lunes, 30 de diciembre de 2024

¿ Feliz año nuevo?

 

El Programa de Datos sobre Conflictos de la Universidad de Uppsala consignó que en 2023 existían al menos 59 conflictos entre Estados, la cifra más alta desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Y la tendencia es al empeoramiento. También, la proporción de víctimas civiles es creciente y lo que nosotros llamamos víctimas de genocidio o limpieza étnica, sean palestinos, armenios, sudaneses, uigures y tantos otros más, se suman a las víctimas de las migraciones provocadas por conflictos, fanatismo, cambio climático o miseria.

Mark Rutte, el nuevo secretario general de la OTAN, en su discurso del 12 de diciembre afirmó que «es hora de pasar a un estado de ánimo de guerra». Llamó a los gobiernos a gastar más, a organizar la economía para multiplicar la fabricación de armamentos, porque es la única forma de «proteger nuestro estilo de vida». Su objetivo es llevar el gasto militar a los niveles de la Guerra Fría: un 3 por ciento del PBI. Les dice a los pueblos de Europa: «Llamo a vuestro apoyo. La acción es urgente, los políticos deben oír sus voces. Digan a sus gobiernos que están dispuestos a hacer sacrificios hoy para estar en seguridad mañana; que gasten mucho más en defensa para continuar viviendo en paz». Rutte les pide que renuncien a sus conquistas sociales para concentrar las fuerzas en el armamentismo, es decir, que renuncien a su estilo de vida «para salvar su estilo de vida». Lo hace apelando al miedo a Rusia.

Las dos guerras mundiales que marcaron el siglo XX tuvieron como protagonistas a Alemania y a Francia. La necesidad de superar las raíces de sus conflictos dio origen a la Comunidad Europea y fin al eterno conflicto entre esos dos países, porque lograron mejorar la calidad de vida de sus pueblos. Rutte llama a destruir ese principio. Ni siquiera sugiere buscar otras formas de evitar el conflicto. Llama a financiar la industria bélica con los fondos de pensiones, bajar los servicios sanitarios y disminuir la seguridad ciudadana. No ve otra salida. Rutte pregona «la paz por la fuerza», doctrina expresada por Trump.

¿Somos incapaces de encontrar otro camino que no sea organizar la muerte para resolver conflictos? El 30 de julio de 1932 Albert Einstein decidió escribirle a Sigmund Freud y le preguntó: «¿Existe algún medio que permita al hombre liberarse de las amenazas de la guerra?». Los dos sabios comenzaron un intercambio epistolar memorable en el que reflexionaron sobre las causas de la guerra y las soluciones posibles. Ambos reconocieron que la guerra está arraigada en la naturaleza humana. Einstein planteó la necesidad de entender las raíces del odio y la capacidad destructiva de nuestra especie, Freud respondió que la violencia es una respuesta natural a los conflictos y los intereses humanos, y afirmó que la solución vendría si la humanidad lograba manejar sus instintos primarios, eros (vida) y tánatos (muerte). Ambos se mostraron escépticos sobre la eficacia de las soluciones políticas tradicionales y expresaron dudas sobre el papel del derecho y las instituciones en la regulación de conflictos, considerando que estas eran insuficientes para contrarrestar nuestro instinto destructivo. Einstein creía en la existencia de un «apetito político del poder» impulsado por intereses económicos y por quienes se beneficiaban de la fabricación y venta de armas, y cuestionó cómo una pequeña élite podía dominar la voluntad de las masas, que eran quienes sufrían las consecuencias de los conflictos bélicos. Sugirió que una posible solución era crear un cuerpo legislativo y judicial internacional que pudiera arbitrar conflictos entre naciones. Sin embargo, reconoció que esto requeriría que los Estados renunciaran a parte de su soberanía, lo cual era poco probable dado el deseo humano por el poder. Freud coincidió en que había un instinto destructivo inherente al ser humano, que podía ser canalizado y controlado a través de estructuras sociales y legales adecuadas, aunque siempre existirían tensiones en las relaciones humanas. Ninguno de los dos se mostró particularmente optimista.

Cinco años después estallaba la Segunda Guerra Mundial. La humanidad puso en práctica algunas de las instituciones que sugerían Freud y Einstein, que dieron lugar a la Organización de las Naciones Unidas. Hoy somos testigos de un profundo debilitamiento del sistema. Las preguntas de ambos siguen vigentes, pero sabemos también que existe un deseo humano y profundo de paz, seguridad y solidaridad. ¿Podrá ayudarnos el desarrollo de las ciencias del cerebro? En casi todas las grandes y pequeñas narrativas que le dan forma a nuestra manera de ver el mundo hay una fuerte bipolaridad, reflejo tal vez del eterno conflicto en que vivimos. La cosmovisión más difundida de todos los tiempos afirma que vivimos inmersos en una lucha permanente entre el bien y el mal. Mitos, leyendas y religiones cuentan de miles de maneras esa misma historia. Dios y el diablo, el pecado y la virtud, Eros y Tánatos. Las religiones politeístas también plantean un desafío bipolar: la lucha pasa dentro de uno mismo, entre las emociones y la espiritualidad.

El órgano de nuestra bipolaridad es el cerebro, que es relativamente simétrico, pero no como las dos partes de una naranja, sino como dos partes fuertemente conectadas pero diferentes en cuanto a sus funciones y capacidades. No se trata de un hemisferio para el bien y otro para el mal. Se trata de un todo, resultado de la supervivencia, perfeccionado por la supervivencia y dedicado a la supervivencia. Fueron miles de siglos en que algunas características biológicas útiles para vivir y reproducirse se transmitieron de generación en generación, y, en el caso de nuestra especie, con el desarrollo del lenguaje, con experiencias y narrativas transmisibles, con la cultura.

El pensamiento bipolar es fruto de la selección natural. Sobreviven más aquellos que pueden tomar una decisión rápida. Frente al león en la puerta de la caverna, quien se queda pensando en todas las hipótesis de acción posibles tiene menos chances que aquel que decide salir corriendo o enfrentar a la fiera. Pero la evolución de las civilizaciones nos enfrenta a situaciones mucho más complejas. Tenemos los medios para pensar en situaciones que no se resuelven con blanco o negro, vida o muerte.

