sábado, 25 de junio de 2022

La huelga general del 27 de junio de 1973

 

La excepcionalidad de la respuesta al golpe de Estado en Uruguay, las posiciones en juego, las fallas y los aciertos de la huelga, la relación entre los partidos políticos y los sindicatos, las condiciones del levantamiento y el proceso posterior.

Históricamente, la huelga general de 15 días contra el golpe de Estado del 27 de junio de 1973 fue la mayor movilización del pueblo uruguayo en defensa de la Constitución y las instituciones democráticas del país. En la historia contemporánea, las huelgas generales con una duración de 15 días o más han sido excepcionales. En el siglo XX fueron cuatro: en Francia en 1968 y 1995, en Polonia en 1980 y en Uruguay en 1973.

La huelga general del 13 al 30 de mayo de 1968 en Francia comenzó con una protesta estudiantil en la Universidad de Nanterre y la del 28 de noviembre al 21 de diciembre de 1995 se debió al rechazo de los funcionarios públicos a una reforma de la seguridad social. La huelga general del 14 al 31 de agosto de 1980 en Polonia se inició en los astilleros de Gdansk por el reclamo del derecho de organización sindical y de huelga.

Huelgas generales prolongadas como las mencionadas significan un gran sacrificio de los trabajadores y la población. Salvo algunos servicios básicos, se cortan las comunicaciones, el suministro de alimentos, de combustibles, etcétera. Por eso, más allá del factor detonante y el desenlace, estas huelgas solo ocurren si cuentan con un estado de conciencia colectivo a favor, es decir, causas muy sentidas por la gran mayoría de la población.

De ahí que no suelen comenzar con un único hecho o una sola convocatoria ni tener todos sus aspectos planificados con anticipación. Una movilización social de esta magnitud no es fácilmente controlable: atraviesa etapas de desarrollo con altos y bajos hasta su inevitable declinación. Pueden decaer por agotamiento o ser concluidas por las fuerzas sociales o políticas que tengan a esa altura la capacidad de dirigirlas.

Algunos atribuían los sucesos de 1980 en Polonia a agentes contrarrevolucionarios, pero unos infiltrados no pueden gestar, por si solos, una huelga de 10 millones de trabajadores, expuestos durante 17 días a privaciones y a una dura represión, si no existen condiciones sociales y políticas insostenibles. La huelga condujo al reconocimiento de Solidaridad, el primer sindicato independiente en los regímenes comunistas de entonces.

La rebelión en la escuela de sociología tampoco explica la movilización que paralizó Francia en 1968. La huelga pareció causar un vacío de poder cuando el presidente Charles de Gaulle se fue del país, pero nadie pudo o quiso sustituirlo y comenzó a declinar. La Confederación General del Trabajo, la organización sindical de mayor fuerza, bajo la orientación del Partido Comunista Francés, decidió que la huelga era solo reivindicativa y la concluyó con un acuerdo salarial.

 

La huelga de 1995 en Francia se inició en el transporte y los ferrocarriles estatales, se expandió rápidamente y se convirtió en una movilización contra el plan neoliberal del primer ministro Alain Juppé. En el apogeo de las acciones, con unas marchas sin precedentes en el país, el gobierno retiró la polémica reforma. Desde entonces, la huelga fue decayendo sola hasta que, en vísperas de Navidad, las confederaciones mayores la levantaron sin más.

La huelga general de 1973 en Uruguay es celebrada en cada nuevo aniversario, pero ha sido poco analizada críticamente, como ocurre con otros acontecimientos del pasado reciente. A pesar de que las investigaciones históricas han incorporado una gran cantidad de testimonios y documentos, subsisten versiones contradictorias y referencias equivocadas, que causan confusión y dificultan el esclarecimiento y el análisis de los hechos.

ACUERDOS Y DIFERENCIAS

La disolución del Parlamento el 26 de junio no dejó lugar a dudas sobre el avasallamiento de la Constitución y las instituciones democráticas ni sobre la respuesta del movimiento sindical. Algunos discutieron si la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) se reunió antes o después de las ocupaciones, pero era una resolución ratificada por el movimiento sindical desde 1964 en adelante que nadie puso en cuestión. Ahí actuó la conciencia colectiva que mencionamos anteriormente.

Ahora bien, la situación de ese momento requería, sin duda, una evaluación política de sus condiciones. Es obvio que esta valoración no podía haberse hecho antes del golpe de Estado y se tuvo que ir definiendo en el curso mismo de la huelga general.

