jueves, 15 de mayo de 2025

La fuerza del capitalismo gobiernan al hombre.

 

"El mundo tiene los elementos hoy materiales como para hacer posible que ocho mil millones de personas pueden tener el mismo grado de consumo y despilfarro que tienen las más opulentas sociedades occidentales, ¿será posible? ¿O tendremos que darnos algún día otro tipo de discusión? Hemos creado una civilización hija del mercado, hija de la competencia que ha deparado un progreso material portentoso y explosivo, pero lo que fue economía de mercado ha creado sociedades de mercado. Nos ha deparado esta globalización que significa mirar por todo el planeta. ¿Estamos gobernando la globalización o la globalización nos gobierna a nosotros? ¿Es posible hablar de solidaridad y de que estamos todos juntos en una economía basada en la competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad? El desafío que tenemos por delante es de una magnitud de carácter colosal y la gran crisis no es ecológica, es política. El hombre no gobierna hoy las fuerzas que ha desatado, sino que las fuerzas que ha desatado lo gobiernan al hombre”. Palabra de José Mujica

domingo, 4 de mayo de 2025

Uruguay, el mundo del trabajo y los cambios por venir.

 

Uruguay enfrenta una encrucijada. La transformación del mundo del trabajo, la crisis del orden global y la irrupción del capitalismo digital exigen decisiones estratégicas. El Congreso del PIT-CNT puede proyectar una visión de país centrada en la justicia social, la soberanía democrática y la dignidad del trabajo.

I. UNA TRANSICIÓN HISTÓRICA

El orden internacional nacido tras la Segunda Guerra Mundial está en proceso de descomposición. La globalización neoliberal –basada en la expansión de mercados, la liberalización del comercio y la hegemonía financiera– dio paso en los últimos años a un escenario de crecientes tensiones entre grandes potencias. De una fase de «slowglobalization» (The Economist, 26-I-18) se pasó a una dinámica proteccionista, en la que las guerras comerciales impulsadas por la administración de Donald Trump apuntan al corazón mismo de la arquitectura económica global.

El ascenso de China como potencia tecnológica y productiva desafía el predominio histórico de Occidente. En respuesta, Estados Unidos y Europa implementan medidas proteccionistas, reconfigurando cadenas de valor, bloqueando inversiones estratégicas y elevando barreras comerciales. Este giro multiplica la rivalidad entre bloques económicos y acelera una competencia que se traslada al plano de la explotación laboral, con presiones globales por reducir costos, flexibilizar condiciones y destruir derechos.

La división internacional del trabajo ya no está escrita en piedra. Las oportunidades –y también los riesgos– de reubicarse en la economía global dependen de las decisiones que tomen los gobiernos, los movimientos sociales y los actores productivos de cada país. Para Uruguay, esto implica revisar críticamente su inserción externa, repensar su modelo productivo y plantear una estrategia nacional soberana, con protagonismo de trabajadores y trabajadoras.

II. MUTACIONES EN EL TRABAJO Y EL CAPITAL

Estos cambios no solo afectan las relaciones entre países, sino también las propias formas de organización del trabajo. Aunque el modelo taylorista-fordista sigue presente en sectores industriales, agrarios y de servicios, su hegemonía ha sido cuestionada desde fines del siglo XX. Con la incorporación de elementos del toyotismo, como la gestión participativa, el trabajo en equipo y la flexibilidad productiva, se introdujeron nuevas lógicas de control orientadas a capturar la subjetividad de los trabajadores y desarticular formas tradicionales de organización colectiva.

En la última década, esta transformación se aceleró con el auge del capitalismo de plataformas o plataformismo. Se trata de un régimen que reconfigura profundamente las condiciones laborales, combinando: 1) un uso intensivo de principios clásicos del control taylorista (fragmentación de tareas, vigilancia permanente), ahora apoyado en tecnologías digitales, algoritmos y monitoreo en tiempo real; 2) la instauración del emprendedurismo como la ideología dominante, que encubre la desprotección jurídica, la informalidad y la precariedad laboral, especialmente entre sectores vulnerables, como la población migrante, y 3) la dilución progresiva entre tiempo de trabajo y tiempo de vida, con jornadas extendidas, exigencias de disponibilidad permanente y nuevas formas de fatiga física y mental.