La capacidad de pensar en sistemas complejos no le ha llegado al secretario general de la OTAN, que sigue pensando como el hombre de las cavernas. Un buen llamado a los pueblos no es el de los sacrificios para producir armas, sino el de más esfuerzo por justicia, solidaridad y paz.

Titulo original: LA DOCTRINA DE LA PAZ POR LA FUERZA ¿Feliz Año Nuevo?. Autor: Leo Harari. Publicado en Brecha del 26 diciembre, 2024


viernes, 6 de diciembre de 2024

Los retos de la izquierda en el mundo del trabajo

 

Individuo, empresa, productividad y empleo han sido los pilares del modelo laboral del gobierno actual. Un relato que, con base en estos fundamentos, decía que se comprometía con los intereses de los trabajadores terminó por responder a las contradicciones del capitalismo inclinándose por defender los intereses empresariales. En el marco de los consejos de salarios, el gobierno actual acompañó la posición de los empresarios en la gran mayoría de las votaciones; en el proyecto de ley para regular el trabajo a través de plataformas digitales, la propuesta dejó en manos de la empresa la elección del tipo de contratación, aunque en los hechos encubra verdaderas relaciones de dependencia; en la controvertida Ley de Urgente Consideración se planteó una limitación al derecho de huelga. Podríamos extendernos en los ejemplos, que abundan.

Esta consolidación del desequilibrio de poder a favor de los empresarios debería cambiar en el futuro cercano, o al menos es lo que promete el Frente Amplio (FA) en sus bases programáticas. Ahora bien, convertir esta promesa en acción supone un gran desafío, especialmente en un contexto de transformaciones que están redelineando el mundo del trabajo.

La cadencia acelerada del avance tecnológico va dejando su huella en distintos ámbitos y, como era de esperarse, el laboral no es la excepción. El impacto es innegable: nuevos paradigmas productivos, formas de organización del trabajo que suman al espacio físico de la empresa uno virtual, un control permanente sobre el esfuerzo de los trabajadores y un límite difuso entre tiempo de trabajo y tiempo libre son solo algunos de los aspectos que sobresalen. Este vertiginoso escenario muestra una enorme contradicción: si bien los trabajadores están cada vez más disponibles (dentro y fuera del espacio laboral), son prescindibles y las condiciones de trabajo no mejoran.

En la búsqueda de soluciones para hacer frente a esta situación ha resucitado en el debate público la expresión flexibilidad laboral. Aparece esta vez, como lo ha hecho otras tantas veces, como un recurso para persuadir acerca de la necesidad de salir de la rígida regulación laboral, que es la que estaría entorpeciendo la adaptación a las nuevas formas de trabajo y la demanda de tiempo libre de los trabajadores. ¿Será esta la herramienta que nos permitirá enfrentar la nueva realidad económica y alcanzar nuestra propia autonomía?

En la forma en que se ha utilizado en este último tiempo, la flexibilidad gravita en torno a dos ideas centrales: la desregulación y la individualización.

Por un lado, la propuesta es la remoción de algunos límites contenidos en la legislación del trabajo como una vía para brindar más libertad a los trabajadores para moldear su vida, a la vez que favorece una mayor adaptabilidad de la empresa a los cambios económicos y tecnológicos. Por otro lado, la individualización de las relaciones laborales resalta la necesidad de adaptar las condiciones de trabajo a las circunstancias particulares de cada trabajador. Este enfoque privilegia acuerdos personalizados con horarios flexibles, remuneraciones variables, etcétera.

 

Suena bien, ¿no? Ahora bajemos a la realidad.

 

De partida, hablar de flexibilidad laboral como si fuera un concepto único, claro y con contornos precisos es una ilusión. Se trata de una idea confusa que no está alejada de los intereses económicos, políticos e ideológicos de quien la utilice, por ello, para algunos tiene una carga positiva porque aumenta la productividad de la empresa, mientras que para otros despierta rechazo o al menos una sospecha, ya que su implementación puede dejar a los trabajadores en peores condiciones.

A los trabajadores se les pide que estén abiertos al cambio, que dependan cada vez menos de las protecciones normativas y más de su propio poder de negociación. El problema es que esto parte de un supuesto cuestionable: que trabajadores y empleadores se encuentran en igualdad de condiciones para negociar los términos y los aspectos esenciales de la relación laboral, y la realidad evidencia que esta igualdad es ficticia.

Las empresas, dotadas de mayores recursos, información y poder, cuentan con una posición estructuralmente más fuerte frente a los trabajadores, quienes enfrentan riesgos más significativos, como la pérdida de ingresos y la estabilidad laboral. En este contexto, la dependencia de los trabajadores respecto a su capacidad de negociación individual los expone a situaciones de vulnerabilidad, sobre todo en ausencia de mecanismos colectivos sólidos que equilibren esta asimetría.

El auge del capitalismo y las ideologías vinculadas con el neoliberalismo ponen su foco en el poder individual, lo que esconde una defensa de ciertos intereses inconfesos de reducir la participación colectiva y el ejercicio de medidas de acción, especialmente la huelga. Algo de lo que ha pasado en estos últimos años. Pero, además, la regulación laboral en nuestro país no se caracteriza por ser especialmente rígida. En términos generales, existe discrecionalidad para elegir la modalidad de contratación: indefinida, a plazo cierto (contrato a prueba, a término) y a plazo incierto (por temporada, por obra, eventual). También aparecen en la práctica una multiplicidad de contratos atípicos con ventajas –especialmente– para los empleadores. Se permite la modificación unilateral del contrato de trabajo por la vía del denominado ius variandi, incluso se permite la modificación de aspectos sin acuerdo del trabajador, bajo ciertas circunstancias y a condición de que no exista menoscabo.

