Uruguay
enfrenta una encrucijada. La transformación del mundo del trabajo, la crisis
del orden global y la irrupción del capitalismo digital exigen decisiones
estratégicas. El Congreso del PIT-CNT puede proyectar una visión de país
centrada en la justicia social, la soberanía democrática y la dignidad del
trabajo.
I. UNA TRANSICIÓN HISTÓRICA
El
orden internacional nacido tras la Segunda Guerra Mundial está en proceso de
descomposición. La globalización neoliberal –basada en la expansión de mercados,
la liberalización del comercio y la hegemonía financiera– dio paso en los
últimos años a un escenario de crecientes tensiones entre grandes potencias. De
una fase de «slowglobalization» (The Economist, 26-I-18) se pasó a una dinámica
proteccionista, en la que las guerras comerciales impulsadas por la
administración de Donald Trump apuntan al corazón mismo de la arquitectura
económica global.
El
ascenso de China como potencia tecnológica y productiva desafía el predominio
histórico de Occidente. En respuesta, Estados Unidos y Europa implementan
medidas proteccionistas, reconfigurando cadenas de valor, bloqueando
inversiones estratégicas y elevando barreras comerciales. Este giro multiplica
la rivalidad entre bloques económicos y acelera una competencia que se traslada
al plano de la explotación laboral, con presiones globales por reducir costos,
flexibilizar condiciones y destruir derechos.
La
división internacional del trabajo ya no está escrita en piedra. Las
oportunidades –y también los riesgos– de reubicarse en la economía global
dependen de las decisiones que tomen los gobiernos, los movimientos sociales y
los actores productivos de cada país. Para Uruguay, esto implica revisar
críticamente su inserción externa, repensar su modelo productivo y plantear una
estrategia nacional soberana, con protagonismo de trabajadores y trabajadoras.
II. MUTACIONES EN EL TRABAJO Y EL
CAPITAL
Estos
cambios no solo afectan las relaciones entre países, sino también las propias
formas de organización del trabajo. Aunque el modelo taylorista-fordista sigue
presente en sectores industriales, agrarios y de servicios, su hegemonía ha
sido cuestionada desde fines del siglo XX. Con la incorporación de elementos
del toyotismo, como la gestión participativa, el trabajo en equipo y la
flexibilidad productiva, se introdujeron nuevas lógicas de control orientadas a
capturar la subjetividad de los trabajadores y desarticular formas
tradicionales de organización colectiva.
En
la última década, esta transformación se aceleró con el auge del capitalismo de
plataformas o plataformismo. Se trata de un régimen que reconfigura
profundamente las condiciones laborales, combinando: 1) un uso intensivo de
principios clásicos del control taylorista (fragmentación de tareas, vigilancia
permanente), ahora apoyado en tecnologías digitales, algoritmos y monitoreo en
tiempo real; 2) la instauración del emprendedurismo como la ideología
dominante, que encubre la desprotección jurídica, la informalidad y la
precariedad laboral, especialmente entre sectores vulnerables, como la
población migrante, y 3) la dilución progresiva entre tiempo de trabajo y
tiempo de vida, con jornadas extendidas, exigencias de disponibilidad
permanente y nuevas formas de fatiga física y mental.
Este
modelo, lejos de representar una ruptura radical, funciona como una mutación
del capital que combina formas históricas de expropiación con tecnologías del
presente. En palabras del sociólogo Ricardo Antunes, se trata de un
«Frankenstein digital» en el que convergen el despojo tradicional y las
promesas seductoras de la innovación tecnológica.
Pero
también se abren espacios de disputa. El desarrollo tecnológico no es neutro:
puede ser orientado por intereses del capital o resignificado desde una
perspectiva emancipadora. En este sentido, emergen propuestas como la reducción
de la jornada laboral sin pérdida salarial, la redistribución del tiempo
socialmente disponible, el ingreso básico universal, el reconocimiento del
trabajo doméstico y de cuidados, y el acceso democrático al conocimiento, la
cultura y el ocio, viejas aspiraciones del movimiento obrero, que hoy se actualizan
ante desafíos inéditos.
III. LA ACCIÓN POLÍTICA COMO
CONSTRUCCIÓN COLECTIVA
¿Cómo
responder políticamente a estas transformaciones? ¿Qué formas debe asumir hoy
la acción colectiva?
La
política no se agota en el Estado. Siguiendo la tradición clásica, entendemos
la política como praxis: una forma de intervenir en la vida común, de deliberar
sobre el bien colectivo y de disputar los sentidos de lo que deseamos
colectivamente. Desde esta perspectiva, la transformación del mundo del trabajo
exige una participación activa de los trabajadores y las trabajadoras,
articulada en procesos de organización, formación y lucha política democrática.
Pero
esta praxis enfrenta obstáculos: las formas contemporáneas de subjetivación
neoliberal tienden a fragmentar, aislar e individualizar. El debilitamiento de
la experiencia colectiva, la precarización de las trayectorias laborales y la
incertidumbre permanente erosionan las bases materiales y simbólicas de la
acción colectiva. Reconstruir esos lazos es, por tanto, una condición
primordial para cualquier proyecto de transformación.
En
este escenario, el XV Congreso del PIT-CNT, que tendrá lugar en mayo, se
presenta como una oportunidad clave para reconfigurar la estrategia del
movimiento sindical uruguayo frente a estos desafíos. En sus documentos
preparatorios aparece con fuerza la necesidad de construir un proyecto común
que articule la mejora de la inserción económica internacional del país, la
diversificación y la sofisticación productiva y, sobre todo, la centralidad del
trabajo de calidad como pilar del bienestar colectivo.
Una
de las propuestas más relevantes es la instalación de una Mesa de Diálogo
Nacional Tripartita que permita acordar lineamientos estratégicos de largo
plazo. Se trata de una invitación –y a la vez un desafío– para que el nuevo
gobierno asuma el compromiso de un diálogo político estructural, más allá de
medidas puntuales o respuestas de corto plazo. La agenda incluye, entre otros
temas, políticas industriales, nuevas formas de empleo, la regulación del
teletrabajo y el trabajo en plataformas digitales, la seguridad social, la
redistribución del ingreso, la equidad de género, la justicia tributaria y la
educación.
Uruguay
está frente a una encrucijada. Como Alicia en el País de las Maravillas, se
enfrenta a múltiples caminos posibles. Pero, a diferencia de la protagonista
del libro de Lewis Carroll, no puede permitirse caminar sin rumbo. La
transformación del mundo del trabajo, la crisis del orden global y la irrupción
del capitalismo digital exigen decisiones estratégicas. El Congreso del PIT-CNT
puede constituirse en una instancia para orientar colectivamente ese rumbo,
proyectando una visión de país centrada en la justicia social, la soberanía
democrática y la dignidad del trabajo.
Saber
hacia dónde queremos ir es hoy la condición indispensable para no quedar
atrapados en caminos impuestos o alienados de decisiones colectivas. La
construcción de ese horizonte no será obra de un individuo aislado, sino de una
potencia plural y organizada que asuma la tarea de pensar, diseñar y disputar
el futuro.
Titulo original: URUGUAY, EL
MUNDO DEL TRABAJO Y LOS CAMINOS POR VENIR. La encrucijada. Autor: Nicolás Marrero.
Publicado el 2 de mayo de 2025 en el número 2058 de Brecha.
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