¿Hay
alguna manera de escapar de la espiral de demencia suicida que emana de la
senescencia de Occidente?, se plantea el filósofo y escritor italiano en esta
columna. La izquierda tal cual es es parte del problema, piensa.
Hace
unos días recibí la invitación de una asociación estadounidense para participar
en una convención que se celebrará en Chicago los días 5, 6 y 7 de abril. El
tema de la convención es «¿Existe una izquierda en el siglo XXI?». Respondí
rápidamente: «Por desgracia, mi salud es tan precaria que no puedo abordar el
viaje a Chicago. Así que no podré estar con ustedes en persona. Sin embargo,
escribiré un texto y lo publicaré antes de abril para que puedan leer mis
reflexiones si les interesa conocer mi opinión. Gracias por la invitación».
Francamente
(más allá de mi fragilidad física), no tengo ningún deseo de ir a Estados
Unidos, a ese país aterrador donde una mafia de racistas agresivos gobierna a
una población de individuos infelices que viven en una frenética competencia
por la supervivencia.
Sin
embargo, la cuestión que se debatirá en dicha convención es un buen punto de
partida para una reflexión muy necesaria sobre el futuro (o el no futuro) de la
subjetividad social en este siglo. Aquí está mi respuesta.
UNA PREGUNTA EQUIVOCADA
¿Existirá
la izquierda en el siglo XXI? Mi respuesta es: esta pregunta no me parece
interesante. El significado mismo de la palabra izquierda se ha perdido porque,
con la excepción quizás de algunos países como España, la mayoría de quienes
han formado parte de gobiernos de centroizquierda en los últimos 30 años han
traicionado completamente a la clase trabajadora y a la sociedad en general.
Además, el mundo en el que la palabra izquierda significaba algo ha
desaparecido.
En
Estados Unidos, en el Reino Unido y en la mayoría de los países europeos, la
izquierda ha sido la punta de lanza de la devastación neoliberal de la vida
social. La función de Tony Blair, Gerhard Schröder, François Hollande y los
demás socialdemócratas que gobernaron en los años noventa y en la primera
década del nuevo siglo fue devastar las condiciones de vida de la sociedad en
favor del lucro y la competitividad, privatizar los servicios públicos y
favorecer la transferencia de dinero de los trabajadores a los ricos. También
la política racista de rechazo a los inmigrantes ha sido concebida y diseñada
por políticos como el italiano Marco Minniti (excomunista, entonces ministro
del Interior en un gobierno de centroizquierda, arquitecto de la política de
deportación de los migrantes que inspira a Giorgia Meloni y a Donald Trump).
En
Estados Unidos, los gobiernos de Bill Clinton, Barack Obama y Joe Biden se han
alineado perfectamente con la política conservadora de agresión imperialista.
Como resultado, se puede decir que en todo Occidente la centroizquierda ha sido
responsable de la desilusión generalizada que llevó a muchos votantes a
abandonar la izquierda y a volcarse al nacional-liberalismo emergente que
finalmente culminó en la furia trumpista.
Los
nazilibertarios están restaurando un régimen esclavista y empujando a Occidente
hacia la agresividad nacional y la guerra. Pero la razón del ascenso de esta
ola ultrarreaccionaria reside en la traición de la autodenominada izquierda.
Por lo tanto, ¿por qué debería preocuparme por el destino de una clase política
que, autodenominándose de izquierda, ha seguido las mismas políticas de la
derecha?
La
pregunta interesante hoy no es si existe una izquierda en nuestro futuro. La
pregunta interesante es si nuestra existencia social encontrará o no una manera
de escapar de la agresión en curso y del retorno de la esclavitud, del terror
social, de la militarización y de la guerra. ¿Encontrará la vida social una vía
para la subjetivación social? ¿Surgirá un movimiento (consciente, colectivo y
solidario) en el contexto actual de competencia, depresión, pánico y
deserotización de la vida social? Esta es la interesante pregunta que intento
contestar.