El despido es libre si se paga una indemnización. Se puede poner fin al contrato de trabajo sin preaviso, sin invocar causal, y no existe la figura del despido colectivo, como sí hay en otros países, por lo que el empleador puede despedir a cualquier número de trabajadores sin requisitos adicionales. ¿Cómo se explica, entonces, la afirmación sobre la «rigidez» de nuestro sistema y la exigencia de más flexibilidad? Que la aparición en el debate sobre el futuro del trabajo nos lleve a preguntarnos: ¿flexibilidad para qué o para quiénes? ¿Se trata de una exigencia impuesta por los cambios económicos y tecnológicos o por una necesidad de lucro?

Richard Sennett da pistas para responder a estas interrogantes al señalar que, «en la actualidad, el término flexibilidad se usa para suavizar la opresión que ejerce el capitalismo», lo que sugiere que esta solución, lejos de adaptarse a las necesidades de los trabajadores, permite a las empresas ajustar las condiciones laborales sin garantizar estabilidad ni protección.

Alguien podría pensar que, aun así, pueden existir ámbitos que requieran la adaptación de la forma de trabajo o de la mano de obra, y eso es cierto. En este supuesto, la negociación colectiva podría ser el camino. Pero esta idea de flexibilidad de las relaciones de trabajo que aparece –y lo seguirá haciendo– como una solución magistral a todos los avatares de la vida laboral no lo es, al menos no en la forma en que se propone.

Entonces, ¿cómo lograr que los avances en el mundo laboral no impliquen un retroceso en las condiciones de los trabajadores?

Cualquier propuesta política de adaptabilidad debe venir acompañada de garantías sólidas de protección. En este contexto, resulta imprescindible atender tres aspectos clave. Primero, avanzar hacia la reducción de la jornada de trabajo (la propuesta en este sentido es reducir la jornada semanal a 40 horas). Segundo, implementar un mecanismo especial de tutela efectiva de derechos tales como la privacidad, la libertad de expresión, la integridad física y la psíquica, que resultan cada vez más vulnerados. Uruguay carece de herramientas adecuadas para que los trabajadores puedan exigir su reparación. Tercero, es crucial revisar el marco legal regulatorio del despido y avanzar del despido libre hacia un sistema basado en causales que garantice mayor estabilidad.

En definitiva, cumplir con la promesa de hacer del trabajo «una prioridad» supone construir un modelo laboral que ponga a los trabajadores y su protección en el centro, eso es lo que se espera de la izquierda.

Titulo original: LOS RETOS PARA LA IZQUIERDA EN EL MUNDO DEL TRABAJO De la mano invisible a la protección visible. Autor: Andrea Rodríguez Yaben. Publicado en Brecha número 2036 del 28 noviembre, 2024

domingo, 13 de octubre de 2024

¡ A ti se refiere la historia!

 


“Lo que he de investigar en esta obra es el modo de producción capitalista y las relaciones de producción e intercambio a él correspondientes. La sede clásica de ese modo de producción es, hasta hoy, Inglaterra. Es éste el motivo por el cual, al desarrollar mi teoría, me sirvo de ese país como principal fuente de ejemplos. Pero si el lector alemán se encogiera farisaicamente de hombros ante la situación de los trabajadores industriales o agrícolas ingleses, o si se consolara con la idea optimista de que en Alemania las cosas distan aún de haberse deteriorado tanto, me vería obligado a advertirle:

De te fabula narratur! [¡A ti se refiere la historia!]”

(Marx, 1867, Prólogo a la primera edición alemana)

Con esta advertencia, Marx prologa la primera edición alemana de El Capital, haciendo referencia al alcance universal que plantea la génesis, consolidación y desarrollo de los procesos de sociabilidad burguesa basados en un determinado modo de producción, el modo de producción capitalista.

En El Capital, se exponen los elementos centrales de una teoría que concibe la constitución del ser social a partir de la actividad del trabajo como fundante de los procesos de sociabilidad más amplios. El trabajo entendido como protoforma de toda praxis social. Es a través de la praxis que el hombre se objetiva y a partir de dicha actividad se crea una diferenciación ontológica entre el sujeto, portador del objeto en una esfera / dimensión ideal y el objeto creado en el proceso de objetivación. La objetivación de una determinada práctica, genera nuevas necesidades y determinaciones que desencadenan nuevas finalidades y por lo tanto nuevas objetivaciones. Es la praxis humana la que se presenta como una unidad sintética y contradictoria de la tridimensionalidad del tiempo; es decir, síntesis de pasado, presente y futuro.

Marx con ello, realiza una crítica superadora (superación entendida como negación pero conservación en una forma superior) de la herencia filosófica de la tradición idealista de Hegel y materialista de Feuerbach, cuyo punto de inflexión la había procesado ya por 1843-1845. Pero este elemento por si sólo significaba un momento general y abstracto. Fue el análisis y la crítica de los autores clásicos de la economía política los que permitieron descubrir la prioridad ontológica que poseen las determinaciones económicas – políticas, en la explicación del devenir concreto (como síntesis de múltiples determinaciones) de una dinámica socio/histórica en particular. Pero su teoría estaría inconclusa sin el aporte tomado de los socialistas utópicos, fervientes expositores de la necesidad de transformación de la sociedad burguesa. Es en la crítica del utopismo, que su pensamiento se presenta como la antítesis del “voluntarismo” y del “fatalismo”. Marx reafirma la concepción de que la sociedad burguesa es un producto socio/histórico concreto, colocando en el centro a los seres humanos como seres onto/creadores. Es así que al polemizar con Proudhon en la Miseria de la filosofía (1847) ya hacía referencia a la necesidad de profundizar en el hombre concreto, en cada proceso social, reconociendo sus necesidades, sus formas de organización social, los modos de producción y reproducción, sus formas de ser y pensar. Comprender las relaciones que se establecen entre los seres humanos a partir de determinadas relaciones concretas de producción significa reproducir intelectualmente, la perspectiva de la realidad como una totalidad histórico- concreta y la historia de los seres humanos como autores y actores de su propio drama.

El Capital no significaba para su autor una obra cerrada o acabada. Tampoco era expresión de un momento de inspiración. En esta obra se expone la nueva fase del proceso de investigación y análisis que comenzó en 1843-44, tuvo un punto de inflexión importantísimo en 1859 con el Prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política, comenzando a transitar hacia su momento de madurez, que se objetiva en esta obra y continua hasta su muerte.

