El precariado como clase social
La etimología de la palabra precario, se remonta a “precarius”
que es aquello que se obtiene a través de un pedido o ruego. En el derecho
romano el contrato que se denominaba “precarium” era aquel tipo de contrato
donde el que recibía un bien, lo recibía bajo la condición de que le podía ser
quitado en cualquier momento, existe aun en nuestro país la figura del “ocupante
precario” que además de dar pocos derechos, es casi vergonzante. La precariedad
en un animal común en la fauna del paisaje laboral universal, y lo empieza a
ser también en la de nuestro país.
El precariado es hoy una nueva clase social (es la clase emblemática
del capitalismo financiero), caracterizada por la inestabilidad laboral la inseguridad
en planificar el futuro y la pérdida de control sobre los tiempos de su vida; desaparecen
las viejas estructuras temporales: 8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8
horas de ocio, el tiempo es uno: sobrevivir . Aunque la vieja sociedad salarial
aun existe y resiste, está retrocediendo lenta y sostenidamente. El capitalismo mutante implica la deslocalización
productiva y la penetración de las nuevas tecnologías y ha traído consigo a la aplicación y a los nuevos desempleados, a mas excluidos y
al precariado como clase.
Esta nueva clase
admite sin embargo una subdivisión, entre lo que podríamos llamar precarios formados o supercapacitados,
se trata de personas muy capacitadas que escapan a la sociedad del trabajo, el
trabajo es para ellos un medio y no un fin, no temen al desempleo ni a las
carencias económicas momentáneas; prefieren disponer libremente de su tiempo
antes que trabajar de una manera metódica y fija. También dentro de este grupo encontramos a
los precarios que aun con deseos de un empleo fijo y tradicional, se ven
obligados aceptar trabajos por debajo de sus cualificaciones, padecen una frustración
de status.
Frente a esta precariado voluntario tenemos al precariado tradicional, que se integra
por obreros industriales desplazados, inmigrantes, madres solteras,
cincuentones, personas jóvenes que por su condición social quedan afuera del
mercado de trabajo. Admite este grupo una subdivisión mas, entre aquellos que
tienen una tradición proletaria, por ser ex trabajadores o hijos de trabajadores,
pero que no pueden acceder a un puesto de trabajo tradicional, forzados a
trabajar básicamente en el sector servicio ; sectores sensibles a la penetración
de utopías tradicionalismo, propias de fascismo que se cuela por cada rendija. También
dentro de este precariado que denominé tradicional encontramos al típico
ciudadano condenado a ser un ciudadano de segunda, social y culturalmente
sometidos a una capiti diminutio consensuada en las clases dominante, muchas veces bien vista y mansamente aceptada. En nuestro país son ejemplo los trabajadores
del servicio domestico, que tuvieron que padecer 200 años para que se les
reconocieran derechos mínimos como una
jornada de trabajo limitada, al acceso a la seguridad social, un salario mínimo.
El precariado no está totalmente desempleado, sin embargo está obligado a
aceptar un trabajo inestable, en condiciones poco dignas y sin protección social
de ningún tipo, tampoco tienen un sindicato que los defienda. El trabajador precario
está sometido a las exigencias del “pedido ya” y su situación de explotación no
tiene ni día, ni hora, ni lugar; la aplicación te atrapa en el más recóndito sitio,
tiene solo los límites de la señal de internet; para el trabajador precario
nunca suena el timbre de la salida. El trabajo temporal se ha transformado es
un statu quo permanente; la pérdida de
control sobre su vida es algo normal para el trabajador precario.
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