Este modelo, lejos de representar una ruptura radical, funciona como una mutación del capital que combina formas históricas de expropiación con tecnologías del presente. En palabras del sociólogo Ricardo Antunes, se trata de un «Frankenstein digital» en el que convergen el despojo tradicional y las promesas seductoras de la innovación tecnológica.

Pero también se abren espacios de disputa. El desarrollo tecnológico no es neutro: puede ser orientado por intereses del capital o resignificado desde una perspectiva emancipadora. En este sentido, emergen propuestas como la reducción de la jornada laboral sin pérdida salarial, la redistribución del tiempo socialmente disponible, el ingreso básico universal, el reconocimiento del trabajo doméstico y de cuidados, y el acceso democrático al conocimiento, la cultura y el ocio, viejas aspiraciones del movimiento obrero, que hoy se actualizan ante desafíos inéditos.

III. LA ACCIÓN POLÍTICA COMO CONSTRUCCIÓN COLECTIVA

 

¿Cómo responder políticamente a estas transformaciones? ¿Qué formas debe asumir hoy la acción colectiva?

La política no se agota en el Estado. Siguiendo la tradición clásica, entendemos la política como praxis: una forma de intervenir en la vida común, de deliberar sobre el bien colectivo y de disputar los sentidos de lo que deseamos colectivamente. Desde esta perspectiva, la transformación del mundo del trabajo exige una participación activa de los trabajadores y las trabajadoras, articulada en procesos de organización, formación y lucha política democrática.

Pero esta praxis enfrenta obstáculos: las formas contemporáneas de subjetivación neoliberal tienden a fragmentar, aislar e individualizar. El debilitamiento de la experiencia colectiva, la precarización de las trayectorias laborales y la incertidumbre permanente erosionan las bases materiales y simbólicas de la acción colectiva. Reconstruir esos lazos es, por tanto, una condición primordial para cualquier proyecto de transformación.

En este escenario, el XV Congreso del PIT-CNT, que tendrá lugar en mayo, se presenta como una oportunidad clave para reconfigurar la estrategia del movimiento sindical uruguayo frente a estos desafíos. En sus documentos preparatorios aparece con fuerza la necesidad de construir un proyecto común que articule la mejora de la inserción económica internacional del país, la diversificación y la sofisticación productiva y, sobre todo, la centralidad del trabajo de calidad como pilar del bienestar colectivo.

Una de las propuestas más relevantes es la instalación de una Mesa de Diálogo Nacional Tripartita que permita acordar lineamientos estratégicos de largo plazo. Se trata de una invitación –y a la vez un desafío– para que el nuevo gobierno asuma el compromiso de un diálogo político estructural, más allá de medidas puntuales o respuestas de corto plazo. La agenda incluye, entre otros temas, políticas industriales, nuevas formas de empleo, la regulación del teletrabajo y el trabajo en plataformas digitales, la seguridad social, la redistribución del ingreso, la equidad de género, la justicia tributaria y la educación.

 

Uruguay está frente a una encrucijada. Como Alicia en el País de las Maravillas, se enfrenta a múltiples caminos posibles. Pero, a diferencia de la protagonista del libro de Lewis Carroll, no puede permitirse caminar sin rumbo. La transformación del mundo del trabajo, la crisis del orden global y la irrupción del capitalismo digital exigen decisiones estratégicas. El Congreso del PIT-CNT puede constituirse en una instancia para orientar colectivamente ese rumbo, proyectando una visión de país centrada en la justicia social, la soberanía democrática y la dignidad del trabajo.

Saber hacia dónde queremos ir es hoy la condición indispensable para no quedar atrapados en caminos impuestos o alienados de decisiones colectivas. La construcción de ese horizonte no será obra de un individuo aislado, sino de una potencia plural y organizada que asuma la tarea de pensar, diseñar y disputar el futuro.

Titulo original: URUGUAY, EL MUNDO DEL TRABAJO Y LOS CAMINOS POR VENIR. La encrucijada. Autor: Nicolás Marrero. Publicado el 2 de mayo de 2025 en el número 2058 de Brecha.