La segunda mitad del siglo XIX, constituye un momento de expansión del proceso de producción capitalista de mercancías, en que la fuerza de trabajo se vuelve, ella misma, una mercancía más. El mercado se presenta como la forma específica de sociabilidad que muestra y esconde al mismo tiempo la unidad orgánica de la totalidad constituida por la producción, distribución, circulación y consumo. La mercancía es la célula económica capaz de mostrar la anatomía de la sociedad burguesa, en tanto como forma social específica de producción de la riqueza, contiene al mismo tiempo, trabajo concreto y trabajo abstracto, valor de uso y valor de cambio.

Según Marx, no constituye esto una mera minucia o sutileza declarada por el Profano. Con la abstracción del valor de uso, de las propiedades particulares de cada producto, se desvanecen todas las cualidades del proceso de trabajo específico y las determinaciones particulares productivas del trabajo, reduciendo los procesos de trabajo a trabajo humano indiferenciado, a trabajo abstractamente humano.

Es en el mercado que se desarrollan las relaciones cuantitativas en las que las mercancías se intercambian, unas por otras. El valor aparece como contingente, relativo e intrínseco. Sobre esta apariencia emerge lo misterioso de la forma mercantil. Las formas sociales del producto del trabajo humano emergen como reflejo ante la mirada de los seres humanos, con características objetivas, intrínsecas, naturales, propia de cada cosa. Las relaciones sociales se presentan al margen de las relaciones entre productores. El fetichismo se expande a todas las formas de la relaciones sociales y es sintetizado por Marx en la frase: Quid pro quo (tomar una cosa por otra).

A lo largo de esta obra , Marx expuso la esencia del proceso de valorización del capital basada en la propiedad privada de los medios de producción, en una división social del trabajo que fragmenta el hacer del pensar, en la explotación cada vez más extensiva e intensiva del trabajo asalariado, en la acentuación de las contradicciones de clase y la emergencia recurrente de las crisis como amenazas constantes y oportunidades para sostener la ley general de acumulación capitalista, según la cual, la producción de la riqueza social implica al mismo tiempo la reproducción de la pobreza.

El metabolismo de reproducción de las contradicciones sociales gestan las condiciones de posibilidad para su superación. El modo particular de explotación del trabajo en la sociedad burguesa generando procesos de des-socialización crecientes, multiplica y agudiza las contradicciones y conflictos de clase.

Marx nos advierte: lo que aquí se trata como objeto de análisis y reflexión, es nuestra propia historia. Esta realidad no nos es ajena como trabajadores organizados y no podemos establecer con esta obra un punto de vista puramente teórico. La teoría social propuesta está directamente vinculada a la búsqueda de leyes tendenciales que explican la esencia del proceso de producción y reproducción de las relaciones sociales en la sociedad burguesa, para contribuir a la construcción de un proyecto de transformación social revolucionario.

En la contemporaneidad, la nueva configuración de la clase trabajadora (más heterogénea, compleja y fragmentada) desde el punto de vista objetivo como subjetivo por las transformaciones ideológico/políticas que ha significado el avance del capital con su proyecto neoliberal y neoconservador, la derrota del régimen soviético y las insuficiencias del reformismo social/democrático, no puede ceder ante la prédica del fin de la historia y la perpetuación eterna de la sociedad capitalista.

La actual coyuntura, por sí misma, no significa la eliminación de las posibilidades de transformación de las relaciones sociales en la que nos encontramos los trabajadores, la disminución de nuestras capacidades de lucha, ni nos priva de las posibilidades de triunfar.

Para Marx, la lucha de la clase trabajadora, como sujeto histórico revolucionario, es una lucha con sentido emancipatorio, cuyas posibilidades objetivas deben ser forjadas en el aprovechamiento de las situaciones de crisis. Crisis que en la contemporaneidad son cada vez más recurrentes e invaden todas las esferas de la vida social: crisis ecológica, crisis socio-económica, crisis política, crisis simbólica y de sentido.

El movimiento obrero organizado tiene el desafío de afrontar el conjunto de las crisis dando unidad a todos los desafíos que ponen en riesgo la propia sociedad al arrastrarla hacia la barbarie dentro del actual padrón producción social. No es posible, desde la perspectiva teórica fundada por Marx, tener un posicionamiento derrotista ni de resignación. El desafío es la reconstrucción del movimiento obrero revolucionario, la discusión de su proyecto emancipatorio, su reconfiguración como sujeto político y la redefinición de la estrategia a desarrollar.

Las conquistas de los derechos económicos, políticos y sociales dentro de los límites de la sociabilidad burguesa han estado signados por la conquista democrática de los trabajadores que se han organizado en el marco del movimiento sindical como en las distintas expresiones político/partidarias. Ambos instrumentos (sindicatos y partidos) son centrales en el proceso de construcción de un proyecto revolucionario transformador, que busque confrontar el vaciamiento político que la propia dinámica del capitalismo engendra e intencionalmente promueve como forma de silenciamiento de los de abajo, generación de impotencia, apatía, e indiferencia.

No hay resistencia en la indiferencia. Especialmente los trabajadores a través de nuestras organizaciones de clase, debemos reapropiarnos del proceso de socialización de la política que el propio capitalismo generó en su proceso de expansión a fines del siglo XIX y XX.

Hoy, la ofensiva del capital profundiza el proceso de mercantilización y fetichización de la vida social en su conjunto, y se acompaña de la renovación del pensamiento neoconservador que promueve la acción política como una acción de élites dirigentes/intelectuales. A lo sumo, en el mejor de los casos presenta las distintas esferas de la vida social como esferas segmentadas y fragmentadas, como objeto de luchas parciales. La resistencia debe ser construida en la unidad de la clase trabajadora más allá de las divergencias político/partidarias. Unidad de la diversidad de tendencias, purgando los vicios y las prácticas de partidización y dominación en el marco de aparatos.

En aquella advertencia de Marx a los obreros alemanes, encontramos la síntesis del compromiso para la unidad y la lucha. Recuerda: ¡A ti se refiere la historia!