PÁNICO
Una
ola psicótica recorre la sociedad occidental: la causa de la psicosis de pánico
masiva es una especie de colapso senil de la mente occidental.
¿Qué
es el pánico? En el último capítulo de ¿Qué es la filosofía?, Gilles Deleuze y
Félix Guattari reflexionan sobre el envejecimiento y hablan de la senescencia
en términos de la relación entre el orden y el caos: «Un poco de orden para
protegernos del caos. Nada es más angustioso que un pensamiento que se escapa a
sí mismo, que las ideas que se escapan, que desaparecen apenas formadas, ya
erosionadas por el olvido o precipitadas en otras que ya no dominamos […]
infinitas variabilidades, cuya aparición y desaparición coinciden».
Caos
se define aquí en términos de velocidad, de aceleración de la infoesfera en
contraposición a los ritmos lentos de la razón y la mente emocional. Cuando las
cosas empiezan a fluir tan rápido que el cerebro humano se vuelve incapaz de
elaborar el significado de la información, debido al caos, entramos en el
estado de pánico. Pánico es la incapacidad de tomar decisiones porque lo que
sucede a nuestro alrededor es demasiado rápido, demasiado complejo y, por lo
tanto, indecidible.
El
pánico explica el comportamiento actual de la Unión Europea (UE), inconsistente
hasta el punto de la demencia. Para complacer al amo estadounidense (Biden),
hace tres años los líderes europeos decidieron empujar al pueblo ucraniano a la
guerra contra Rusia. Rompieron el vínculo económico con Rusia y se pusieron en
modo belicista, apoyando y armando el nacionalismo ucraniano. Fue una decisión
suicida porque el propósito de Biden era romper la relación económica entre
Europa y Rusia y derrotar a Alemania. Alemania ha sido derrotada, Ucrania ha
sido destrozada. Europa ha sido empujada al borde del abismo.
Luego,
el amo estadounidense (Trump) traicionó la causa ucraniana y abandonó a los
europeos a su suerte. Millones de personas han abandonado Ucrania, innumerables
jóvenes han muerto en las trincheras del Donbás. Los ucranianos están
derrotados, empobrecidos y humillados. Los europeos se encuentran en una
trampa. Tras caer en una crisis de pánico, Emmanuel Macron, Keir Starmer,
Friedrich Merz y Ursula von der Leyen decidieron hacer algo inútil, peligroso,
destructivo y autolesivo: una enorme inversión de dinero para el rearme del
continente.
¿Qué
hacer en una situación de pánico? Mi sugerencia es que no se tomen decisiones,
que no hay que centrarse en el torrente de información, sino que hay que
respirar hondo y renunciar a la acción. Los líderes europeos, por el contrario,
decidieron lanzar un plan masivo de rearme y reconversión militar de la
industria automotriz.
¿Se
quedarán los rusos de brazos cruzados mientras los europeos se arman hasta los
dientes o Vladímir Putin decidirá atacar Europa antes de que esté lista para la
guerra? La rusofobia generalizada de los líderes europeos corre el riesgo de
convertirse en una profecía autocumplida. Mientras los europeos se apresuran a
tomar las armas por temor a la agresividad rusa, tengo miedo de que los rusos
no se queden esperando perezosamente el rearme completo de los europeos.
DEPRESIÓN
Según
los psiquiatras, la depresión es la patología predominante de la generación que
aprendió más palabras de una máquina que de la voz de su madre. La depresión es
desagradable, es dolorosa; bueno, la depresión es depresiva. Así que harías
casi cualquier cosa para liberarte de sus garras. Resulta que la movilización
agresiva de energías mentales puede ser una terapia para la depresión.