 

jueves, 1 de mayo de 2025

Louis Lingg, se despide.

 


¡Tribunal de Justicia! Con la misma ironía con la que ha considerado mis esfuerzos por lograr en esta «tierra libre de América» un sustento digno de la humanidad, ¿me concede ahora, tras condenarme a muerte, la libertad de pronunciar un discurso final?

Acepto su concesión; pero es sólo con el objeto de exponer la injusticia, las calumnias y los ultrajes que se han acumulado sobre mí.

Me habéis acusado de asesinato y me habéis condenado: ¿qué prueba habéis aportado para demostrar que soy culpable?

En primer lugar, ha traído a este tal Seliger para que testifique en mi contra. A él le ayudé a fabricar bombas, y usted ha demostrado además que, con la ayuda de otro, llevé esas bombas al número 58 de la avenida Clybourn, pero lo que no ha probado —ni siquiera con la ayuda de su soplón, Seliger, quien parece haber tenido un papel tan destacado en el asunto— es que alguna de esas bombas fuera llevada al mercado de heno.

También trajeron aquí a un par de químicos como especialistas, pero solo pudieron afirmar que el metal del que estaba hecha la bomba de Haymarket guardaba cierta similitud con las bombas mías, y el Sr. Ingham se ha esforzado en vano por negar que las bombas fueran muy diferentes. Tuvo que admitir que había una diferencia de media pulgada en sus diámetros, aunque ocultó que también había una diferencia de un cuarto de pulgada en el grosor del proyectil. Esta es la clase de evidencia con la que me han convencido.

Sin embargo, no es asesinato por lo que me han condenado. El juez lo ha declarado esta misma mañana en su resumen del caso, y Grinnell ha afirmado repetidamente que no se nos juzga por asesinato, sino por anarquía, así que la condena es: ¡que soy anarquista!

¿Qué es la anarquía? Este es un tema que mis camaradas han explicado con suficiente claridad, y no es necesario que lo repita. Les han dicho con suficiente claridad cuáles son nuestros objetivos. Sin embargo, el fiscal del estado no les ha proporcionado esa información. Se ha limitado a criticar y condenar, no las doctrinas de la anarquía, sino nuestros métodos para implementarlas, e incluso en este caso ha guardado un discreto silencio respecto a que esos métodos nos fueron impuestos por la brutalidad de la policía. El propio Grinnell propuso como solución a nuestros agravios la votación y la unión de sindicatos, ¡e Ingham incluso ha declarado la conveniencia de un movimiento de seis horas! Pero lo cierto es que en cada intento de ejercer la votación, en cada intento de aunar los esfuerzos de los trabajadores, han mostrado la brutal violencia del garrote policial, y por eso he recomendado la fuerza bruta para combatir la fuerza aún más bruta de la policía.

Me han acusado de despreciar la ley y el orden. ¿Qué significa su ley y orden? Sus representantes son la policía, y entre sus filas hay ladrones. Aquí está el capitán Schaack. Él mismo me ha confesado que me robaron el sombrero y los libros en su oficina, robados por policías. ¡Estos son sus defensores del derecho a la propiedad! Los detectives que me arrestaron, entraron a la fuerza en mi habitación como ladrones, con falsas excusas, dando el nombre de un carpintero, Lorenz, de la calle Burlington. Han jurado que estaba solo en mi habitación, cometiendo perjurio. No han citado a esta señora, la Sra. Klein, que estaba

presente, y podría haber jurado que los detectives antes mencionados entraron en mi habitación con falsas excusas y que sus testimonios son perjuros.

Pero vayamos más allá. En Schaack tenemos a un capitán de policía, y él también ha cometido perjurio. Ha jurado que admití haberlo asistido a la reunión del lunes por la noche, mientras que yo le informé claramente que estaba en una reunión de carpinteros en Zepf's Hall. Ha vuelto a jurar que le dije que también aprendí a fabricar bombas con el libro del señor Most. Eso también es perjurio.

Vayamos un paso más allá entre estos representantes de la ley y el orden. Grinnell y sus cómplices han permitido el perjurio, y afirmo que lo han hecho a sabiendas. Mi abogado ha presentado la prueba, y con mis propios ojos he visto a Grinnell señalar a Gilmer, ocho días antes de que compareciera, las personas contra las que debía jurar.