A modo de síntesis, transcribimos uno párrafos de la carta por un obrero, a propósito del significado que tuvo El Capital.

"Al Doctor Karl Marx, en Londres:

Señor:

Permítame, se lo ruego, que a pesar de que usted no me conozca, le rinda homenaje por los méritos inapreciables que ha adquirido con sus investigaciones. La ciencia y, sobre todo, la clase obrera le deben su agradecimiento. Desde mi juventud, a pesar de que entonces sospechaba más que comprendía la rica sustancia de sus escritos, fui cautivado por ellos y no cesaba de leerlos y releerlos hasta que se me presentaban con suficiente claridad. El entusiasmo que me produjo el estudio de su obra publicada en Hamburgo me ha llevado a la inmodestia, quizás inoportuna, de presentarle mi reconocimiento, mi respeto y mi gratitud.

[…]

En su obra explica usted por primera vez, de manera clara, irrefutable y científica, lo que a partir de ahora constituirá la tendencia consciente de la evolución: someter a la conciencia humana el proceso de producción social, el cual hasta el presente constituía una fuerza ciega de la naturaleza. Su obra inmortal es haber dado inteligencia a esa tendencia, es haber demostrado que nuestra producción no tiene cabeza. Con el tiempo, recibirá un reconocimiento eterno. También leo entre líneas en su libro que su economía fundamental supone a su vez una filosofía fundamental.

[…]

Perdóneme por haber abusado así de su tiempo y de su atención; pero he creído que usted estaría contento si le demostraba que la filosofía de un trabajador manual es mucho más clara, por regla general, que la de nuestros profesores de filosofía actuales. Apreciaría más su aprobación que mi nominación para cualquier academia.

Acabo la carta recordándole una vez más mi gran interés por sus esfuerzos, que van mucho más allá de nuestro tiempo. El desarrollo social, la lucha por la supremacía de la clase obrera, me interesan mucho más vivamente que mis asuntos privados. Sólo lamento no poder cooperar de manera más decisiva. Allons, enfants, pour la patrie!!!"

Josef Dietzgen

Maestro-obrero en la fábrica de cuero Vladimir Vassili-Ostrov, San Petersburgo.

24 de octubre (5 de noviembre) de 1867.

Publicado en las Cartas a Kugelmann.

Autora:

Prof. Adjunta FCS. Master Servicio Social. Grupo de Estudios del Trabajo. Secretaria General de la Asociación de Trabajadores de la Seguridad Social

Bibliografía:

Karl Marx. (1867) El Capital. Siglo Veintiuno editores. Buenos Aires. 2010

__________(1847) La Miseria de la Filosofía. Ediciones Bergua. Madrid. 1933

_________ Cartas a Kugelmann. Ediciones Península. Barcelona . 1974

   

   

domingo, 25 de agosto de 2024

Treinta años de la masacre de Hospital Filtro

 

En 1994, el reclamo por el derecho al asilo de tres vascos acusados de terroristas derivó en una de las más feroces y descarnadas represiones policiales de nuestra historia.

En un restorán de comida vasca en Pocitos, La Trainera, en mayo de 1992, fueron detenidos por la policía, acusados de pertenecer a la ETA y procesados por tener documentos falsos, 13 ciudadanos vascos que trabajaban allí. Según el entonces ministro del Interior, Juan Andrés Ramírez, este golpe se dio porque en el gobierno de Luis Alberto Lacalle Herrera existía la sospecha de que estaban tramando actos de desestabilización junto con ex guerrilleros tupamaros.

Si bien el gobierno español de Felipe González solicitó la extradición de ocho de ellos, finalmente la Justicia dictaminó en 1993 la extradición de tres: Jesús Goitia, Luis María Lizarralde y Mikel Ibáñez. Un grupo de militantes formó una comisión pro-asilo político para los detenidos y realizó algunas pequeñas manifestaciones hacia la Cárcel Central, donde estaban alojados a la espera del dictamen de la Justicia.

En agosto de 1994, y ante la inminencia de su extradición, los vascos iniciaron una huelga de hambre y a los nueve días de la medida fueron trasladados al hospital Filtro en delicado estado de salud, donde el viernes 19 decidieron también dejar de ingerir líquidos. Se anunció la llegada de un avión del gobierno español para el siguiente martes y los vascos manifestaron estar dispuestos a morir en tierra uruguaya, antes que ser entregados al gobierno español, sobre quien pesan graves denuncias de torturas y todo tipo de violaciones a los derechos humanos a los separatistas vascos.

A pesar del frío y la lluvia, la solidaridad no se hizo rogar. Algunos puñados de personas convocaron a una vigilia y acamparon en los alrededores del hospital reclamando asilo político. Unos con carpas. Otros sólo con frazadas. Para combatir el frío, una viejita repartía café a los presentes y otros armaban fogones donde se hacía guiso para todos.

A las 20.00 del domingo hubo una caceroleada apoyando el pedido de asilo, que al otro día sería solicitado formalmente en Cancillería. Ese día, en el edificio Libertad, una delegación integrada por los diputados frenteamplistas Sergio Previtali, Helios Sarthou y Guillermo Chifflet junto con el sacerdote Luis Pérez Aguirre entregó 25.000 firmas dirigidas al presidente solicitando que suspendiera el proceso de extradición por razones humanitarias y unas 5.000 personas marcharon hasta el hospital. El martes 23, a partir del mediodía, se llevó a cabo un paro general por tiempo indeterminado convocado por el PIT-CNT, y varios miles de personas marcharon desde el Obelisco hacia el hospital. A pesar de que la Mesa Representativa del PIT-CNT levantó la medida pasada la medianoche por 19 votos en 35, miles de personas se mantuvieron en los alrededores del Filtro durante el miércoles.

A las 5.00 del 24 de agosto, un cordón policial avanzó con la intención de replegar a los manifestantes, que resistieron formando un cordón y tirando piedras, y fueron reprimidos por coraceros a caballo. La refriega dejó varios jóvenes heridos y dos detenidos.