En el primer día, dirigentes de la CNT recorrieron las fábricas para apreciar la disposición de los trabajadores y algunos miembros del Partido Comunista de Uruguay (PCU), que eran mayoría en la dirección de la convención, auscultaron la posibilidad de que la huelga durara tres o cuatro días. Esto originó las primeras discusiones sobre la posición de la dirección sindical.

En la CNT se expresaron básicamente dos enfoques. Mientras que el PCU consideró que debía ser solo una acción demostrativa del rechazo popular al golpe de Estado, otros sectores se planteaban desarrollar el mayor potencial de lucha posible para que los militares tuvieran que negociar una salida política. De cierta manera, fue una continuación de las discusiones anteriores sobre el plan de lucha de la CNT y la posible huelga general.

En el análisis del PCU, un golpe militar constituía una crisis del aparato del Estado y la huelga general sería insurreccional si se daban las condiciones, que incluían la presencia de una división en las Fuerzas Armadas.1 De lo contrario, había que continuar la acumulación de fuerzas hasta que se dieran tales condiciones. En junio, el PCU comprobó que no había diferencias entre los militares2 y se reafirmó en la idea de evitar una lucha decisiva.

Con el antecedente de la dictadura de Gabriel Terra, de 1933, el PCU llegó a creer, incluso, que no sería ilegalizado.3 Pero, al igual que otros sectores políticos, el PCU subestimó el alcance del golpe de Estado. No lo consideró capaz de destruir a aquel movimiento popular y en 1975, cuando llegó su turno, era tarde para reaccionar.

 

Los sectores representados por la Corriente y la Resistencia Obrero Estudiantil, en minoría dentro de la CNT, tampoco consideraron que la huelga pudiera ser insurreccional ni que hubiera que recurrir a la violencia. La discusión se centró entonces en cómo y hasta dónde llevar esa confrontación en defensa de las instituciones democráticas.

OPCIONES TÁCTICAS CLAVE

La CNT presentó en cinco puntos la demanda de restablecimiento de las libertades y los derechos avasallados. Los mensajes paralelos de Liber Seregni, el Frente Amplio, el Partido Nacional y las iglesias avalaron los objetivos y el carácter nacional de la huelga general.

En la discusión de la CNT surgieron situaciones y diferencias que incidieron inevitablemente en la eficacia de la huelga. La no aplicación de decisiones que habían sido discutidas antes del golpe y algunas decisiones inapropiadas fueron las más importantes, además de causas imprevistas o inesperadas, que siempre ocurren en situaciones similares.

Desde la decisión tomada por la CNT en 1964, una comisión integrada por Gerardo Cuesta, Gerardo Gatti, Héctor Rodríguez y Vladimir Turiansky estudió situaciones que se podrían dar en la huelga general. Entre otras medidas, la comisión definió la manera de actuar en el transporte y evaluó opciones con las reservas de combustible en la refinería de ANCAP.4

En el transporte, los ómnibus debían funcionar en las primeras horas de la mañana para facilitar el acceso y la ocupación de los lugares de trabajo. Cumplida esta función, los vehículos no debían retornar a los estacionamientos habituales, sino ser guardados en fábricas ocupadas, para que no fueran usados para restablecer las actividades.

Sin embargo, los ómnibus volvieron a los talleres. Incluso allí los trabajadores propusieron inhabilitarlos de alguna manera, pero la dirección sindical no lo aceptó. A esto se agregó la deserción de dirigentes clave del gremio. El PCU intentó subsanarlo con viejos militantes, pero fue insuficiente. A pesar de las acciones callejeras que se hicieron para impedirlo, propietarios y soldados restablecieron el transporte al quinto día de huelga.

La dictadura se centró entonces en las fábricas ocupadas. Había coincidencia en evitar el choque con los militares, pero mientras el comando de la CNT recomendó dirigirse a los locales sindicales luego del desalojo, la Corriente planteó reanudar la ocupación una vez que los militares se retiraran, pues en la mayoría de los casos no podían permanecer en ellas.

La segunda orientación fue más eficaz porque los sindicatos estaban intervenidos y los locales, cerrados. Entre el lunes 2 y el martes 3 de julio, las fábricas fueron reocupadas, incluso con más participantes, lo que hizo fracasar la Operación Desalojo. El miércoles 4, la dictadura emitió un decreto que habilitó despidos en masa sin indemnización y comenzó a organizar plebiscitos sobre la huelga general en cada lugar de trabajo.