Mientras que yo, como ya he dicho, creo en la fuerza para ganarme la vida y la de mis compañeros, Grinnell, por otro lado, a través de su policía y otros sinvergüenzas, ha incitado al perjurio para asesinar a siete hombres, entre los que me encuentro. ¡Grinnell tuvo el lamentable valor, aquí en la sala, donde no pude defenderme, de llamarme cobarde! ¡El sinvergüenza! Un tipo que se ha aliado con un grupo de canallas a sueldo para llevarme a la horca. ¿Por qué? Sin ninguna razón terrenal, salvo un egoísmo despreciable, un deseo de "ascender en el mundo", de "ganar dinero", en verdad.

Este miserable —que, valiéndose de los perjurios de otros miserables, va a asesinar a siete hombres— ¡es el mismo que me llama «cobarde»! ¡Y aun así me culpas por despreciar a esos «defensores de la ley», a esos hipócritas indecibles!

Anarquía significa que no hay dominación ni autoridad de un hombre sobre otro, pero ustedes lo llaman «desorden». A un sistema que no propugna un «orden» que requiera los servicios de bribones y ladrones para defenderlo, lo llaman «desorden».

El propio juez se vio obligado a admitir que el fiscal no había podido relacionarme con el atentado. Sin embargo, este sabe cómo sortearlo. Me acusa de "conspirador". ¿Cómo lo demuestra? Simplemente declarando que la Asociación Internacional de los Trabajadores es una "conspiración". Yo era miembro de esa organización, así que tiene la acusación firmemente arraigada. ¡Excelente! ¡Nada es demasiado difícil para el ingenio de un fiscal!

No me corresponde repasar la relación que mantengo con mis compañeros de infortunio. Puedo decir con toda franqueza que no tengo tanta intimidad con mis compañeros de prisión como con el capitán Schaack.

La miseria universal, los estragos de la hiena capitalista, nos han unido en nuestra agitación, no como personas, sino como trabajadores de una misma causa. Tal es la «conspiración» de la que me han acusado.

Protesto contra la condena, contra la decisión del tribunal. No reconozco su ley, revuelta como está por los don nadie de siglos pasados, y no reconozco la decisión del tribunal. Mi propio abogado ha demostrado concluyentemente, a partir de las decisiones de tribunales igualmente superiores, que debe concederse un nuevo juicio. El fiscal del estado cita tres veces más decisiones de tribunales quizás incluso superiores para demostrar lo contrario, y estoy convencido de que si, en otro juicio, estas decisiones se sustentaran en veintiún volúmenes, aducirían cien para apoyar lo contrario, si son anarquistas los que han de ser juzgados. Y ni siquiera bajo una ley así —una ley que un escolar debe despreciar— ni siquiera con tales métodos han podido condenarnos «legalmente».

Además, han incitado al perjurio.

Les digo franca y abiertamente que estoy a favor de la fuerza. Ya le dije al capitán Schaack: «Si usan cañones contra nosotros, usaremos dinamita contra ellos». Repito que soy enemigo del «orden» actual y que, con todas mis fuerzas, mientras me quede aliento, lo combatiré. Declaro de nuevo, franca y abiertamente, que estoy a favor de usar la fuerza. Le dije al capitán Schaack, y lo mantengo, «Si nos cañonean, los dinamitaremos». ¡Se ríen! Quizás piensen: «No lanzarán más bombas»; pero les aseguro que muero feliz en la horca, tan seguro estoy de que los cientos y miles a quienes les he hablado recordarán mis palabras; y cuando nos hayan ahorcado, entonces —recuerden mis palabras— ¡ellos lanzarán las bombas! Con esta esperanza les digo: los desprecio. Desprecio su orden, sus leyes, su autoridad forzada. ¡Cuélguenme por ello!

 

Fuente: Louis Ling, Discurso ante la Corte, Discursos famosos de los anarquistas de Chicago (Chicago: 1912). Reimpreso en Dave Roediger y Franklin Rosemont, eds., Haymarket Scrapbook (Chicago: Charles H. Kerr Publishing Company, 1986), 46–47.