Al mediodía, la dilatada, a regañadientes y escueta presencia del líder del FA Liber Seregni y el candidato a presidente por el recién creado Encuentro Progresista, Tabaré Vázquez, generó el rechazo en muchos manifestantes, quienes les recriminaron no haber ido antes y les cantaron: “Se escucha, son pocos los que luchan”.

Pasadas las 15.00, en una conferencia de prensa, el ministro del Interior, Ángel María Gianola, “solicitó” a los manifestantes que se alejaran de la zona donde “circularían las ambulancias” que trasladarían a los vascos al Aeropuerto Internacional de Carrasco.

Y sobre las 17.30, la policía a caballo atacó a los manifestantes que se encontraban en la plazoleta cercana al hospital y que comenzaron a partir baldosas contra el piso para defenderse. Del otro lado los esperaban más policías con perros, palos, gases lacrimógenos y sables.

Al caer la noche la represión se agudizó. La policía ubicada en distintos lugares empezó una balacera indiscriminada, sin mirar a quién y a la altura de la cabeza nomás. Un enfermero del Semm que socorría a un herido en el piso recibió cuatro balazos. Sobre las 21.00 se apagaron las luces del alumbrado público y la cacería se generalizó. Los vecinos abrieron las puertas de las casas y los edificios para que la gente se guareciera.

A esa hora ya había sido asesinado de siete escopetazos un joven de 24 años, Fernando Morroni. Mucha gente que seguía la represión en vivo por la tele empezó a llamar a CX 36 y CX 44, que estaban haciendo una transmisión conjunta, en búsqueda de sus seres queridos que sabían que habían ido al Filtro, y el nerviosismo empezó a cundir cuando por esas radios se nombraba una lista cada vez más larga de personas de las cuales no se tenía noticias.

Minutos antes de la medianoche, el Boeing 707 de la Fuerza Aérea de España partió con los vascos rumbo a Madrid dejando atrás el saldo de un muerto y más de un centenar de heridos, algunos de ellos de extrema gravedad.

En la madrugada se sumaría el asesinato de Roberto Facal (38), que fue apuñalado varias veces en la vereda y arrastrado hacia su casa, donde le robaron la tele y cosas así, en lo que se quiso hacer pasar como un robo común.

En el acto por el 169o aniversario de la Declaratoria de la Independencia en Florida, el presidente Luis Alberto Lacalle hizo alusión a los hechos del día anterior: “Dentro de la ley todo, fuera de la ley nada. Discrepancias civilizadas de ideas, siempre; asonada y asesinato como instrumento político, nunca más”.

El ministro Gianola, por su parte, dijo a la prensa que se trató de “un enfrentamiento entre la policía y civiles armados”, y que fue “cuando algunos patrulleros sufrieron impactos de bala” que “recién se dio la orden de intervenir”. También acusó al PIT-CNT de estar “solidarizado con tirabombas” y pidió “la renuncia de todos los dirigentes”; a la vez que advirtió que “a los padres que fueron con sus hijos [a la movilización] habría que arrestarlos”. El diputado colorado Daniel García Pintos declaró que “la izquierda buscaba un muerto y lamentablemente lo encontró”.

El gobierno ordenó la inmediata expulsión del diputado independentista vasco de Herri Batasuna, Jon Idígoras, a quien se le otorgó seis horas para salir del país, y de la vocera de los extraditados, Agurtzane Delgado Iriondo, quien pasó a la clandestinidad. También, con un decreto de la dictadura, fue clausurada por 48 horas CX 36 Radio Centenario y para siempre CX 44 Radio Panamericana, cuyo director era José Mujica, a las que desde el gobierno se las acusó de “instigar a la violencia”.

“Hasta pronto, hijo... hasta pronto” fueron las únicas palabras pronunciadas por Norma, la madre de Fernando Morroni en el Cementerio del Norte, al que llegó caminando junto a su féretro, partiendo desde la sala velatoria en la calle Barrios Amorín y rodeada de una multitud de miles y miles de personas y también de ómnibus de cooperativas y taxis, en una jornada para la que el PIT-CNT había convocado a un paro para acompañar “el sepelio de las víctimas” y a una “jornada de reflexión y de duelo nacional”.

En esos aciagos días, un grupo de 30 personas autodenominado “Internacionalistas de Berlín” tomó durante dos horas el consulado uruguayo de esa ciudad, a la vez que la embajada de Uruguay en Suiza fue grafiteada por desconocidos.

Pocos días después, el juez Jorge Imas concluyó que en “ningún caso aparecen personas disparando contra efectivos policiales”, desmintiendo a Gianola, y poco después se sabría que los civiles armados resultaron ser policías de particular.

El 15 de setiembre, en un clima de muchísima tensión, un millar de jóvenes convocados por la Coordinadora de Estudiantes de Secundaria desafió el miedo natural que generaban los muchos rumores de que se desataría una represión feroz contra ellos y realizaron una marcha desde la Plaza Libertad hasta la Universidad. Bajo el lema “Contra la represión y el terrorismo de Estado” quemaron un muñeco de un coracero a caballo mientras coreaban consignas que tuvieron su popularidad en aquella época, como “Gianola, compadre, etc., etc.”.

Un concierto programado para el 30 de la banda vasca Negu Gorriak y los argentinos Todos Tus Muertos fue prohibido por las autoridades para evitar “problemas de orden público”. Aunque finalmente, organizado sin levantar la perdiz y mediante el boca a boca, se terminó realizando en Pando el 2 de octubre. Allí los vascos subieron al escenario con unas remeras que usaron durante toda la gira con la leyenda “Gora Uruguay Herria (Viva el pueblo de Uruguay)”. Fermín Muguruza, el vocalista de Negu Gorriak, participará de la marcha que saldrá este sábado del Obelisco y al finalizar cantará unos temas junto a Cuatro Pesos de Propina, conmemorando aquel episodio que dejó una consigna entre los jóvenes más que elocuente: “Griten libertad y cúbranse”.

