domingo, 7 de abril de 2024

El modelo de la desigualdad se hace presente en el Uruguay.

 

El Instituto Nacional de Estadística (INE) de nuestro país publicó las nuevas cifras sobre pobreza y desigualdad correspondientes al 2023. Los datos nos traen nuevamente, como ha sido una constante en este gobierno, malas noticias, en particular para los más desfavorecidos. No todo está mejor que en 2019. 

Según las nuevas estimaciones, las personas que viven por debajo de la línea de pobreza son 10.1% del total del país, unas 350.000 personas, 50.000 más que en 2019. En relación con el año 2022, la cifra se mantiene relativamente estable, ya que 12 meses atrás se ubicaba en torno al 9,9%, un aumento del 0,2%. 

Con respecto al año 2019, la pobreza aumentó 1,3%, ya que se ubicaba en 8,8%. En el 2020, pandemia mediante, los niveles de pobreza treparon al 11,6%, y si bien mejoraron desde entonces, nunca volvieron al nivel del 2019. Las estimaciones de pobreza se obtienen a partir del cómputo de hogares que perciben ingresos por debajo de un nivel, denominado línea de pobreza, que para un hogar de una persona de Montevideo, dicho umbral se ubica en $ 19.519 por mes.

En cuanto a las características estructurales de la pobreza, algunos de sus rasgos estructurales no sólo no se han solucionado, sino que muestran signos de agravamiento. La pobreza infantil, para aquellos niños menores de 6, se ubicó en 20,1%, sin cambios significativos con el 2022, pero aumentando más del 3% con respecto al 2019, cuando se ubicaba en 17,0%. La pobreza también sigue siendo más severa en las personas afrodescendientes, se ubica en el 19,7%. También es mayor en los hogares en los que la referente es mujer, ya que casi duplica la pobreza de los hogares donde el referente es varón (8,8% contra 4,8%). 

Se ha instaurado un modelo de desigualdad: mientras el ingreso total de la Economía ha sobrepasado los niveles del 2019 (se estima que el PBI va a ser más de un 2% mayor que el de 2019), esto no ha derramado hacia la población de menores recursos. Estos resultados no son sólo responsabilidad de los problemas del dinamismo en la actividad económica. 

Es importante observar eñ Gasto Público que se destina a los temas sociales, el porcentaje del Gasto Público Social (GPS) con respecto al Producto Bruto Interno (PBI), es bajo. Sobre este indicador no se conocen estimaciones oficiales, sin embargo autoridades del gobierno han reconocido que el GPS con respecto al PBI era 25,8% en 2019 contra el 25% actual.

En este punto puede ser útil mirar lo que ha sucedido con los datos de desigualdad, que también fueron publicados durante esta semana por el INE, y que reflejan el punto que se desprende del párrafo anterior. De la única forma en la que puede aumentar la pobreza al mismo tiempo que aumenta el ingreso total de la economía, es con una distribución menos igualitaria del valor generado. La torta es más grande pero el pedazo que les toca a los que están más abajo en la distribución es menor. 

La desigualdad, medida a través del Índice de Gini (que vale 0 para una sociedad en la que todo el ingreso se distribuye de forma igualitaria y 1 si el ingreso se concentra en una sola persona) no ha parado de crecer en este período de gobierno. Este índice, que en 2019 se ubicaba en 0,383, trepó a 0,394 en el 2023. Un aumento de 1,1 no es nada despreciable dada la estabilidad que suele mostrar el indicador. Para que se mueva deben suceder hechos económicos de relevancia. 

Esta situación del Índice de Gini contrasta con lo sucedido durante el período 2007-2012, donde se logró reducir de 0,456 a 0,379. Incluso cuando la situación económica no permitió redistribuir más ingresos, la desigualdad se logró mantener relativamente estable. 

El resto de los indicadores de desigualdad publicados por el INE van en la misma dirección, aumento de la concentración de ingresos. Por ejemplo, el ratio de ingresos entre el 10% más rico y el 10% más pobre también aumentó durante este período de gobierno. En el 2019, lo que se apropiaba el 10% más rico era 11,1 veces más que lo que obtenía el 10% más pobre. Esta diferencia aumentó al 11,7% en el 2023.

Lo que ha sucedido con la desigualdad es aún más preocupante que lo sucedido con la pobreza, porque si bien la situación de la personas en situación de pobreza logró mostrar un abatimiento (aunque parcial) del deterioro sufrido en la pandemia, la desigualdad no ha parado de crecer. 

Estos resultados no son una mera casualidad estadística. Son resultado de las políticas aplicadas. Por ejemplo, a las ya señaladas referidas a la reducción del gasto público social. 

Podría argumentarse que la pandemia representó una crisis global y externa a posibilidades de gestión del actual gobierno. Sin embargo, los expertos sostienen que mientras la gran mayoría de los países del continente han retornado los niveles pre pandemia, Uruguay no. De hecho, según un informe de la CEPAL del 2022, Uruguay era uno de los tres países que no había retornado a los niveles de desigualdad pre pandemia. 

Los malos resultados en pobreza y desigualdad que el país presenta hoy en día no pueden por lo tanto asignarse a eventos que este gobierno no haya podido controlar. Los resultados son sanos hijos del modelo que actualmente se aplica en Uruguay. El modelo de la desigualdad que ya dice presente.

Fuente: “El modelo de la desigualdad dice presente” Rodrigo Gorga /Economista/.

 

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