Hitler
lo sabía. A los alemanes deprimidos, humillados tras la Primera Guerra Mundial,
les dijo: «No se consideren trabajadores derrotados, considérense guerreros. No
se consideren humillados. Considérense humilladores». Él ganó las elecciones y
los alemanes arrastraron a Europa a la pesadilla de la Segunda Guerra Mundial.
La
autoidentificación agresiva, la movilización nacionalista y el patriotismo
actúan como una terapia de anfetaminas para la mente deprimida. Esta terapia
funciona por un tiempo. Luego, se cae en tragedias abismales. Por eso la ola
psicótica de la senescente cultura occidental converge con las decisiones políticas
de una parte importante de la nueva generación.
Como
pueden ver, la pregunta interesante no es si existirá la izquierda en el siglo
XXI, sino cómo escapar de la reacción del ciclo pánicodepresivo que estalló
abruptamente en 2025.
¿Es
posible iniciar un proceso de subjetivación consciente y autonomía social?
DESERCIÓN MASIVA
Mis
viejos amigos pacifistas expresan su consternación porque no hay movilización
política contra el rearme de la UE ni manifestaciones masivas contra la
creciente militarización de la economía y del discurso público.
Entiendo
su consternación, pero sé que, desde el 15 de febrero de 2003, tras la enorme
movilización mundial contra la guerra de Irak, el movimiento pacifista se ha
disuelto. En aquella ocasión el pacifismo no pudo detener la guerra y hoy
cuesta creer que las manifestaciones y las protestas sean útiles para frenar el
frenesí.
La
locura de los belicistas europeos no tiene su raíz en una estrategia política,
sino en el colapso mental de la cultura occidental, incapaz de afrontar su
propio declive irreversible. Y (obviamente) tiene su raíz en los intereses del
complejo militar industrial.
Lo
que necesitamos es mucho más que manifestaciones y protestas. Lo que la vida
social necesita es una forma de escapar de la militarización de la sociedad
europea. Lo que se necesita es una ola masiva de deserciones. Deserción de la
guerra, pero también deserción de la economía de guerra y de la obsesión
nacionalista.
OBSESIÓN
El
año 2025 marca un antes y un después. En el siglo pasado, el marco de la
subjetivación social era la lucha de clases: el internacionalismo y la
solidaridad obrera contra la explotación. Ya no. El marco ha cambiado porque la
conciencia social se ha hiperfragmentado, el tiempo social se ha celularizado y
el semiocapital ha transformado el proceso de producción en una recombinación
de fractales vivos. La solidaridad se ha borrado de la vida social debido a la
precarización del trabajo.
La
precariedad, el aislamiento y la soledad han desatado una ola de angustia
mental y de disforia. La subjetivación social ha pasado del ámbito del
conflicto social al de la sicobiopolítica. A nivel global, la identificación
biológica (racial, étnica, nacional) ha sustituido la solidaridad social. La
pertenencia ha sustituido la conciencia. La ferocidad y la lucha por la vida
han sustituido el conflicto para la redistribución de la riqueza social. En
consecuencia, la supervivencia y el genocidio son los puntos cardinales del
nuevo mapa biopolítico.
CONCIENCIA Y SICOSIS
La
conciencia (conciencia de sí mismo y del otro) está criminalizada: woke es la
palabra clave de esta criminalización. Estar despierto (consciente) significa
ser débil: la generación que algunos sociólogos llaman generación del copo de
nieve [en el mundo hispano es más usual el término generación de cristal] es
tan frágil porque los jóvenes asumen la responsabilidad de la colonización
blanca y piensan en la sexualidad en términos de elección y no en términos de
la supremacía natural del hombre.
Si
quieres ser fuerte, olvídate de la conciencia, confía en Trump y en el dinero.
Si quieres ser fuerte, olvídate del pensamiento y cree (en Dios, en la nación,
en la supremacía blanca, en la civilización superior de Occidente).
