corrientes minoritarias (EL y CS) comparten algunas objeciones sobre la conducción del movimiento sindical. Ambos critican la falta de comparecencia de las representaciones del PIT-CNT en diferentes organismos ante la orgánica sindical. También reclaman que se cumpla con la periodicidad de las sesiones de los diferentes órganos previstos por los estatutos y el cumplimiento de sus resoluciones. EL, en particular, critica la poca participación del movimiento sindical en la discusión sobre la ley de teletrabajo. La CS cuestiona que el PIT-CNT haya firmado el acta de la octava ronda salarial, propuesta por el gobierno, y califica esa decisión como «un acto de conciliación de clases y un gran error de valoración estratégica».

 

También hay discusiones sobre temas estratégicos y organizativos. Para la CS, es «imperativo que se consolide una política de solidaridad con los conflictos», para que estos no «se desangren por falta de apoyo». Además, en su documento, esta corriente evaluó el cumplimiento de objetivos planteados en el congreso anterior. En particular, sobre el objetivo de «instrumentar una campaña de sindicalización que ubicara al PIT-CNT con 600 mil afiliados», evalúa que, «más allá de lo ambicioso del planteo y de distintas circunstancias que pudieron conspirar contra él, lo cierto es que sencillamente la campaña no llegó siquiera a delinearse».

El documento de C+A también entra en cuestiones organizativas: plantea la necesidad de formas flexibles de organización, que permitan una «plasticidad creativa para encolumnar en el movimiento sindical nuevas formas de organización de clase que son el resultado de los procesos de flexibilización implementados en el marco del modelo neoliberal», lo que puede tomar la forma de «grandes organizaciones de rama de actividad y/o encadenamientos productivos que permitan mixturar las formas organizativas tradicionales». En un sentido parecido, EL plantea que «el movimiento sindical se encuentra aturdido, como consecuencia de los cambios en el mundo del trabajo», y que si no «piensa en una nueva forma de organización», «está condenado a no comprender a la nueva clase trabajadora que surge, a perder la representatividad de la clase y a quedar reducido a una mínima expresión».

El documento de EL propone discutir si «en esta coyuntura» no sería «una solución volver a los coordinadores en el secretariado», en lugar de «las figuras de presidente, vicepresidente y secretario general». En el mismo sentido, el documento de la CS señala que estas figuras no existen en el estatuto y destaca el rol de dirección de la Mesa Representativa, organismo que, según la CS, debería integrarse con un criterio de «unidad sin exclusiones», según el cual «ninguna filial que manifieste su voluntad y compromiso de participación quede sin voz ni voto», «independientemente de su tamaño, su inserción en el mundo del trabajo o la orientación política de su dirección». Sobre este punto, C+A propone una «Mesa Representativa lo más amplia y equilibrada posible, en el desarrollo de todas las ramas de actividad, de compañeras y compañeros del interior y la capital, en el desarrollo de la paridad de género».

El documento de la CS plantea que «una buena parte de los trabajadores desconfía de la herramienta sindical y cree que los dirigentes son una cúpula que no pisa su puesto de trabajo», y que, si bien «mucho han hecho la prensa y la derecha para la construcción de este relato», es necesaria una autocrítica de «las prácticas “dirigentistas” y burocráticas», incluido el uso de los fueros sindicales, que, aunque «son una conquista importante», deben «tener un férreo control», «asegurándose de que sean para el uso de la militancia sindical». El documento de C+A rechaza que se hable de «cúpula del PIT-CNT»: «Nuestra forma de organización es una pirámide invertida».

ALIANZAS

El documento de C+A considera que «una polémica central desde el punto de vista de la estrategia sindical» es si se debe «desarrollar una actuación solo en un concepto clase contra clase o desplegar una línea que, sin desdibujar su programa, establezca las alianzas más amplias posibles, que den cuenta de la acción de las grandes mayorías nacionales y populares», y se define en favor de esta última opción. Valora, como ejemplo, la campaña de recolección de firmas contra 135 artículos de la LUC, en la que «no interesaba si los participantes venían del movimiento sindical, del Frente Amplio, del feminismo, de las cooperativas o del movimiento estudiantil». Destaca que en ese proceso el movimiento sindical no fue un «furgón de cola de otros, sino que, efectivamente, es el que toma la iniciativa». Y llama a «abrir un proceso de congreso del pueblo» y a construir un programa que cubra las dimensiones «del desarrollo productivo, del desarrollo social y del desarrollo democrático».

EL, mientras tanto, señala: «Por momentos hemos quedado sometidos a lo que el gobierno progresista pudiera ceder ante las presiones de unos u otros». Y añade: «Si bien no pretendemos decir con esto que todos los gobiernos de las distintas fuerzas políticas que llegaron a conducir el país son iguales […], es necesario mantener una independencia de clase». Por esto, mantener la definición de ir hacia un «bloque social y político de los cambios» «limita la política de alianzas».

La CS plantea que «en el centro del debate sobre la perspectiva estratégica y el rol del movimiento sindical […] se encuentra la disyuntiva entre dos paradigmas»: «Por un lado, la visión que sostiene la llamada teoría de los bloques sociales y políticos […]; por otro, la concepción histórica que inscribe la lucha sindical bajo el principio rector de la independencia de clase y la unidad para luchar». Critica la primera opción, porque «provoca efectos de subordinación política del movimiento sindical, limitando su acción a la funcionalidad de la acumulación en la lógica de las superestructuras partidarias». Pone como ejemplos la «pasividad complaciente que adoptó la mayoría del movimiento sindical con los contratos leoninos firmados entre la presidencia de Uruguay y UPM o la mirada auspiciosa que recayó sobre la privatización de la diversificación de la matriz energética». Según este documento, el objetivo de la política de alianzas de la clase trabajadora organizada «debe ser la acumulación de fuerzas para habilitar las transformaciones revolucionarias».

 

 (Gabriel Delacoste, 15 de octubre de 2021, Brecha numero 1873)

 

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