Una Cronología documentada publicada por el PCU en 1989 le adjudicó erróneamente a la CNT el boletín titulado A los trabajadores en lucha, en el que se planteó la reocupación de las fábricas.5 En su recopilación sobre la huelga, el historiador Álvaro Rico constata que hubo diferencias entre la CNT y la Corriente en este tema, pero reitera el error.6

La referencia sobre la autoría de ese boletín se encuentra en un libro publicado en Buenos Aires en 1974, bajo la firma de Hugo Lustemberg,7 elaborado con los volantes, los boletines y los documentos recogidos por los Grupos de Acción Unificadora durante la huelga general. La redacción del boletín A los trabajadores en lucha estuvo a cargo de militantes sindicales de esta organización integrante de la Corriente.

DECISIÓN SINDICAL O DE PARTIDO

En la madrugada del 27 de junio, los trabajadores de ANCAP ocuparon la refinería de La Teja, que tenía en ese momento los tanques de gasolina llenos. Una cuestión clave de la huelga era quién controlaba, cómo y para qué el suministro del combustible.

El Ejército necesitaba la nafta para sus vehículos y, sobre todo, para el desalojo de las fábricas. En las previas de la huelga, se manejó la posibilidad de mezclar el combustible refinado con el crudo para impedir su uso inmediato, algo que no implicaba un enfrentamiento violento con los militares y tampoco lo inutilizaba para el futuro.

«En el nivel de confrontación definido en ese momento por la dirección de la huelga, no estaba planteado llegar a ese tipo de medidas», expresó el entonces dirigente de la Federación ANCAP Daniel Baldassari, integrante del PCU. Para Baldassari, «la mezcla habría favorecido la represión, sin un resultado favorable para el movimiento en su conjunto».8

El sábado 30, en una operación muy planificada y cautelosa, el Ejército entró y tomó el control de la refinería. Los trabajadores intentaron apagar gradualmente la planta, pero fueron detectados por los militares y obligados a mantener la producción.

El martes 3, un cortocircuito en el exterior de la planta interrumpió la refinación y apagó la llama de la chimenea. Al sonar todas las alarmas y desconocer el motivo, los militares huyeron del lugar. De vuelta, los funcionarios fueron militarizados y buscados casa por casa para reanudar la actividad, que demoró una semana en ser restablecida. El apagón de la llama de la refinería, visible desde varios puntos de la capital, y el fracaso de los desalojos fueron dos acontecimientos que fortalecieron la huelga general.

Las publicaciones existentes presentan diferentes versiones sobre la historia del apagón de la refinería. Baldassari afirmó más de una vez que fue una decisión del comando de la CNT,9 pero ahora se lo presenta como una acción decidida y ejecutada por el PCU.

En la recopilación de Rico, «Anónimo» (sic) cuenta que la decisión fue tomada por el dirigente Jaime Pérez, porque los comunistas estaban quedando ante los trabajadores como reacios a la paralización de la refinería.10 En el último libro sobre el PCU, Rico confirma esta versión y describe con lujo de detalles la operación del partido, incluyendo el traslado de los autores del apagón a Colonia, luego a Buenos Aires y, por último, al exilio en Europa.11

Además de ser fiel a los hechos, es relevante saber si fue una acción sindical o del PCU. La confusión entre el sindicato y el partido político es discutida hasta hoy en el movimiento sindical. El sindicato como apéndice de un partido político pierde el apoyo de los trabajadores que no comparten esas ideas y se debilita ante los gobiernos y el sistema político.

REFLEXIÓN CON PERSPECTIVA

Tras la manifestación de todas las fuerzas antigolpistas, el 9 de julio, en el centro de la capital, la declinación de la huelga se hizo inevitable. El 11 de julio, la mayoría de la CNT votó el levantamiento incondicional de la huelga general, sin que se hubieran alcanzado, total o parcialmente, sus objetivos. Se dijo que se pasaba a «una nueva etapa de lucha» y que la dictadura había nacido «herida de muerte» por el amplio rechazo popular.

Las federaciones de la salud (Federación Uruguaya de la Salud [FUS]) y la bebida (Federación de Obreros y Empleados de la Bebida) junto con el sindicato de FUNSA no acompañaron la manera como fue tomada aquella decisión. En su criterio, «para resolver el levantamiento de la huelga general, debían establecerse previamente, a través de una negociación desde las posiciones de lucha en que se encuentran los trabajadores, las garantías mínimas de funcionamiento y respeto de las organizaciones sindicales».12

Las tres organizaciones sostuvieron que las carencias evidenciadas por algunos gremios se debieron a la falta de planes de lucha apropiados, a la ausencia de una estructura sindical adecuada y de suficientes cuadros intermedios arraigados en la base, así como a la práctica de un sindicalismo economicista, desvinculado de aspectos programáticos.13 «Ningún gremio fue derrotado, fue derrotado un estilo, un método, una concepción del trabajo sindical», concluyeron estos sindicatos, que expresaban la orientación minoritaria en la CNT.

