El
4 de agosto de 1972, los oficiales de la Armada, reunidos en una asamblea del
Club Naval manifiestan un profundo repudio a cualquier forma de subversión. Sin
embargo, esta arma hace suya varias “banderas”
de la “subversión (Caula y Silva:
2013, 152).
Cuando
hacia mediados de 1972 el MLN había perdido ya toda capacidad real de imponer
sus objetivos estratégicos por la vía militar, sus dirigentes entablaron
confusas negociaciones de paz con las Fuerzas Armadas (FFAA), que inicialmente
no prosperaron. El MLN, cada vez más diezmado, continuó con las operaciones
militares por un breve período, aunque finalmente fue derrotado por completo.
Una
vez que se produjo la derrota definitiva, la cúpula de la organización hizo
otro intento de negociación con los militares. Ofreció la información que había
acumulado durante esos años sobre la corrupción de las élites políticas y
económicas a las FFAA para que tomaran en sus manos y continuaran ese combate.
Hubo entonces (antes y después de esas negociaciones, dentro y fuera del MLN,
así como dentro y fuera de la izquierda) muchos que creyeron que había una
fracción de militares nacionalistas y honestos que estaba llamada a ser un
factor central en el cambio de rumbo que el país requería.
A
esa altura algunos sectores de las FFAA se habían convencido (aparentemente) de
que la corrupción política y económica era la causa de la actividad
guerrillera. En fecha tan temprana como el 23 de setiembre de 1972, en
oportunidad de un desfile militar y homenaje público a José Artigas cuando se
cumplían 122 años de su muerte, el brigadier general (aviador) José Pedro
Jaume, en representación de las FFAA, dijo: “No queremos ganar sólo la batalla;
queremos ganar la guerra. Y la lucha no ha terminado ni terminará si además de
extirpar el cáncer, no emprendemos con igual energía la tarea patriótica de
remoción de las causas de la violencia […]. Tan enemigos son los que ocultos
tras un seto asesinan a mansalva o aquellos que, incapaces de ningún acto de
valor, descargan su cobardía y su frustración sobre el que encuentran
desprevenido e inerme. Tan enemigos como éstos, repito, son los agiotistas, los
usureros, los contrabandistas, los especuladores, los estafadores del erario
público”. Poco más de un mes y medio antes, el 4 de agosto de 1972, los
oficiales de la Armada, reunidos en una asamblea del Club Naval, habían
sostenido ya que el país se enfrentaba no solamente a una sino a variadas
formas de subversión. Ese día los oficiales navales identificaron no menos de
seis: “la que empuña las armas para asesinar cobardemente”, “la que expolia la
economía nacional”, “la que usurpa al pueblo el producto de su trabajo”, “la
que propende a la corrupción moral, administrativa y/o política”, “la que
practica el agio y la especulación en desmedro de la población”, y “la que
compromete la soberanía nacional”(Corti: 2014, revistaajena).
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