En
1919, Sándor Ferenczi dijo que el sicoanálisis era incapaz de tratar la sicosis
de masas. La política también. Todo el mundo sabe lo que sucedió en Europa
después de 1919. Un siglo después, estamos en el mismo punto. Ahora surge una
pregunta: ¿es invencible el reino de Trump? No lo creo. Creo que los monstruos
no van a triunfar para siempre porque en todo el mundo han puesto en marcha un
proceso de desintegración general: la desintegración del Estado, la
desintegración de la civilización social, la desintegración del medioambiente.
El
orden occidental se está desmoronando y se derrumbará. La cuestión que tenemos
que investigar es la siguiente: ¿puede surgir una subjetividad colectiva y
solidaria desde las ruinas de la civilización?
DESINTEGRACIÓN
Desintegración
del mapa geopolítico, del sistema social y del cerebro senil de Occidente. La
integración económica del Sur (BRICS) es un peligro para el senil mundo
occidental. La inminente crisis del dólar como centro del sistema financiero
global y el declive demográfico del hemisferio norte han empujado a Estados
Unidos a abandonar el proyecto de globalización que fue el eje estratégico de
los últimos 30 años (el llamado Imperio). Ahora apuesta todo a la alianza con
Rusia por la supremacía blanca.
El
trumputinismo es el proyecto de restauración del supremacismo blanco, la
división hipercolonialista del mundo en zonas de influencia, la liquidación de
la democracia liberal y el inicio de un proceso de devastación extractiva de
los recursos del planeta.
Genocidio,
deportación y detención de la población migrante, esclavitud masiva,
destrucción definitiva del medioambiente: todo esto ocurrirá bajo la hegemonía
de Trump y Putin.
¿Funcionará
este proyecto? ¿Controlará la mafia depredadora los flujos caóticos de terror,
sufrimiento y guerra que implica la desintegración en curso?
Desmoronamiento
del orden, colapso inminente del medioambiente y de la economía. Trauma: este
es el panorama del siglo.
TRAUMA
En
la densa red de la obsesión, es posible percibir las señales de un colapso
inminente, un trauma del futuro. El trauma suele estar vinculado a una
experiencia pasada de pérdida o violencia. Ahora, por primera vez, nos
enfrentamos a un trauma inverso: el trauma del colapso inminente e inevitable
que atormenta la mente y el cuerpo de los jóvenes de todo el mundo.
La
generación disfórica, que ha crecido en un estado de aislamiento físico y
parálisis emocional, está traumatizada por la indescriptible percepción de una
catástrofe inminente. Saben que el planeta es cada vez más incompatible con la
vida humana. Sienten que los adultos se han vuelto incapaces de evitar el
catastrófico cambio climático. Sufren su condición de soledad y son cada vez
más incapaces de gestionar su propio cuerpo sexual. Finalmente, se ven
abrumados por la intensificación de la estimulación infoneural. La generación
del copo de nieve está traumatizada por algo que aún no ha sucedido, pero que
se percibe como inminente, y un proceso de subjetivación solo puede basarse en
esta experiencia común del trauma futuro. El desenlace de todo ha provocado un
trauma que es el punto de partida del siguiente proceso de subjetivación.
¿Cómo
construir un sujeto activo y consciente a partir de un trauma?
¿Hay
alguna manera de escapar de la espiral de demencia suicida que emana de la
senescencia de Occidente?
Esta
es la pregunta que necesita respuesta.
Titulo
Original: “UNA IZQUIERDA EN VÍAS DE DESINTEGRACIÓN. La pregunta”. Autor: Franco
Bifo Berardi, 16 abril, 2025. Edición de Brecha
numero 2056
*
Franco Bifo Berardi es filósofo y escritor italiano con fuerte participación en
los movimientos sociales europeos en décadas pasadas. Su último libro editado
en español es Últimos fulgores de la modernidad. Trabajo, técnica y movimiento
en el laboratorio de Potere Operaio, Madrid, Traficantes de Sueños, 2024. Este
artículo fue enviado por Berardi para Brecha.