NO
AL DESPIDO LIBRE:
En
nuestro país en forma increíble sigue existiendo el despido libre, sin justificación
alguna y realizado la mayoría de las veces en forma repentina y sorpresiva para
el trabajador; parece paradojal pero es así. Su habitualidad nos hace parecer
el hecho como algo normal y licito; pero en realidad no es nada normal ni nada lícito
y es además algo moralmente reprochable en un sistema de relación laborales que
debe tender en forma paulatina pero acelerada a considerar al trabajo como un
derecho humano fundamental, desterrando la noción de considerarlo a este como
una mercancía y propendiendo a la dignidad del mismo, a la igualdad entendida
desde lo social partiendo de la base de que en toda relación de trabajo se
establece una relación de poder que limita gravemente la libertad del
trabajador. En definitiva se debe apuntar a eliminar la explotación del hombre por su semejante.
La
facultad de despedir en forma libre e in-causada resulta una de las más
paradojales cuestiones referidas al derecho en general, al derecho de los contratos
y a la teoría general del derecho. Deberíamos preguntarnos que razón lógica
justifica que uno solo de los contratantes, que uno solo de los contrayentes
detente en su mano la potestad para dar por terminado el trabajo, pagando lo
que a todas luces son cifras irrisorias si atendemos a las ganancias que todo
trabajador genera a la empresa, y el daño que se le causa con el despido. Que justificación
se puede encontrar, en términos jurídicos pero también en términos morales,
para dar por tierra con una posición que la persona ocupa en la sociedad, la posición
de persona empleada, de socialmente activa. Que aconseja o que permite que un
trabajador sea violentado en forma
unilateral en el tan sagrado y constitucional derecho a trabajar (Articulo 53
de la Constitución). Sin dudas el hecho de poder interrumpir el contrato de
trabajo por una sola de las partes sin justificación alguna y en forma
arbitraria es una anomalía del derecho, presente solamente en el derecho del
trabajo, que merece obviamente las mas duras sanciones para corregirla y evitar
su pacifica reproducción como hasta el momento viene sucediendo.
La
presente situación de despido repentino y sin causa expone a la persona a una
muy dura sanción social y dispara en torno a su personalidad un conjunto de
especulaciones múltiples sobre su honestidad, su don de persona e incluso sus
caracteres técnicos o su idoneidad para el cargo. En definitiva quien acciona
no tiene otra calidad que no sea la de un trabajador de un determinado lugar,
que, desaparecida ésta se derriba toda una condición social, todo un standards
de vida tal cual fuera un frágil castillo de naipes.
AFI
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