Publicado en La Diaria. Título: A 30 años de la masacre del Filtro: “Griten libertad y cúbranse” Publicado el 24 de agosto. Escribe Gustavo Fripp en Sociedad

 


domingo, 18 de agosto de 2024

Sobre la muerte de tres estudiantes en el Montevideo de 1968

 

En marzo de 1967, el Partido Colorado retomaba las riendas del Estado luego de dos períodos consecutivos de gobiernos blancos. El presidente electo, Óscar Gestido, moría súbitamente meses más tarde y asumía su vice, Jorge Pacheco Areco. El ex boxeador protagonizaría una gestión de mano dura cuasi dictatorial: gobierno en base a decretos, clausura de periódicos opositores, ilegalización de partidos, represión desenfrenada, introducción de la tortura en los interrogatorios policiales.

En esos años, el subsidio parcial del transporte colectivo constituía un alivio para decenas de miles de liceales montevideanos, y en especial para los hogares modestos erosionados por la carestía y la inflación, que en 1968 llegó a 180%. A fines de mayo de ese año, la Intendencia de Montevideo anunciaba un aumento en el precio del boleto. Fue la chispa que encendió la pradera seca; en pocos días la marea de protesta estudiantil subía incontenible. Se multiplicaban las asambleas de clase, la movilización ganaba las calles con una masividad inédita. En esas semanas, la Policía recibía la orden de abrir fuego sobre los manifestantes con sus armas de reglamento. Los baleados en los meses siguientes sumaban decenas, a los que se agregaban centenares de estudiantes heridos con sablazos y machetazos.2

En los meses venideros, el número de manifestantes y la virulencia de los enfrentamientos con la Policía subirían sin pausa. Del lado estudiantil, hacían su aparición los cócteles Molotov y los “cortes de fuego” callejeros hechos con cubiertas de automóvil rellenas de estopa o aserrín y rociadas con nafta. Ante el carácter masivo y sostenido de la movilización, las empresas transportistas cedieron temporalmente. Pero el compromiso oficial de mantener el precio del boleto no logró enfriar un clima de protesta y manifestación callejera en plena espiral ascendente. Los liceos seguían ocupados, se sumaban los universitarios, y la nueva consigna era “¡estudiantes a luchar por boleto popular!”.

“Había una especie de frenesí en los estudiantes, basado en la seguridad de estar en lo justo y en la percepción de la iniquidad del gobierno y de la Policía”, escribe un participante de aquellas movilizaciones que años más tarde analiza desde la ciencia social; “se palpaba la impresión de haber adquirido una nueva potencia que ponía en jaque al gobierno, mediante ese estado de movilización extendido e impersonal”.3

En los primeros días de junio se extendió la ola de manifestaciones callejeras y de enfrentamientos con la Policía. En la tarde del jueves 6, una marcha de liceales avanzaba por 18 de Julio desde la Universidad de la República hacia la plaza Independencia. En la calle Minas se detuvo un patrullero; bajaron de él varios policías, desenfundaron sus armas y abrieron fuego sobre los manifestantes. Cinco heridos de bala fueron internados; a uno de ellos se le debió amputar un brazo, otro quedó con un brazo semiparalizado de por vida, y un tercero, que había sido baleado en una pierna, quedaría rengo para siempre. Una semana más tarde, el Poder Ejecutivo decretó las Medidas Prontas de Seguridad (MPS), una modalidad de estado de excepción establecida en el artículo 168 de la nueva Constitución votada dos años antes. Las MPS podían aplicarse “en los casos graves e imprevistos de ataque exterior o conmoción interior”, y autorizaban a encarcelar a cualquier persona por tiempo indeterminado, sin mediar acusación formal ni juicio alguno. En su argumentación se alude a la “perturbación profunda de la paz social y el orden público” resultantes de numerosos conflictos sindicales, en particular la banca oficial y otros empleados públicos.4 La atmósfera de estado de sitio y los métodos policiales expeditivos se instalaron de forma duradera en el país.

El 7 de agosto, el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN) secuestraba al presidente de UTE, Ulysses Pereira Reverbel. Se había destacado desde el gobierno en la persecución a militantes sindicales, por lo que su secuestro constituía en sí mismo una acción propagandística contra el autoritarismo en ascenso. Dos días más tarde, en la madrugada, la Policía allanaba varias facultades sin orden judicial y sin la presencia de autoridades universitarias; pretendían buscar información sobre el secuestro. La presunción del gobierno de Pacheco era obvia: los “subversivos” no podían ser otros que los mismos “revoltosos” al frente de las manifestaciones estudiantiles en todos esos meses. Este grave acto de ilegalidad por parte de un gobierno no tenía precedentes; durante los allanamientos, los oficiales al mando de la operación prohibieron el acceso de las autoridades universitarias. El Consejo Directivo Central de la Universidad de la República denunciaba con vehemencia los hechos, y en las calles se hacía sentir la reacción airada de los estudiantes, que intensificaban los enfrentamientos con la Policía.

Ese mismo día, un culatazo hundía el cráneo de un adolescente de 14 años; no participaba siquiera de manifestación alguna, caminaba solo por Colonia, a pasos de Tristán Narvaja. A 100 metros de allí, frente a la Biblioteca Nacional, una patrulla de Coraceros se ensañaba a golpes con un estudiante tirado en el suelo. Mario Eduardo Toyos, de 17 años, ingresaba al Clínicas en estado de coma con el parietal hundido; había recibido el impacto de una granada lacrimógena. No se trató de un accidente: la prensa opositora denunció que la Policía había sido instruida para apuntar al cuerpo con armas y lanzagases. Numerosos estudiantes heridos de bala eran atendidos en diversos centros de asistencia así como en domicilios particulares.5

Las movilizaciones “relámpago” de los estudiantes universitarios, secundados por los liceales, se sucedían en todo Montevideo. Consistían en una modalidad de manifestación callejera acorde con las nuevas formas de la represión policial; numerosos grupos de estudiantes se concentraban discretamente en ciertos liceos o facultades, y un rato más tarde circulaba de boca en boca el lugar y hora de la concentración, así como la consigna a corear.