Tras el levantamiento de la huelga general, el golpe de Estado fue más lejos de lo previsto por todos los sectores políticos y desmanteló al movimiento popular, que, sobre todo desde 1968 en adelante, había luchado sin pausas contra el cambio regresivo en el país.

El desconocimiento en la izquierda y los partidos tradicionales, en el Partido Nacional en particular, sobre la evolución de las Fuerzas Armadas uruguayas hizo pensar a muchos que los golpistas no desestimarían una convocatoria a elecciones nacionales en 1976. Sin embargo, a pesar de haber desarticulado a esa altura a todas las organizaciones de izquierda existentes en el país, la dictadura se prolongó por nueve años más.

No fue el desvarío de algunos militares, sino la misión asignada a las Fuerzas Armadas en los manuales del Pentágono.14 Estratégicamente, la dictadura apuntó a destruir la organización y la conciencia política alcanzadas por el pueblo uruguayo. La teoría de los dos demonios intenta ocultarlo, como si la causa del golpe hubiera sido el extremismo militar y la guerrilla, que ya había sido derrotada, y no la resistencia popular al ajuste conservador.

No podemos saber cuál sería el resultado de la huelga general de no haber existido las carencias indicadas, pero el peso que tuvieron en su desenlace es indudable. Al registro de la resistencia a la dictadura hay que sumarle, con similar rigor, las luchas anteriores, con los errores y las fallas que influyeron en las derrotas sufridas. La finalidad no es juzgar el pasado, sino aprender para mejorar la reconstrucción presente del movimiento popular.

 

1. Entrevista a León Lev en «La huelga general. El 9 de julio. El asalto a El Popular», Colección Popular n.º 1, serie Hechos de la Vida Nacional, fascículo de El Popular, 1988, pág. 53.

2. Declaraciones de José Luis Massera en Las historias que cuentan. Testimonios para una reflexión inconclusa,de Víctor L. Bacchetta, Editorial Instituto del Tercer Mundo, 1993, pág. 43.

3. Álvaro Rico menciona este hecho en El Partido Comunista bajo la dictadura. Resistencia, represión y exilio (1973-1985), de Álvaro Rico et al., Fin de Siglo, 2021, pág. 24.

4. Las historias que cuentan…, óp. cit., pág. 51.

5. Óp. cit., pág. 59.

6. 15 días que estremecieron al Uruguay. Golpe de Estado y huelga general 27 de junio-11 de julio de 1973, de Álvaro Rico, Fin de Siglo/Sudamericana, 2006, págs. 212 y 670.

7. Uruguay: Imperialismo y estrategia de liberación. Las enseñanzas de la huelga general, de Hugo Lustemberg, Buenos Aires, Achával Solo, 1974, pág. 221. Colección Materiales de la Huelga General, Sitios de Memoria Uruguay, disponible en https://sitiosdememoria.uy/recurso/3554.

8. Las historias que cuentan…, óp. cit., pág. 55.

9. 15 días que estremecieron al Uruguay…, óp. cit., pág. 320, y Las historias que cuentan…, óp. cit., pág. 55.

10. 15 días que estremecieron al Uruguay…, óp. cit., pág. 321.

11. El Partido Comunista bajo la dictadura…, óp. cit., pág. 156.

12. «Condiciones del levantamiento y conducta a seguir», FUS, 11-VII-1973. Colección Materiales de la Huelga General, Sitios de Memoria Uruguay, disponible en https://sitiosdememoria.uy/material/3535.

13. 15 días que estremecieron al Uruguay…, óp. cit., pág. 610.

14. La doctrina de la seguridad nacional, elaborada por Estados Unidos para la Guerra Fría, promovió la intervención de los Ejércitos en los asuntos internos de sus países. Los movimientos sociales de protesta eran considerados por esa doctrina una amenaza potencial a la seguridad.

 

EXTRAIDO DE BRECHA N° 1899. TITULO ORIGINAL: “LA HUELGA GENERAL DE 1973 Mas allá de las recopilaciones” Autor: Victor Baccheta,  13 de abril, 2022


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