Los acontecimientos se precipitaron. El lunes 12 de agosto, una manifestación conjunta de estudiantes de Veterinaria y de Odontología recorrió la avenida Larrañaga (hoy Luis Alberto de Herrera) en dirección a Rivera. Las demandas eran las mismas en todos esos días: más presupuesto para la Universidad y cese del avance autoritario en ciernes. El actual político frenteamplista y presidente del Partido Demócrata Cristiano (PDC), Héctor Lescano, por entonces estudiante de Veterinaria de 20 años, se encontraba allí. Todo sucedió muy rápidamente. La manifestación pasaba frente a la Facultad de Veterinaria, cuando “llega para reprimir lo que llamábamos una ‘chanchita’, un vehículo policial… y eran pocos policías, tres o cuatro”. El oficial Enrique Tegiachi se bajó del vehículo y baleó por la espalda a un manifestante situado a unos cuatro metros de distancia; el proyectil salió por la ingle izquierda, y –se sabría después– le seccionó la arteria femoral. El estudiante abatido empezó a perder sangre a borbotones. Un grupo de compañeros se acercó a socorrerlo; los policías les pidieron documentos, la asistencia al herido se demoró un lapso que sería crítico.

Una anécdota tragicómica da cuenta del componente lúdico que caracterizaba todavía a la protesta estudiantil, en dramático contraste con una represión brutal que se intensificaba día a día. Uno de los manifestantes arrebató la gorra al policía que había disparado su arma; “el gorro de este oficial de policía estuvo colgado varios días después de este episodio en el mástil de la Facultad de Veterinaria donde va la bandera nacional”, relata Lescano.6

El estudiante baleado fue internado de gravedad en el Hospital de Clínicas. Durante la intervención quirúrgica se le hizo un injerto en la arteria seccionada, y debió ser reanimado en dos oportunidades; luego de horas de incertidumbre, el equipo médico informó que se había logrado detener la hemorragia. Pero no pudo evitarse lo peor; el miércoles 14, la noticia de la muerte de Líber Arce recorrió la ciudad. Tenía 28 años, era militante de la Unión de la Juventud Comunista y estaba muy avanzado en la carrera de Mecánico Dental.

Ese día, el Ejecutivo prohibió la difusión de la noticia de su muerte; ya estaba vigente la censura previa a toda comunicación emitida por las autoridades universitarias. Sin embargo, nada impidió que más de 200.000 personas acompañaran al féretro hasta el cementerio del Buceo el jueves 15; sería el acto de repudio más masivo al gobierno de Pacheco. Muchos comercios cerraron, los ómnibus de la empresa estatal AMDET circulaban con una cinta negra en el parabrisas. “Silencio: ha muerto un estudiante”, se leía en una gran cartel colocado al frente de la Universidad.

“La brutal reacción del gobierno de Pacheco fue decisiva para estimular la lucha, proveyéndola de sucesivas motivaciones concretas: protestas contra la represión policial en mayo, contra la declaración de MPS en junio, contra la violación de la autonomía universitaria y la primera muerte de un estudiante en agosto. Estos dos últimos acontecimientos produjeron la conciencia de una ruptura de la paz uruguaya. Con muertos y heridos se derrumbó una imagen de sociedad”.7

Semanas más tarde, la Policía adoptaba una nueva escopeta de cartucho para emplear en las manifestaciones estudiantiles. El 20 de setiembre, abrieron fuego contra los manifestantes en las inmediaciones de la Universidad. Hugo de los Santos, de 19 años, estudiante de Ciencias Económicas, cayó herido de muerte; un perdigón le había dado en el corazón. Susana Pintos, de 27 años, estudiante de la Escuela de la Construcción, también fue baleada; murió horas más tarde en el Hospital de Clínicas. Ambos eran militantes comunistas.8 Un informe del Sindicato Médico del Uruguay da cuenta de la atención a más de 100 estudiantes heridos con perdigones.9 Ese mismo día, el ministro de Cultura, Federico García Capurro, cursaba una nota al rector de la Universidad: “Señor Rector: ante los acontecimientos permanentes y reiterados que tienen aparentemente su origen en los recintos universitarios –y que todo indicaría que siguen siendo utilizados como base de operaciones para la realización de delitos y atentados en la vía pública como el apedreo, el incendio de vehículos y las agresiones a las personas, bienes y comercios– y que, sin lugar a dudas, se utilizan, a pesar de las advertencias reiteradas del Poder Ejecutivo, como refugio de esas fuerzas del desorden para, desde adentro, continuar la acción de violencia hacia el exterior, requiero del señor Rector y de las autoridades de la Universidad la aplicación de medidas que impidan en definitiva la repetición de esos hechos intolerables”.10

El Uruguay liberal, moderado y contemporizador se desvanecía a ojos vistas. Tres años más tarde, Pacheco encomendaría a los militares la “lucha antisubversiva”; era el preanuncio de la larga noche de dictadura abierta.

François Graña es doctor en Ciencias Sociales, investigador y docente de la Facultad de Información y Comunicación de la Universidad de la República.


1.          Ediciones de la diaria del 24/7/19, 13/6/19, 16/5/19 y 18/5/18. 

2.          Marcha, 27/9/68, página 13. 

3.          Gonzalo Varela Petito (2002). El movimiento estudiantil de 1968. El IAVA, una recapitulación personal. Montevideo: Trilce, p. 72. 

4.          Vania Markarian (2012). El 68 uruguayo: El movimiento estudiantil entre molotovs y música beat. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, p. 41. 

5.          Nota de Guillermo Waksman en Marcha del 15/8/68, p. 10. 

6.          Testimonio recogido de www.youtube.com/watch?v=tl8Tdp4M8Zw 

7.          Gonzalo Varela Petito (1988). De la república liberal al Estado militar. Crisis política en Uruguay 1968-1973. Montevideo: Ediciones del Nuevo Mundo, p. 59. 

8.          Diario El Popular, 22/9/68. 

9.          Testimonio de Jorge Landinelli recogido de www.youtube.com/watch?v=tl8Tdp4M8Zw 

10.       Consejo Directivo Central (1968). Actas de sesiones. Año 1968/2, Acta N° 55, p. 1.247 (mimeo). 

Publicado en La Diaria el 14 de agosto de 2019. Autor: François Graña